El historiador norteamericano William Harris escribe sobre la Guerra de 1.909:
"España, y más específicamente su ejército, necesitaba recuperar frente
al resto de las potencias su honor mancillado tras la Guerra de Cuba, por eso
no dejó pasar la oportunidad de enfrentarse a un enemigo asequible. La llamada
"Guerra de Melilla no dejó de ser un simple desquite”. Está bien que
dicho comentario parta de un estadounidense, dado que fue Estados Unidos quien
dio la puntilla a España en 1.898… Todo objetividad (aunque con su parte, no
obstante, de razón). A este comentario se podría sumar aquel otro proveniente
del director de “La Correspondencia de España”, uno de los periódicos
más prestigiosos del momento, quien escribía un significativo artículo el 12 de
Julio de 1.909 bajo el título de "La Trompa Bélica Suena" y en
el que se podía leer lo siguiente: "Morirán unos cuantos soldados,
ascenderán otros cuantos, enseñaremos una vez más nuestro desbarajuste, nos
pondremos por centésima vez en ridículo llamando al tiroteo escaramuza; a la
escaramuza, acción de guerra; al encuentro de avanzadas, combate; al combate,
batalla campal; enviaremos más generales que coroneles, más jefes que
oficiales, más oficiales que soldados, más promesas que realidades, y por todo
sacar, sacaremos una cosa: sangre al pueblo y dinero al contribuyente (...])Yo
digo que ir a Marruecos es la revolución, y al decirlo sirvo a la Patria y al
Rey mucho mejor que haciendo creer al Rey y a la Patria que el ir a Marruecos
conviene a la nación y a la monarquía”.
Dejando aparte animosidades y vehemencias a favor o en contra de la
intervención, la guerra del Rif supuso el comienzo de ese conflicto que
finalizaría con el desembarco de Alhucemas. Una guerra heredada del siglo
anterior pero actualizada al belicoso siglo XX, donde culminaría el ocaso de
muchos imperios, incluido el español. Pero, desde el punto de vista
polemológico, la guerra del Rif significaría la necesidad de modernizar el
Ejército español y de cambiar ciertas tácticas decimonónicas totalmente
desfasadas y muy enraizadas entre el Alto Mando (hasta después de Annual, 12
años más tarde. algunos no se darían cuenta de ello). Pero, como en todas las
guerras, hubo hazañas de gran valor y batallas dignas de mención…
Y ésta es una de ellas…:
Luis Noval Ferrao había nacido
el 15 de Noviembre de 1.887 en Oviedo. No era un militar típico de carrera ya
que a sus 22 años como todos los muchachos de la época se vio arrastrado a
realizar el servicio militar obligatorio de la época, formando parte de la
quinta del 1.908 y encuadrándose el 4 de Marzo de 1.909 en el Regimiento de Infantería
Príncipe No 3 en Asturias donde alcanza el rango de Cabo. Tras
apenas 6 meses de formación y sin haber tenido experiencia de combate alguna,
parte con su regimiento rumbo a Marruecos. Todos pensaban que era una fácil
misión de contención frente a primitivas tribus desunidas. La infravaloración
del enemigo por parte de los mandos saldría cara a España…
Mientras llegan las tropas desde Asturias al puerto de Melilla, recordemos
la situación de España en esos momentos en los que reinaba Alfonso XIII y
gobernaba Antonio Maura: Tras las deshonrosas pérdidas de Cuba, Puerto Rico y
las Filipinas, España buscó una mayor presencia en el norte de África, logrando
en el reparto colonial efectuado en 1.904 y en la Conferencia Internacional de
Algeciras de 1.906, el control sobre la zona norte de Marruecos, mientras que
Francia, con el beneplácito de Alemania y Gran Bretaña, se quedaba con más del
90% del territorio marroquí.
A España siempre le ha interesado que la zona más próxima a sus ciudades
africanas se mantuviera en calma porque de esa manera aseguraba que se
mantuviera un status quo de tranquilidad en sus dominios. Recordemos que tras
la Conferencia Internacional de Algeciras se le reconoce a España la influencia
territorial sobre las ciudades de Ceuta, Melilla, la colonia española de
Tánger, y la explotación minera del Rif.
Cuando España reconoce al Sultán de Marruecos, Ab-el-Aziz, en el año 1.907
le impone, como es lógico para sus intereses, el compromiso ineludible de
pacificar el rebelde territorio del Rif, aquel que se encuentra justamente
junto a sus dos enclaves africanos, porque desde hacía ya algunos años un
personaje conocido como El Roghi era el que dominaba realmente la zona,
usurpando la autoridad del Sultán y creando una inestabilidad que no era bien
vista por los ojos hispanos. Además de hacerse con el puerto de la Restinga,
que se convirtió inmediatamente en un centro de contrabando de armas. Por tanto,
la excusa para comenzar la penetración por el Rif, sin romper los acuerdos de
Algeciras es perfecta: El Sultán es incapaz de mantener el orden en la zona
cercana a Melilla, por lo que España tiene derecho a intervenir para proteger y
mantener sus intereses económicos en las minas del Rif y la defensa de Melilla
(y, poco después, se ocupa la zona de La Restringa y Cabo de Agua).
Al año siguiente, en 1.908, el trono del Sultán Ab-el-Aziz está en grave
peligro: Su hermano Muley Hafid se ha levantado en su contra y se ha iniciado
una abierta guerra civil por todo el país. En muy poco tiempo el hermano
rebelde ya controla la zona interior de Marruecos. El Sultán incapaz de dominar
la situación abdica en presencia francesa lo que llevaría a una situación de indefensión
de las tropas españolas desplegadas por el Rif.
Un grupo de obreros españoles que trabajaban en Beni Bu Ifrur fueron
sorpresivamente atacados el día 7 de Octubre por fuerzas rifeñas. El Roghi, que
quería ganarse la confianza de los españoles lo más rápidamente posible (porque
en ello le iba la cabeza), castigó con excesiva dureza a los responsables de la
agresión, lo que motivó el levantamiento de las tribus de la zona y la
posterior huida de El Roghi.
El nuevo Sultán marroquí había pedido ayuda directa a España para
modernizar su ejército, a lo que España se opuso ya que según lo acordado en
Algeciras, se debía abrir un concurso internacional para suministrar armas a
Marruecos, lo que provocó un cierto grado de hostilidad del monarca con los españoles
y consecuentemente una despreocupación por parte del Sultán de la desobediencia
anárquica de las tribus del Rif.
Los franceses, mientras tanto, pretendían sacar partido de la situación de
inestabilidad entre Marruecos y España y se disponían a hacerse cargo de las
minas del Rif ante la inoperancia española. Y por otro lado estaba Melilla,
ahogada por la situación de inestabilidad y sitiada comercial y económicamente.
El ejecutivo español pareció despertar de su largo letargo y decidió
finalmente la explotación de las minas de su zona aunque tuvieran que estar
protegidas por el ejército, antes de que lo hiciera Francia.
Es de gran importancia el hecho que sucedió el 9 de Julio de ese mismo año
cuando cuatrocientos cabileños atacan a un destacamento militar que protegía a
los obreros del ferrocarril de la Compañía de Minas del Rif, donde se producen
cinco muertos y teniéndose que replegar el resto hasta Melilla. El gobernador
militar de la ciudad, general Marina, reacciona y hace contratacar al ejército
español, inicialmente sufriendo una fuerte oposición rifeña que logra vencer
para finalmente represaliar duramente a los insurgentes. Con ello las tropas
españolas toman diferentes puntos estratégicos en la zona cercana a Melilla. Marina
pide refuerzos al gobierno -pues la ciudad ha quedado bastante desguarnecida
tras el despliegue militar- y el gobierno de Maura envía a la Brigada de
Cazadores de Barcelona, lo que propicia los primeros disturbios en la Ciudad
Condal. El poder librarse del servicio militar con 1.500 pesetas de la época
fue la chispa que desencadenará la llamada “Semana Trágica” avivada por
las clases menos pudientes.
Las acciones militares de los días 23 y 24 de Julio a punto estuvieron de
saldarse con un auténtico descalabro militar, finalmente las tropas pudieron
regresar a duras penas hasta Melilla, eso sí, con un gran número de bajas. Marina,
preocupado por el rumbo que estaba tomando la situación, decidió enviar
suministros a las posiciones avanzadas por si estas se veían en la obligación
de resistir por algún tiempo hasta que se consolidasen los refuerzos esperados
de la península. El avance debía hacerse por un lugar cercano al Monte Gurugú y
denominado “el Barranco del Lobo” donde los rifeños esperaban apostados
el paso de la columna española. Resultando un desastre, las tropas españolas
caen víctima de la emboscada y de la incompetencia de sus mandos…
Pero no todo fueron desgracias. Con el contingente de Barcelona ya asentado
en tierras africanas y la llegada el día 14 de Septiembre del Regimiento
Príncipe Nº 3, el mando español ordena dar el golpe final para acabar con los
continuos ataques cabileños que se suceden en contra de la ciudad de Melilla.
Es el día 20 de Septiembre cuando se pretende conquistar la península de Tres
Forcas. En ese intento destaca la hazaña de José Cavalcanti, comandando el
escuadrón de caballería de Cazadores de Alfonso XII, que efectúa la famosa “Carga
de Taxdir” contra la Harka que tenía rodeado al Batallón de Cazadores de
Cataluña y logra romper el cerco. El número de enemigos en proporción es
aproximadamente de 10 contra 1. Cavalcanti lanza una segunda carga contra la
Harka, sufriendo e infligiendo numerosas bajas al enemigo y después una
tercera, prácticamente al paso porque los caballos estaban absolutamente
extenuados, en esta última se aprovecha para retirar las bajas españolas.
Seguidamente, Cavalcanti mandará ocupar una posición hasta que llegó en su
ayuda el Batallón de Cazadores de Tarifa. Con estos actos los españoles
acabarán dominando toda esa área, la península de Tres Forcas, tan importante
para la seguridad del asentamiento español de Melilla.
El
21, Noval tomaba parte en el duro combate de Taxdirt Al día siguiente cae el zoco de
El-Had de Beni Sicar (a 7 kilómetros de Melilla) interviniendo la tropa del Regimiento
Príncipe Nº 3 lideradas por general Sotomayor; y también cae Hidún ante las
tropas de Tovar. Pero será el desgraciado día 28 cuando en las inmediaciones
del campamento español de Beni Sicar donde se asentaban los soldados del batallón
del Príncipe Nº 3, encontraría la muerte el cabo Noval.
Recordemos que las posiciones en el campamento de Beni Sicar no habían
alcanzado el nivel adecuado de fortificación. Las defensas se construían a base
de muros de piedras del lugar y sacos terreros, que todavía no cerraban el
perímetro, pero todo su contorno sí estaba protegido por alambradas. Por ello,
por la noche, a fin de aumentar la seguridad de la posición, se adelantaban
puestos de centinelas dobles, a modo de escuchas, y unas patrullas recorrían
los intervalos entre ellos. Y en uno de esos intervalos en la oscuridad de la
noche fue asaltado el cabo Noval a cuyo cargo estaba en ese momento el flanco
derecho del campamento en el perímetro exterior. Se encontraba Noval recorriendo el servicio
de vigilancia exterior del campamento, cuando fueron atacados los escuchas por
un enemigo numeroso que les obligó a retirarse hacia las fortificaciones. Noval
pudo llegar hasta una de las alambradas donde fue retenido por
la avanzadilla de un numeroso grupo de insurgentes, 1.500 rifeños que intentaba
asaltar el campamento español con la complicidad de la noche cerrada. Ahora los
rebeldes con su nuevo prisionero tratan de emplearlo como llave para acercarse
a una de las entradas del campamento y no ser disparados. Era las 2:30 de la
madrugada cuando a distancia visual de la alambrada le exigieron que gritase el
santo y seña de esa noche entre la guardia española y sintiendo sobre su cuello
la presión de un cuchillo, exclamó: “¡Alto el fuego que somos españoles!”,
a cuyas voces el primer teniente D. Evaristo Álvarez, al distinguir al cabo
Noval que llegó hasta las alambradas, mandó cesar el fuego, lo que -oído por el
cabo- gritó seguidamente desembarazándose momentáneamente de su captor: “¡Compañeros,
tirad, que vengo entre moros! ¡Fuego! ¡Viva España!”. Se rompió la calma
con los disparos por ambos bandos hasta que llegaron los refuerzos al Puesto de
Guardia con lo que se rechazó al enemigo, no sin pocas pérdidas. Las bajas
españolas fueron 1 comandante y 9 de tropa muertos; 1 capitán y 15 de tropa
heridos y 1 teniente y 1 soldado contusos. Al amanecer y una vez hecha la
descubierta, se encontró el cadáver del cabo Noval, abrazado a su fusil, con 5
balazos en el cuerpo y la bayoneta calada teñida en sangre, y próximo al mismo
un moro muerto, que entre otras heridas de arma de fuego, tenía atravesado el
pecho de un bayonetazo.
Al día siguiente, el día 29 y no muy lejos de allí el general Arizón corona
los 885 metros de altura del monte Gurugú, que dominaba Melilla, y desde el
cual los rifeños disparaban sus cañones sobre la ciudad. Pero a continuación
los españoles reciben un revés en Jemís y el monte Gurugú se pierde ante la
dura acometida rifeña y debe ser una vez más reconquistado, por lo que las
últimas operaciones militares se extienden hasta finales del mes de Noviembre.
Esta victoria no consigue salvar al gobierno de Maura que después de los
hechos acontecidos en Barcelona (la Semana Trágica), y sus posteriores
derivaciones y con la impopular guerra de Marruecos pierde la confianza del rey
Alfonso XIII y es sustituido por Moret. La guerra está concluida “victoriosamente”,
aunque se tardará más de un año en firmar la paz oficial con el Sultán,
propietario del Rif.
Nuestro Cabo Noval con apenas 7 meses luciendo el uniforme y tras 14 días
en África entregó de forma heroica su vida. Y allí se le enterró en el
cementerio de Melilla, territorio español. Con este grabado:
“DISTE TU VIDA POR LA PATRIA
ESCRIBIENDO HERMOSA PÁGINA
DE GLORIA EN LA HISTORIA
DEL INVICTO EJÉRCITO ESPAÑOL
COMO BUEN HIJO Y MEJOR PATRICIO.
CABO NOVAL EN ÁFRICA”.
Su acto fue reconocido ampliamente recibiendo la máxima condecoración al
valor en campaña: la Cruz Laureada de San Fernando de 2ª Clase (mérito
solicitado el 13 de Octubre de 1.909 a petición del General Sotomayor, general
de su División en Melilla).
Desde el periódico La Vanguardia de Melilla se comunicó la noticia de su
muerte el día 2 de Octubre al igual que la petición de la Laureada el día 13. En
su memoria se levantó en Madrid, en 1.912, el monumento que se encuentra en la
Plaza de Oriente, en el jardín formado entre las calles San Quintín y Pavía.
Realizado por Mariano Benlliure con los fondos de una suscripción abierta por
una asociación de mujeres. En el pedestal, aparece grabada la siguiente
inscripción: “INICIADO POR MUJERES ESPAÑOLAS, SE ELEVA ESTE MONUMENTO A LA
GLORIA DEL SOLDADO LUIS NOVAL. PATRIA, NO OLVIDES NUNCA A LOS QUE POR TI MUEREN”.
El monumento, que simboliza el heroísmo del soldado español, está dedicado al
cabo Luis Noval Ferrao, muerto en la campaña de Marruecos de 1909 y condecorado
con una Laureada de San Fernando.
El 24 de Octubre de 1.916, regresaron los restos del Cabo Noval a Oviedo,
donde se le enterró, bajo el monumento que se le había dedicado, levantado en
el cementerio del Salvador, obra de Víctor Hevia.
Hoy en día, el Regimiento Príncipe No 3, también llamado “El
Osado“, sigue en activo en el acuartelamiento “CABO NOVAL”, en Siero
(Asturias).
LAS
CRUCES LAUREADAS DE SAN FERNANDO EN MARRUECOS.
Entre 1.909 y 1.925 el Ejército español derramó
generosamente su sangre en Marruecos, dejando constancia del heroísmo de sus
combatientes a través de los numerosos juicios contradictorios que se
instruyeron para la concesión de la Cruz Laureada de San Fernando. En las
diversas campañas que se alargaron por espacio de dieciséis años fueron
concedidas aproximadamente 150 Cruces Laureadas, dando idea de la dureza de los
combates en los que fueron ganadas el que un 55% de ellas no pudieron ser
prendidas en vida en la guerrera del héroe y tuvieron que ser otorgadas a
título póstumo.
Antes de 1.909 ya se habían entregado Cruces Laureadas de San
Fernando en Marruecos, aunque éstas habían sido muy escasas. Durante la Guerra
de África (1.859-1.860) había sido recompensado con la Cruz Laureada el capitán
don José Gutiérrez de Maturana, y años después la recibió el capitán don Juan
Picasso González, por los hechos ocurridos en 1.893 en el fuerte de Cabrerizas
Altas.
De las mencionadas 150 Laureadas más de las tres cuartas partes
fueron ganadas por jefes, oficiales, suboficiales y tropa del Arma de
Infantería, repartiéndose el resto entre Caballería (10 Cruces), Artillería
(8), Ingenieros (6), Sanidad Militar (6), Cuerpo Jurídico (1) y Armada (2). Las
heroicas intervenciones en combate del Servicio de Aviación recibieron como
recompensa 7 Cruces (4 de los pilotos pertenecían a Infantería, uno a
Caballería y el mismo número a Ingenieros y al Cuerpo Jurídico). Por empleos,
el más recompensado fue el de teniente, con un 33% de las Laureadas, seguido
del de capitán con un 27%. También destacaron por su valor las clases de tropa,
cabos y soldados, ganadores de un 12% de las Cruces. Tenientes coroneles y
comandantes, empleos con menos ocasiones de demostrar su valor que los inferiores,
fueron recompensados con 7 y 6 Laureadas, respectivamente.
El caballero de mayor edad en el momento de ganar la Laureada
fue el teniente coronel don Eloy Moreira y Espinosa de los Monteros, jefe del
Batallón de Cazadores de Tarifa, quien estaba a punto de cumplir los 57 años.
Tras la carga dada en Taxdirt por el teniente coronel Cavalcanti con el
Escuadrón de Alfonso XII, el teniente coronel Moreira se había puesto al frente
de una compañía de su Batallón, con la que se lanzó al ataque con el fin de
retirar las bajas tenidas por dicho escuadrón, recibiendo una gravísima herida
en la cara que le hizo perder mucha sangre y que le obligaría a permanecer
hospitalizado durante más de un año. No llevaba una buena carrera, pues había
ingresado en el Ejército como soldado voluntario y recorrido lentamente todos
los empleos hasta llegar al de teniente coronel en 1.906. Fue ascendido a
coronel por méritos de guerra en 1.909 y dos años después a general de brigada
por igual motivo, retirándose con este empleo.
En contraposición, el más joven fue el segundo teniente don
Carlos Ramírez Dabán, pues con tan solo 18 años ganó la Laureada durante la
heroica defensa de la posición de Kudia Riba, en 1.914, en la que perdería la
vida; era nieto del brigadier don Luis Dabán y Ramírez de Arellano, uno de los
artífices de la Restauración.
El primer hecho de guerra de las Campañas de Marruecos que
merecería la Laureada tuvo lugar el 23 de Julio de 1.909 en las estribaciones
del Gurugú. Intervino una columna al mando del coronel Álvarez Cabrera, que
moriría durante la acción, y ganarían en ella la Cruz Laureada el capitán
Fernández de Guevara y los tenientes Fernández de Cuevas y De los Reyes, los
tres a título póstumo, que no les sería concedida entre los meses de Mayo y Agosto
de 1.910.
Por el contrario, el último de los hechos premiados tendría
lugar el 4 de Julio de 1.927, y en él ganaría la Laureada el capitán de
Infantería perteneciente al Servicio de Aviación don Felipe Matanza Vázquez,
que también perdería la vida al realizar un bombardeo.
La Laureada que se concedió en fecha más temprana durante la
primera de las Campañas de Marruecos fue la del teniente coronel Cavalcanti,
que lo fue en el mes de Febrero de 1.910, por la carga que había realizado en
Taxdirt el 29 de Septiembre del año anterior. La siguiente Laureada le
correspondería al cabo don Luis Noval Ferrao, que un día antes ofrecería su
vida por las de sus compañeros negándose a facilitar la entrada a los moros a
la posición que guarnecía. Con anterioridad a estos dos hechos hubo otro que
dio origen a la concesión de varias Cruces Laureadas: La acción del Barranco
del Lobo, el 27 de Julio de 1.909. En ese día, fuerzas de la 1ª Brigada Mixta,
al mando del general don Guillermo Pintos Ledesma, al tratar de ocupar las
alturas del Gurugú, cayeron en una emboscada, teniendo numerosas bajas. Ocho de
sus jefes y oficiales, pertenecientes al Arma de Infantería, recibirían la
Laureada: el teniente coronel Palacio Rodríguez, los comandantes Fresneda
Calsamiglia y López Nuño, los capitanes Melgar Mata, Moreno de Guerra y
Navarro, y los tenientes De la Portilla y Tourné, todos ellos a título póstumo.
Hubo juicios contradictorios que se alargaron hasta muchos años
después de la finalización de los enfrentamientos. El que más se demoró fue el
abierto al cabo de Infantería don Ramón Fernández Sáez, que no recibiría la
Cruz Laureada hasta el 17 de Abril de 1.936 por una acción cometida el 13 de
Agosto de 1.924. En ese día salió del blocao “Serrana” al mando de cinco
individuos para proteger la aguada, y cuando de regreso se encontraban a una
distancia aproximada de un kilómetro recibieron una descarga del enemigo a
bocajarro, tras la cual, aunque resultó herido, resistió haciendo fuego en
unión de dos soldados, uno ileso y el otro herido leve, impidiendo que el
enemigo, superior en número, se apoderase del armamento de un soldado que había
resultado muerto y del de otros dos con heridas graves, ordenando armar el
cuchillo bayoneta para resistir de esta forma, en caso necesario, e impedir que
el enemigo, muy próximo, se acercara al muerto y a los heridos graves,
continuando haciendo fuego, teniendo a raya al enemigo hasta la llegada de las
fuerzas de socorro, ante cuya presencia huyó aquél, siendo retirados a la
posición el muerto y los heridos con todo su armamento. El cabo Fernández Sáez
pudo lucir la Cruz Laureada en vida, ya que la herida que sufrió durante la
acción no fue mortal.
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