“Algunos
volvieron a casa heridos
Algunos volvieron a casa muertos.
Algunos volvieron a casa héroes.
Algunos no volvieron”
(Memorial del Delta 1/5 del USMC.)
Mientras los
combates entre musulmanes y croatas arreciaban, convirtiendo a la Agrupación
española en una fuerza de interposición que intentaba hacer cumplir a ambos
contendientes lo pactado -alto el fuego, libertad de movimiento para los
civiles, para las fuerzas de la ONU. y para las organizaciones humanitarias, y
el intercambio de prisioneros-, en muchos diarios y revistas se publicó una
alarmante información: Las milicias croatas, finalmente, habían logrado
librarse de la indeseable presencia de los cascos azules españoles. A partir de
ese momento iban a poder actuar, al menos en Mostar, sin que nadie les
molestase: El Gobierno español había decidido "retirar a sus legionarios de esta ciudad bosnia". Como
bien había indicado Tennyson “ellos no
preguntarían por qué”… El ministro de Defensa lo explicaba en una rueda de
prensa: Los contingentes de Naciones Unidas -no sólo los españoles sino otros
contingentes, como los británicos desplegados en Vitez, que también lo sufrían
en sus propias carnes- eran considerados un estorbo a la hora de poner en práctica
unas operaciones de limpieza étnica que resultaban no ser únicamente privativas
del bando serbio. En la mencionada rueda de prensa, afirmaba que "ni
los croatas de Mostar, ni los musulmanes de Jablanica quieren que se sepa lo
que están haciendo en esas poblaciones". Por este motivo, desde hacía
algunas semanas, la situación en Mostar se iba tornando cada vez más difícil.
Las milicias croatas que controlaban la ciudad nueva situada en la orilla
occidental no solamente impedían el acceso a los periodistas (sobre todo a los
que tenían intención de dirigirse al barrio musulmán), sino que, además, habían
hecho de las patrullas de la "Canarias" el objetivo preferido
de sus morteros y francotiradores. Se complicaba obedecer la consigna dada por
García Vargas: "Cumplid con vuestra misión, pero no corráis riesgos
innecesarios".
“Si ordeno
hacer fuego, se esconden y listo. Si no lo ordeno, parece que se están riendo
de nosotros y que nos aguantamos”, comentaba el jefe de un convoy. Su
segundo, un teniente, observaba: “Son cuatro gatos. Es perder el tiempo, mi
capitán. Déjelos estar, así vemos por dónde paran”. El capitán asintió y
sólo transmitió a los demás blindados que no perdieran ojo y que estuvieran
preparados por si se daba orden de disparar para espantar a aquellos
moscardones... De modo que allí siguieron los insolentes “javeos”, hostigando a
los convoyes –“tendrían que dejarnos dispararles. Alguno caería. Nos están
cogiendo la medida” - y llenando de agujeros los BMR. Señal preocupante a
más no poder.
“Yo estar
amigo, sargento”, comentaba un soldado del HVO. mientras le tendía la mano
al suboficial al mando de un BMR. Aquella curiosa equivocación verbal que
padecían sistemáticamente los yugoslavos –no “eran”, sino que “estaban” amigos-
en algunos era sólo eso, un error, pero en otros tenía un probable segundo
sentido. Uno era lo que era y no tenía vuelta de hoja, pero estar se podía
estar hoy aquí y mañana allí. Amigos o enemigos según lo dictaba la
oportunidad: Para los croatas (como para los serbios -que habían decidido
establecer un peaje a los vehículos de Naciones Unidas: 140 dólares a un
todoterreno y 700 $ por un blindado) y, en muchas ocasiones, para los
bosniacos), no existía la neutralidad. Se estaba con ellos o contra ellos.
Había que estar, a la fuerza, a favor o en contra del HVO. "Los
españoles -declaraba el coronel Miroslav Andric, número dos del Consejo de
Defensa Croata- son huéspedes de nosotros, los croatas, pero lo que hace es
defender los intereses de los musulmanes. No sé hasta cuándo seremos capaces de
convencer a nuestra gente para que acepte esta situación en nombre de los
acuerdos internacionales y de la diplomacia"... En pocas palabras, era
patente que el hecho de que los cascos azules españoles arriesgaran su vida
cada día para llevar plasma, medicinas y comida a la población musulmana
refugiada en la ciudad vieja era un acto de injusticia y de enemistad hacia los
croatas. Por este motivo, la palabra "Español" se convirtió en Mostar
en sinónimo de "Enemigo", cambiando radicalmente la actitud de la
población. Los niños dejaban de darse cita ante los BMR. aparcados en las
grises ruinas de la estación de autobuses, para jugar con los legionarios, y
sus amables madres, que les llevaban café caliente en invierno y agua en
verano, no se dejaban ver ya. En su lugar, aparecieron los sniper, anunciando
el fin de una etapa. Y el que avisa, no es traidor...
"TE
QUIERO, TE QUIERO, TE QUIERO. JESÚS". Este fue el mensaje que Dª
Carmen Montilla, la esposa del teniente Aguilar se encontró escrito en el
espejo el 20 de Mayo del 93, el día en que partía hacia Bosnia.
Crees que estás a salvo y el peligro acecha más que nunca en medio del
caos, de ese tráfico idiota de tiros a ciegas en que se había convertido
aquella guerra: Cada bala tiene un
nombre. La bala que está destinada a cada uno no puede ni venderse ni
comprarse... “Pensaba en todos los que
había visto caer porque una bala había silbado su nombre, y a cada minuto
esperaba la que había de venir a llevarse el mío. Pensaba en lo caprichosa que
era la bala, al elegir el nombre que se llevaba, y en lo poco que se podía
hacer para cambiarlo” (Lorenzo Silva: “En Nombre de los Nuestros”,
página 275).... Aún sin reponerse de la muerte del Teniente Muñoz
Castellanos, los hombres de la Agrupación volvían a ser golpeados por el
infortunio: El 11 de Junio, en las cercanías del puente Tito, cuando se
disponía a entregar un cargamento de medicinas - como su fallecido compañero de Promoción – del hospital militar del HVO. en el hospital musulmán de Mostar, el
teniente Francisco Jesús Aguilar Fernández, de 28 años (de la recién incorporada Compañía “Muñoz
Castellanos” [I Tercio de la Legión]), era
alcanzado por la bala de un francotirador (se supuso que apostado en el
edificio del Privedna Banka Sarajevo, conocido popularmente como “El Banco
de Cristal”), que "le entra por la espalda y le sale por el cuello".
El parte informaba: “Circulando por la línea de confrontación bajo el fuego
de ambas partes, alrededor de las 19:45 horas alcanzó la calle Aleksa Santica.
En este punto se intensificó el fuego desde la zona croata sobre los cinco
blindados españoles que efectuaban el transporte. El Teniente permaneció en su
escotilla guiando su vehículo y tratando de proteger el convoy. A la altura del
puente Tito un disparo le alcanzaba la espalda, acabando con su vida en el acto”...
“Mientras haya alguien sufriendo, que al llevarle medicinas o comida le
lleves esperanza, ya merece la pena tu labor y mi espera”... Estas eran las
sabias y resignadas reflexiones de su mujer que afrontó la noticia con una
asombrosa entereza, como sólo saben encajar tan tristes noticias las esposas de
los militares.
“Si algo le caracterizaba eran sus ojos y sus silencios. A Jesús Aguilar
no era fácil ni para sus amigos mirarle directamente a los ojos; a Jesús
tuvieron que matarle por la espalda porque no se atrevieron a hacerlo de frente”,
aseguraba el Capitán Norberto Ruiz Lima, amigo del fallecido.
Asistido
inmediatamente por el médico español que viajaba en el convoy, se le traslada
de urgencia en una ambulancia civil, que también es tiroteada. Pero no hay nada
que hacer, el teniente ha muerto en el acto. Su sueño había durado tres semanas
y el precio había sido su propia vida. "Sé que fue feliz porque en el
poco tiempo que estuvo allí vio, vivió y dio mucho", comentaría su
esposa….
La noche
anterior -desoyendo las recomendaciones de García Vargas ("actuad
más con la cabeza que con el corazón...") y haciendo honor a las
palabras escritas en la pared del bar de oficiales "LAS IDEAS MÁS
NOBLES SIEMPRE HAN ESTADO BAJO LA PROTECCIÓN DE LOS GUERREROS"- había
intentado rescatar a un matrimonio de ancianos cuya casa se encontraba en pleno
campo de batalla. "Debió pensar en sus padres", pensaba
Carmen. Ellos se negaron a evacuar su hogar, asegurando que preferían morir en
su casa que en cualquier otro lugar, tarde o temprano. Esas historias eran
comunes y el pan de cada día: Antonina
–“Nina” para su familia y amigos- Humksic. Tenía 16 años aquel 1.993 en el que
una noche entró una decena de soldados croatas en su casa mostarense ubicada en
el Bulevar: “Venían todos con la cara pintada, como si esto fuera Vietnam.
Reconocí el acento dálmata de uno de ellos: Eran de las unidades croatas que
habían venido desde Split para reforzar al HVO.”. En la casa, a escasos
metros del frente, sólo se encontraban su madre y ella (su padre se hallaba en
un campo de concentración). Uno de los soldados le preguntó que dónde se
hallaba exactamente el frente. “A 20 metros calle abajo”, respondió
Nina. Sorprendido, el croata le preguntó de nuevo qué hacían dos mujeres solas
en un lugar tan peligroso, a lo que ella respondió que aquélla era su casa y,
aparte de no querer abandonarla, no tenían dónde ir… Tras un rato en la
vivienda, los soldados se fueron. Dos horas más tarde, la línea del frente se
había desplazado 200 metros calle abajo, para dejar fuera de la zona de combate
la casa de Nina.
"(...)
vivir todo aquello, tanta incomprensión, tanta violencia, tanta crueldad entre
un mismo pueblo, debe ser una lección de humanidad para vosotros, los
mediadores, los espectadores"... Si la pesadilla de Mostar no pasó
pronto a la historia, no fue porque los españoles no lo intentaran.
(...continuará.)
Despedí a Jesús pocas semanas antes de su partida a Bosnia. Coincidimos en un supermercado, en Melilla. El iba con su mujer, Carmen. Norberto, gran escritor y amigo, recuerda su mirada acerada, pero de Jesús me quedará siempre como recuerdo su enorme, su transparente sonrisa. La misma que lució aquella tarde cuando lo felicité por haber cumplido su sueño y conseguir desplegar en Bosnia. Ese será siempre el recuerdo con el que Jesús seguirá vivo, para siempre, en mi memoria: la alegría con la que partió, la alegría con la que siempre nos acompañó. Su franca, su inolvidable sonrisa.
ResponderEliminarEstaba una mañana en mi habitación,ya en casa, cuando me enteré de la triste noticia, me sentí raro al pensar que pocos meses había compartido Legión con tan noble caballero, recordé de inmediato sus últimas palabras «o las mas destacables que recuerdo»: Franco (pues así me apellido) tienes qué venir conmigo a Bosnia, te necesito allí...a lo qué respondí sin dudar que sí, pero por causas ajenas a mi voluntad,finalmente no fue posible.Me lo dijo mirándome a los ojos después de una dura mañana de instrucción en Rostrogordo, Melilla, después de pelear cuerpo a cuerpo con mi teniente, sólo con nuestras manos, debió de ver en mí armarme de mucho valor para enfrentarme a semejante cuerpo, pues puedo asegurar que me sacaba una cabeza y 25 kilos mas de masa y músculos. Buena gente sin duda,a la vez que duro en la instrucción, fue un placer conocerlo y ser su subordinado, han pasado mas de 23 años y no lo he olvidado, D.E.P. don Jesús Aguilar haya donde se encuentre.
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