La razón más obvia de esa posible declaración de guerra era conseguir la entrada en la Conferencia de San Francisco (prólogo de la creación de la ONU.), como ocurría con las naciones de América Latina. Entre la prensa internacional el comentario más ocurrente fue el aparecido en una columna del diario de México "El Popular" sobre la "táctica de Franco": "Franco declararía la guerra al Japón... el Japón a Alemania... Alemania a España... ¡y todos irían a San Francisco!". Los oficiales españoles, no obstante, siempre negaron toda relación. Doussinague, carente de esta ironía, se evadió en "España tenía razón" con el argumento de la solidaridad occidental, afirmando que la política tomada seguía "la línea que España marcó desde la entrada de Japón en la Guerra, de considerar que en aquellas regiones existía una profunda solidaridad entre nosotros y los aliados angloamericanos en defensa de la cultura cristiana". Cuando los diplomáticos británicos preguntaron sobre la conexión entre la tirantez con Japón y el deseo de ser invitados a San Francisco, Lequerica lo negó asegurando que la tensión era un asunto puramente bilateral y que “España no estaba intentando por ello obtener ningún puesto en conferencias de guerra o de paz". Ni esa línea de solidaridad contra Japón se había seguido desde Pearl Harbor, ni una declaración de guerra podía ser un hecho bilateral. Los españoles se pusieron nerviosos al ocultar unos objetivos que tenían que estar en relación con esa entrada en el sistema de relaciones internacionales de la posguerra.
Para poder entrar en esa conferencia, ciertamente, Madrid tenía que conseguir el visto bueno de sus promotores y a nadie se le podía escapar que la opinión de Estados Unidos sería crucial para esa participación. Uno de los caminos más fáciles había de ser por el Pacífico, por medio de esa hegemonía tan clara en la lucha contra Japón y mostrando que se compartía el odio hacia los japoneses. Un informe de la inteligencia estadounidense indica que José María Doussinague había dicho: "Queremos jugar plenamente la carta estadounidense". Para nadie era un secreto que esa posible guerra sería mirando en dirección a Washington, y una conversación mantenida por el embajador Oshima en Alemania lo indica claramente: "Es parte del juego de Franco con Estados Unidos". Pero más allá de esa conclusión obvia, es significativo también que fueran diplomáticos británicos quienes preguntaran sobre la relación entre la tirantez con Japón y la Conferencia de San Francisco. La idea de entrar en la mencionada Conferencia usando la tensión con Japón, además, es confirmada por el contenido de la primera conversación del embajador Armour con el subsecretario de Exteriores, Cristóbal del Castillo. Tras haberse referido a una posible evacuación de la colonia de españoles en Japón pasando por los territorios soviético y sueco a Del Castillo, aparentemente, se le ocurrió una idea: ya que España no tenía relación con la Unión Soviética, Estados Unidos podría hacer algo por ayudarles. Espetó a modo de explicación que él mismo estaba a favor de tener relaciones oficiales con los sóviets y concluyó, según escribió el norteamericano: "Si tal procedimiento (establecimiento de relaciones entre Madrid y Moscú) fuera seguido, ello tendría la ventaja añadida de crear una atmósfera más favorable hacia los sóviets y en ese momento él sintió que esto era un factor importante a tener en cuenta". Es dudoso que esa idea transmitida a Armour, quien también oyó que la declaración de guerra se retrasaría unas semanas para la evacuación por la Unión Soviética, fuera imprevista, como lo es que Del Castillo se hubiera vuelto procomunista o pensara de verdad en la evacuación de españoles de Japón. Después de saber lo largas que habían sido las conversaciones para los dos intercambios de prisioneros entre Washington y Tokio, y de no haber conseguido siquiera enviar un barco a Filipinas en tres años, la posibilidad de lograr que salieran los españoles de Japón y fueran trasladados (a través de un país comunista, además) en los últimos compases de la guerra por un territorio que sería escenario del ataque soviético era una ocurrencia propia, cuando menos, de un excéntrico. De nuevo se usaban los móviles humanitarios para fines puramente políticos. Así pues, el objetivo principal de la tensión con Japón quizá no fue sólo congraciarse con Estados Unidos, sino también templar la conocida oposición soviética a la participación de España en San Francisco. Para ello, lo más conveniente quizá sea volver a un largo y apresuradamente escrito (cuando aún no se sabía la postura aliada en contra) telegrama de Cárdenas (embajador de España en Estados Unidos), porque también nos ayuda a comprender el porqué de ese intento de acercamiento al gobierno soviético: Ello (la posible ruptura) podría ser una medida adecuada para contrarrestar la actitud que temo adopte Rusia contra España en San Francisco. La declaración de guerra al Japón haría de España una de las Naciones Unidas. Es posible y aun probable que en virtud de las circunstancias del momento, a pesar de ello, no se nos invite ya a la Conferencia de San Francisco, pero sí creo podría con ello impedirse, tal vez, el veto de Rusia a nuestra entrada en la organización mundial que se va a crear, pues al ser España una aliada de Inglaterra y Estados Unidos en la Guerra contra Japón, ello parece nos debería dar derecho a sentarnos en la mesa de la paz y a entrar desde luego a formar parte de la referida organización.
Esa hipotética declaración de guerra española habría acabado convirtiendo en aliados a españoles y soviéticos, máxime si estos iban a declarar, como ocurrió de hecho, la guerra a Japón. Ante el final de la ocupación de Filipinas, Madrid tenía previstas medidas anti-japonesas para acercarse a los aliados que iban mucho más allá de la defensa de los intereses de los españoles. Intentaban defender, sobre todo, el régimen de Franco.
Tras el final de las relaciones oficiales y comprobar que el beneficio político de la ruptura no sería el esperado, la preocupación principal de Madrid fueron las posibles represalias a sus súbditos que residían en el imperio japonés (...).
En Filipinas la victoria definitiva de las tropas norteamericanas hizo comenzar una nueva etapa a la comunidad española antiguamente partidaria del Eje. La única organización española en Japón que sobrevivió temporalmente fue Auxilio Social, porque su estructura de distribución de alimentos fue utilizada en el 45 para socorrer a la colonia española y redactar un inventario de pérdidas. España comenzó girando 89.000 dólares al consulado en Manila para suministrar unas 1.500 raciones diarias de comida durante un mes, además de para sufragar repatriaciones, que debían ser las mínimas. El giro aumentó después con 15.000 dólares a la embajada en Washington, porque esos viajes serían por medio de Estados Unidos, aunque el coste total y la gran cantidad de solicitudes (725) obligaron a enviar buques españoles, el "Halekala" y el "Plus Ultra".
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