“Imagínense por un momento
que son ustedes una unidad que parte para Afganistán. Saben que les van a
integrar un TACP de IM. Surge entonces la primera pregunta: ¿Eso no lo hacían
los del Ejército del Aire? Aparece después el jefe del TACP en las jornadas
C-IED (Counter- Improvised Explosive Device), cuatro meses antes de desplegar. Lleva mimetizado, pero es
diferente al suyo. Más tarde, en la fase de concentración aparece ya el resto
del equipo: Uniforme árido, también diferente al del resto de las FAS. Hablan
de táctica terrestre, de infantería, con absoluto desparpajo… Y no parecen
perdidos ni incómodos por estar lejos de la mar. La mayor parte dice haber sido
fusilero, pero ahora… Son del Grupo de Artillería de Desembarco. Y en el
banderín de su unidad aparecen juntas las palabras “Infantería” y “Artillería”.
Al menos uno de ellos sabe mucho de transmisiones (aunque defiende
insistentemente que se llaman comunicaciones, afirmando “yo, aparte de
transmitir, también recibo”) y, por si fuera poco, cuando se les pregunta en
qué barco están destinados ponen cara de póquer y responden: “En ninguno.
Estamos destinados en el Tercio de Armada”. Por tanto, tenemos unos sujetos que
visten diferente, controlan aviones, están destinados en un Grupo de
Artillería, tienen amplia experiencia y formación como infantería y a pesar de
ser “de Marina” y estar orgullosos de ello, no están destinados en ningún
barco… Sólo queda una pregunta: ¿Pero quiénes son esta unidad? La respuesta es
fácil: Somos los equipos ACAF, del Grupo de Artillería de Desembarco, Brigada
de Infantería de Marina, Armada Española. Estamos listos para apoyarles… ¡Desde
ya!” (Capitán de Infantería de Marina Hugo Santos Aso:
“El Observador Universal: Equipos ACAF de la Infantería de Marina”. “Revista
Naval” [Noviembre de 2.010], páginas 628 y 629).
Poca gente
sabe de la existencia de los Equipos ACAF (Adquisición y Control del
Apoyo de Fuegos) de Infantería de Marina (y mucho menos de su importancia
en Zona de Operaciones): Compuestos por un oficial bilingüe en inglés, un
suboficial, y otros ocho Infantes de Marina, ellos son los encargados de
enlazar con Aire en caso de un hostigamiento o ataque (y acompañan siempre a
los convoyes). Son los ojos, la boca y los oídos de las tropas en Afganistán
desde el año 2.009. Siempre atentos. Siempre vigilantes… Si se produce un
ataque de la insurgencia esta unidad se encargará de solicitar apoyo aéreo y
dirigir a los cazas hacia sus objetivos en tierra.
La
Armada es, por su capacidad de proyección intrínseca, el único de los tres
ejércitos que dispone orgánicamente de los tres fuegos de apoyo: FUEGO NAVAL,
proporcionado por los buques de superficie; ARTILLERÍA DE CAMPAÑA,
proporcionada por el Grupo de Artillería de Desembarco (GAD), y APOYO AÉREO,
proporcionado por las diferentes aeronaves de ala fija y rotatoria de la
Flotilla de Aeronaves. A la capacidad de apoyo de fuegos va necesariamente
ligada la necesidad de observar y dirigir cada uno de estos fuegos mediante su
observador específico. En la Armada española, como en casi todas las demás
marinas de guerra, estos equipos de observadores avanzados trabajaban por
separado, hasta que a mediados de los años 60 se hizo cada vez más común verlos
actuar juntos, integrándose. En la década de los 80 y por iniciativa de un
grupo de oficiales del Cuerpo de Infantería de Marina, la integración se
consolida al fundirse estos equipos en una única unidad que aglutina las
capacidades de los equipos originarios. Nacen así los Equipos de Adquisición y
Control del Apoyo de Fuegos (ACAF), una unidad de observadores avanzados,
dividida en pequeños equipos, cada uno de los cuales cuenta con la capacidad de
corregir el fuego de todos los apoyos disponibles: naval, terrestre y aéreo. Es
también en los años 80 cuando estos equipos pasan a formar parte del Batallón
de Armas Pesadas de Desembarco (BAPD), precursor del GAD, encuadrándose en la
Sección de Enlace y Coordinación, en la que todavía continúan.
Actualmente
los equipos ACAF siguen siendo los encargados de proporcionar la observación de
los diferentes fuegos dentro de la Brigada de Infantería de Marina (BRIMAR).
Existe un total de ocho equipos, dado que los cuatro originales se
incrementaron para poder responder a la demanda de equipos TACP-FAC (Tactical
Air Control Party-Forward Air Controller) impuesta
por la operación R/A en Afganistán. La versatilidad de sus miembros es uno de
los aspectos clave en los equipos ACAF, de forma que, excepto el componente
FAC, por motivos legales de cualificación y certificación, todos los miembros
del equipo deben estar preparados para asumir las funciones de cualquier otro
miembro. Los equipos ACAF constituyen la base del equipo TACP-FAC que la
Infantería de Marina ha desplegado en ZO, contingente tras contingente, desde ASPFOR
XIX, donde han dado muestras de su valía profesional en acciones reales de
combate.
Cometidos
CONDUCCIÓN DE AERONAVES DE ALA FIJA Y ROTATORIA EN MISIONES CAS
(Close Air Support).
ASESORAR A LA UNIDAD APOYADA EN EL EMPLEO DE LOS MEDIOS AÉREOS.
OBSERVAR OTROS FUEGOS DE APOYO, COMO ARTILLERÍA O MORTEROS, Y
ASESORAR AL MANDO EN SU EMPLEO.
COORDINAR LOS APOYOS DE FUEGOS, AL MENOS A NIVEL COMPAÑÍA.
ACTUAR COMO AUTORIDAD AERONÁUTICA EN SU ZONA ASIGNADA, CUANDO
ESTÉ ACTIVA.
El PRT español incorpora un equipo de estas características en todas las
rotaciones de personal desde marzo de 2008. A partir de ese momento, el equipo
ACAF se ha encargado de solicitar y dirigir apoyo aéreo durante las misiones
que realizan tanto en apoyo del Gobierno afgano, junto con la Policía y
Ejército del país, como para las misiones de escolta al personal de la Agencia
Española de Cooperación Internacional para el Desarrollo (AECID). Miembros de
la AECID forman el componente civil del PRT español, y trabajan en proyectos
para mejorar las infraestructuras de la provincia de Badghis, una de las más
pobres de todo Afganistán.
Para llegar
a formar parte de un ACAF los candidatos deben superar una instrucción y
adiestramiento específica para la conducción de armas de apoyo, fuego naval y
de Artillería, así como para el control aerotáctico avanzado. Su entrenamiento
los capacita para superar operaciones de infiltración, evasión y escape,
incluyendo paracaidismo. Por lo tanto, pueden dirigir misiones de aviones de
combate de la OTAN, así como dirigir el enlace, coordinación y dirección de
toda clase de fuegos de apoyo para ataque a objetivos:
Cada
integrante de los Equipos ACAF debe estar familiarizado con otras armas de
apoyo, como artillería, morteros y fuego naval. Cada uno de los equipos de
observadores de artillería, morteros o fuego naval se centra exclusivamente en
su fuego de apoyo correspondiente. Sin embargo, a diferencia de los otros
equipos de observadores avanzados, los equipos ACAF se adiestran en los tres
principales fuegos de apoyo con igual intensidad; ninguno tiene más peso que
otro. Si a este hecho le sumamos ciertas capacidades y necesidades propias,
llegaremos fácilmente a la conclusión de que el adiestramiento de los equipos
ACAF abarca una gran variedad de aspectos:
En la Observación
artillera se trabajan todos los supuestos: Cortinas, alto explosivo,
misiones SEAD (supresión de defensas aéreas enemigas), iluminantes, supresiones
inmediatas, etc. Igualmente, se trabaja en fonía, como en zona de operaciones,
pero también apuntando hacia el futuro, con el programa THALOS. Todo el
entrenamiento se efectúa en español y también en inglés, por lo que observar
fuegos de otros países de la OTAN nunca ha sido un obstáculo para ACAF. Es
vital en el programa de adiestramiento LA OBSERVACIÓN DE MORTEROS, que -aunque
sea de una exigencia menor que la de artillería- se ha revelado de gran
utilidad (pues las experiencias de esta unidad en acciones de combate en
Afganistán así nos lo han enseñado).
Observación
de fuego naval: El carácter anfibio de la Infantería de
Marina hace posiblemente del fuego naval su apoyo de fuegos diferenciador, el
que le es exclusivo. De él disponen los infantes de marina en los críticos
primeros momentos del desembarco, cuando la artillería de campaña todavía no ha
desembarcado y quizá el apoyo aéreo sufre limitaciones. El adiestramiento en
este aspecto, siempre en idioma inglés, se sustenta en las colaboraciones
mensuales con las fragatas de las diferentes escuadrillas de la Armada española,
así como con buques de la OTAN en las maniobras en las que participan
realizando fuego real sobre costa, cuando el campo de maniobras y el ejercicio
lo permiten.
Comunicaciones:
Las comunicaciones de un equipo ACAF son, sin duda, de las más
complejas y variadas en una pequeña unidad. Esto incluye equipos en casi todas
las bandas de trabajo; UHF SATCOM, UHF, VHF, HF. Todas ellas, evidentemente,
con sus respectivos saltos de frecuencia y circunstancias particulares. Con
estas bandas se cubren todas las redes tácticas necesarias para enlazar con la
unidad de maniobra, así como las de conducción y petición de todos los fuegos
de apoyo. A pesar de la notable formación del personal con la aptitud de
comunicaciones para tropa de IM, la diversidad de equipos de radio, antenas y
accesorios —alguno de reciente adquisición—, así como las necesidades
específicas de los equipos ACAF, hacen necesario que los cabos primero de
comunicaciones de los diferentes equipos se adiestren intensamente en todos los
aspectos relativos a las comunicaciones, como programación, instalación u
operación, entre otros.
Conducción:
La formación y adiestramiento de los conductores de los equipos
ACAF es un aspecto en el que la experiencia nos dicta que no puede haber
descuidos. La diferencia entre un conductor bien o mal adiestrado, actuando
bajo el fuego oponente, puede marcar la diferencia entre la supervivencia o no
del equipo. Cada uno de ellos debe tener al menos dos miembros con el Permiso
Militar de Conducción (PMC) “C” por dos razones fundamentales -aparte de por
ser necesario para conducir el vehículo Hummer de
dotación en la BRIMAR-: La primera, porque la fatiga es una de las principales
causas de accidente en la conducción, y tener al menos dos conductores nos
permite relevarlos y evitar así los perniciosos efectos de la fatiga. Como ya
hemos dicho, al cuidar la versatilidad dentro de los miembros del equipo estos
relevos no afectan de manera notable al rendimiento del equipo. La segunda
razón es que se ha demostrado que el personal que obtiene el PMC “F” específico
de un vehículo, estando ya en posesión del “C”, tiene comparativamente una
conducción todoterreno más segura, con menos accidentes e incluso menos averías
en el vehículo. No obstante, esta formación se refuerza en ejercicios y
maniobras con adiestramiento específico en conducción todoterreno,
mantenimiento preventivo y recuperación de vehículos.
Paracaidismo:
El paracaidismo automático es una de las capacidades de los
equipos ACAF que los diferencia de otros equipos de observación. Gran parte de
sus miembros cuentan con esta aptitud, incluyendo el Curso de Mando de Unidades
Paracaidistas para los oficiales y suboficiales.
Tiro: El
adiestramiento en tiro de fusil ha sido, tradicionalmente, una de las mayores
preocupaciones del infante de marina. En una unidad de vanguardia, cuyas
características la hacen desplegar cerca del enemigo, no puede ser menos. Así,
el adiestramiento en tiro de los equipos ACAF está basado en el genérico para
la BRIMAR, al cual se añaden ejercicios específicos de clara orientación al
despliegue en la zona de operaciones de Afganistán. Estos incluyen tiro con
ametralladoras desde vehículos en convoy, rupturas de contacto con vehículo y
abandono del mismo mediante el fuego y movimiento, con apoyo del resto del
convoy.
El
adiestramiento como FAC (Forward Air Controller) de los equipos ACAF es
sumamente exigente, pues en los equipos ACAF se es plenamente consciente de lo
importante que es tener FAC bien adiestrados y de calidad. Al desplegar en una
zona de operaciones tan exigente como Afganistán, no se escatiman esfuerzos en
su preparación. En una unidad pequeña como ésta las lecciones aprendidas fluyen
continuamente y casi en tiempo real, desde y hasta la zona de operaciones,
incrementando el nivel de conocimiento teórico y práctico de los FAC. El
adiestramiento del personal FAC de ACAF se basa sobre todo en tres pilares:
teoría, práctica y lecciones aprendidas. En el estudio teórico de la doctrina
vigente, junto al estudio individual que hace cada FAC, son frecuentes las
“puestas en común”, en que cada FAC llama la atención al resto sobre aquellos
aspectos de la doctrina que deben ser estudiados en detalle, que pueden inducir
a error o crear conflicto con otras unidades. El estudio doctrinal del CAS en
esta unidad sigue la máxima de que “nunca se sabe lo suficiente”. Los
conocimientos teóricos de cada FAC se comprueban, como exige la doctrina,
mediante examen teórico-práctico que se debe realizar como máximo cada 18
meses. No aprobarlo implica la inhabilitación del FAC para controlar aeronaves
en misiones CAS. La práctica se obtiene a través de las habituales
colaboraciones con aeronaves, bien de la Armada o del Ejército del Aire,
aviones o helicópteros, trabajando todos los aspectos del CAS, en alta y baja
cota. Estos ejercicios prácticos de CAS (conducciones) son necesarios para que
los FAC mantengan sus cualificaciones según los requisitos marcados en la
doctrina. Ésta marca los mínimos necesarios para dicha cualificación,
recalcando una y otra vez qué mínimos son precisamente eso, mínimos, y, por
tanto, siguiendo esa filosofía, en los equipos ACAF se evita por todos los
medios que personal novel, sin la suficiente experiencia, despliegue en zona de
operaciones. Como norma general, ningún FAC lo hace antes de pasado un año de
adiestramiento intensivo en la unidad, en todos sus cometidos. Por supuesto, la
cualificación de los FAC para desplegar es supervisada y certificada por los
instructores de la BRIMAR. La experiencia práctica se completa con la
participación en la mayor parte de los ejercicios de la BRIMAR, integrándose en
los batallones y demás organizaciones operativas, apoyando su planeamiento y
ejecutando el CAS en apoyo de su maniobra. Finalmente, es especialmente
reseñable el adiestramiento específico del FAC actuando como jefe de equipo
ACAF en la coordinación de fuegos de apoyo a nivel de compañía o batallón, si
se requiere, y como máxima autoridad en CAS, en íntima colaboración con el FSCC
(Centro de Coordinación de Apoyo de Fuegos), si corresponde. Esta coordinación
la realiza a nivel de planeamiento, pero también a nivel práctico, en tiempo
real, en su zona de control aéreo asignada. Un ejemplo ilustrativo podría ser
aquél en que el equipo observa artillería/morteros y/o fuego naval mientras el
FAC, jefe de equipo, dirige uno o varios vuelos de aeronaves en CAS u otros
menesteres, evitando el conflicto entre sí y con las trayectorias de las armas
de apoyo. Una misión SEAD en la que la artillería habilitase la entrada de
aeronaves en misión CAS podría ser otro ejemplo claro. Por último, como directa
consecuencia de las lecciones aprendidas en Afganistán, se está incrementando
el adiestramiento en CAS tipo 2 y 3, que son aquellos tipos de control en los
que el FAC no está en condiciones de adquirir visualmente a la aeronave
atacante y/o al blanco en el momento de la suelta de armamento y debe por tanto
apoyarse en algún otro elemento, como podría ser un observador avanzado, algún
sensor o cualquier otra unidad que sea capaz de proporcionar al FAC la
información que necesita para el guiado de la aeronave.
Los equipos de ACAF se encuentran
dentro del Grupo de Artillería de Desembarco (GAD) de la Infantería de Marina y un Grupo de estos infantes participó en la toma de la Isla Perejil junto
con los miembros del Mando de Operaciones Especiales del Ejército de Tierra…
Ahora, los infantes relevaban a los equipos TACP -Tactical Air Control Party-del Escuadrón de Zapadores Paracaidistas
(EZAPAC), desplegándose en El Líbano y en Afganistán.
La Infantería de Marina es
mucha Infantería de Marina... Los primeros en pisar Iraq, los primeros en pisar
Líbano, los primeros -y únicos- en pisar Haití... Desde 1.537 (el cuerpo de
Infantería de Marina más antiguo del mundo y del cuerpo de élite más antiguo de
las FAS), VALIENTES POR TIERRA Y POR MAR.
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Y, a
colación, merece la pena recordar cierta historia, para muchos también
desconocida…
El 5 de Septiembre de 2.009, el entonces teniente
Lorenzo Vingut Harrington y sus hombres soportaron durante hora y media un
ataque de la insurgencia afgana. El “temple en el mando de su unidad” y
el “desprecio por el riesgo” que demostró bajo el fuego enemigo le
valieron para ser condecorado con la Cruz al Mérito Naval con distintivo rojo,
de la que pocos militares pueden presumir. Esta es la historia de aquel
combate.
¿Hubo algún momento durante aquel combate en el que
pensó “de aquí no salgo”? “No. Luego sí lo pensé. Después,
tranquilamente, mientras tomaba con mi gente un café en la cantina de la base
de Qala e Naw (Baghdis)”. El ibicenco Lorenzo Vingut Harrington (Sant
Antoni, 1.979) apura un Chesterfield mientras relata en la terraza del Club
Náutico de Eivissa los pormenores del combate que el 5 de Septiembre de 2.009 entabló
contra los insurgentes en Sangatesh Boluda, un poblado afgano. Al ahora capitán
de Infantería de Marina, entonces teniente, le concedieron en 2.011 la Cruz al
Mérito Naval con distintivo rojo por su “temple en el mando” durante la
hora y media en la que él y los nueve hombres a su mando permanecieron bajo
fuego hostil aquella jornada. Pocos militares españoles pueden lucir el
distintivo con ese color, propio de acciones heroicas y bélicas: “Su
desprecio por el riesgo que afrontó fue un ejemplo para todos”, decía sobre
él una nota remitida por el Ministerio de Defensa cuando le fue entregada la
medalla el 15 de Junio de 2.011.
“El miedo siempre está ahí. Es lo que a un animal
le permite salir de una situación complicada. Sube la adrenalina y eleva incluso
tus posibilidades físicas y mentales. Aquel que diga que no tiene miedo en un
combate, o miente o está loco. Miedo pasamos todos. Pero el miedo es mayor
cuando te enfrentas a algo ante lo que no sabes reaccionar. Otra cosa es que
tengas miedo y sepas qué tienes que hacer”. Aquel 5 de septiembre el
adiestramiento permitió al entonces teniente y a los soldados a su mando no
entrar en pánico: “Temes por tu vida, pero no te das cuenta del riesgo en
ese momento. Estás tan metido en lo que tienes que hacer que no te percatas del
peligro real que corres. Luego, después del combate, llegas a la base, te pegas
una ducha, vas a la cantina y mientras tomas un café con tu gente es cuando
dices “madre mía en la que he estado”. Y con ese café es cuando te entra todo
el cansancio”.
El contingente enviado a Afganistán no está implicado
en operaciones ofensivas: “Todos los combates se producen en defensa propia
o en apoyo de operaciones del ejército afgano”, destaca el capitán. Las
misiones consisten en acudir a los pueblos cercanos para preguntar a sus
habitantes cuáles son sus necesidades, además de escoltar a la Agencia Española
de Cooperación Internacional y Desarrollo, dependiente del Ministerio de
Exteriores y que realiza allí, entre otras cosas, proyectos de saneamiento y de
carreteras. También dan cobertura a los camiones de ayuda humanitaria y
trasladan médicos y veterinarios militares a pueblos que carecen de esos
servicios: “Pero la situación es allí tan insegura que hay que llevar un
despliegue apropiado. Cuando lo hacemos, tenemos que tomar una zona alta para
poder observar el terreno”, explica.
El 5 de Septiembre ascendieron con dos vehículos Lince
hasta una cota de Sangatesh Boluda para controlar los aledaños mientras un
equipo médico atendía a la población: “Era un camino bastante angosto, de
manera que en lo alto, si queríamos dar la vuelta, había que dar marcha atrás.
Estuvimos allí toda la mañana y no hubo ningún problema. Pero los insurgentes
no son tontos. Saben lo que tienen que hacer. Justo cuando se ponía el sol por
detrás empezaron a atacarnos. Y lo hicieron en el momento en que estábamos
abandonando la posición marcha atrás”, justo cuando eran más vulnerables y
uno de ellos se hallaba fuera de los vehículos blindados para apoyar la
maniobra. “Escuché disparos, el guía se cubrió y se metió dentro. Los RPG
[granada propulsada por cohete, o lanzagranadas] impactaban justo al lado. Vi
que con los vehículos así no hacíamos nada: si salíamos marcha atrás, malo. Así
que ordené al conductor que regresáramos a la cota, adelante de nuevo”.
Volvieron a la posición y como disparaban contra ellos
lanzagranadas decidieron salir de los Lince y situarse a socaire: “Era una
antigua cota soviética -de cuando la URSS invadió Afganistán- en la que había
pozos de tirador. Nos desplegamos en varios sitios y empezamos a responder con
todo. Y aun así hacían fuego eficaz”, señala. Que los talibanes los
mantuvieran a raya da una idea tanto de su número como de su equipamiento, ya
que los españoles no iban mal pertrechados: en cada Lince había dos
lanzagranadas de 40 milímetros y ametralladoras pesadas. “Entonces hirieron
a uno de mis cabos 1º en una pierna. Todo empezaba a complicarse, pero había
que mantener la calma, ver si peligraba su estado y, en ese caso, sacarlo de
allí. Pero era un orificio de entrada y de salida en el gemelo. Se le aplicaron
los primeros auxilios hasta que lo bajamos luego a la ambulancia”,
rememora. Durante hora y media soportaron una lluvia de balas y granadas. Hasta
que recibieron apoyo aéreo y de las unidades terrestres que se hallaban en el
pueblo: “El problema fue que tuvieron que cruzar un río. Movilizarse y
atacar al enemigo desde otra posición para que nosotros pudiéramos salir, les
llevó su tiempo”. Ese apoyo les permitió bajar hasta el pueblo, dejar allí
al herido y regresar de nuevo al combate para apoyar a los que habían ido en su
auxilio.
Salieron del poblado sobre las siete de la tarde,
cuando ya anochecía, y aun así recibieron algún que otro disparo de
hostigamiento durante el camino de regreso a la base de Qala e Naw. ¿Y si la
ayuda no hubiera llegado antes del ocaso? “La noche era peor para ellos.
Nosotros teníamos medios de visión nocturna”.
Vingut salió de la Escuela Naval Militar en Julio de 2.003.
Cuatro meses después era destinado a Bosnia, donde permaneció hasta Junio de
2.004: “La zona de los Balcanes estaba ya bastante tranquila. Luego volví en
el 2.006 y lo estaba bastante más. Incluso así había alguna que otra situación
de tensión, aunque nada comparado con Afganistán”. Pero tras su paso por la
academia, Bosnia le sirvió para abrir los ojos, para percatarse de la enorme
responsabilidad que había adquirido: ser jefe de un mínimo de 30 hombres. “Eres
responsable de ellos y de lo que se hace”, subraya. Que no es poco.
No duda un segundo en responder a la pregunta de
cuándo pisó por primera vez suelo afgano. Es más, casi se atraganta con el café
con leche para contestar raudo: “El 4 de Marzo de 2.008”, dispara. LA
INFANTERÍA DE MARINA AÚN NO HABÍA SIDO DESPLAZADA HASTA ALLÍ: “Nos mandaron
ese año para hacer un trabajo que ya hacía la Escuadrilla de Zapadores de
Paracaidistas del Ejército del Aire: El control aerotáctico (TACP). Hubo
que meter otro TACP en la zona de operaciones. Y fue cuando nos llamaron. Tuve
la suerte de ser el primero en ir”.
No esperaba lo que se encontró: “Hasta 2.008, la
situación allí no era tan violenta. Apenas había altercados. Pero cuando llegué
empezó a escalar la violencia. De hecho, aterricé un 4 de Marzo y siete días
después tuvimos que salir los equipos de operaciones especiales y nosotros
rápidamente de la base porque estaban atacando a los nuestros. Fue aterrizar y
empezar. Y el 28 o 29 de marzo tuvimos el primero de los combates. El primer
combate de mi vida”…
En su primer combate actuó “según procedimientos,
sin pensarlo”. Y todo gracias al entrenamiento extenuante recibido: “Respondes
así gracias al adiestramiento que nos hartamos de hacer día a día. Muchas veces
nos preguntamos por qué tenemos que repetir algo 20 veces. Pero luego, en el
combate, te percatas: la razón es que haces las cosas sin darte cuenta. Puede
que los tiros pasen rozando tu cabeza o que un RPG explote a tu lado, pero
sigues solo pensando en lo que tienes que hacer. Esa facilidad, ese no perder
el tiempo en preguntarte “esto cómo se hace” permite tomar decisiones, emplear
útilmente el tiempo. Lo mecánico tiene que salir solo”.
Aquel escenario es muy favorable a la insurgencia: “Nosotros
nos movemos en vehículos blindados, por terrenos y pistas angostas que
normalmente están cubiertas por cotas bastante altas. Ellos suelen situarse
allí cuando quieren atacarte. Combates hay a menudo, pero sobre todo
hostigamientos. Por donde pasábamos había alguna que otra cota desde la que
sabíamos que nos iban a tirar dos o tres tiros. Respondías con un rafagazo y
seguías adelante. Si no son una amenaza no te enfrentas siquiera. No nos
enfrentamos por enfrentar”.
El ibicenco procede de los equipos ACAF (Adquisición
de Blancos y Control del Apoyo de Fuegos) de Infantería de Marina, que se
encargan de controlar, corregir y coordinar la artillería, el fuego naval y el
fuego aéreo: “En Afganistán teníamos que dar apoyo aéreo. Lo hacíamos
hablando con el avión vía radio, o señalando el objetivo con designadores
láser, o marcando con humo el área... Nuestro trabajo es batir al enemigo con
el apoyo aéreo, aunque eso no es realmente lo más importante. Si voy a tirar
algo (un misil) desde el aire, lo más importante para mí es evitar daños
colaterales (bajas civiles) y fuego amigo. Y hasta ahora lo he conseguido”,
se congratula.
Resulta paradójico, aunque solo sea por pura
semántica, que un infante de Marina luche en un desierto: “Sí, mucho, pero
es la capacidad que tenemos. Nuestra táctica es la misma, prácticamente, que la
de Tierra, solo que además sabemos tomar una cabeza de playa y también somos
paracaidistas. Hacemos un poquito de casi todo”.
Mantener el temple en el mando es casi tan difícil
para los militares que se la juegan a diario como vérselas luego con su
familia: “Hay muchas cosas de las que no puedes hablar con ellos. No porque
no puedas contárselas, sino por no preocuparles. Cuando me desplegué por
primera vez en Afganistán, no esperaba lo que me iba a encontrar. Sabía que iba
a una misión complicada, pero no esperaba ni de lejos lo que me encontré en
cuanto a hostilidad y situaciones de combate”. Cada vez que regresaba de
una refriega, lo primero que hacía era ponerse en contacto con su madre. No le
contaba dónde había estado ni lo que había ocurrido para no preocuparla. El fin
de esa llamada era que oyera su voz. Pero en cuanto escuchaba la radio o la
televisión, Amanda Harrington se daba cuenta en seguida de por qué la acababa
de telefonear: “Si lograba hablar con ella antes del telediario, sé que se
quedaba tranquila”.
Sin cicatrices, solo algún corte “sin importancia”
tras participar en ocho combates y numerosos hostigamientos, en la actualidad
recibe un curso en Cartagena. Hombre de acción más que de despacho, espera
regresar algún día adonde hay jaleo, aunque lo tendrá difícil tras el repliegue
iniciado por España en ese escenario: “Sé que me tocará alguna vez despacho. Ya
lo he tragado, y a medida que pasen los años, más despacho tragaré”, dice mientras
se encoge de hombros. “Yo no sabía si valía para esto… Nos metemos en el
Ejército con la idea de que sí creemos valer. Pero no es reprochable si luego
alguien se echa para atrás y dice “esto no es lo mío”. Porque por mucho que te
adiestres no hay ninguna situación que iguale al combate”.
Cuando recientemente vio “La Noche Más Oscura”,
la película que cuenta cómo los SEAL acabaron con Bin Laden en su residencia de
Abbottabad (Pakistán), le sorprendió las gafas de visión nocturnas que portaban
los miembros del DEVGRU, unidad de élite dentro de los SEAL, compuestas por
cuatro tubos que permiten una visión nocturna periférica: “Nunca había visto
esas gafas, deben de ser de quinta o sexta generación”, seguro que mejor que
las que llevaba aquel 5 de Septiembre de 2.009 en los Lince. Pero lo que más le
gustó de ese filme fue su realismo: “Normalmente, las películas americanas
hacen hincapié en que todo sale siempre perfecto. Y no es cierto. Si entras en
una casa, habitualmente te proporcionan información. Pero de ahí a la realidad
hay un gran trecho. Al entrar encuentras cosas diferentes. Cuando fueron a por
Bin Laden se toparon con mujeres. En esos casos tienes que reaccionar sobre la
marcha. Has de discernir en milésimas de segundo. Abres una puerta, entras, ves
algo que esperas que sea hostil... ¿Pero y si es una mujer? Lo que no tiene que
ocurrir nunca es que la dispares. Ahí es donde enfocamos nuestro
adiestramiento, en saber tomar esa decisión en milésimas de segundo”.
Cuando se le recuerda que el lema de los SEAL es “El único día fácil fue el
de ayer”, responde: “Estoy de acuerdo, nunca sabes lo que te espera”.
José
Miguel L. Romero: “Un Ibicenco en Tierra Hostil”. “Diario de Ibiza”,
8 de Abril de 2.013.
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