miércoles, 6 de marzo de 2013

CB (V): Los Guardiamarinas



Sinopsis: Un grupo de alumnos que se prepara para ser guardiamarinas, vive en la Escuela Naval experiencias muy diversas: desde las típicas novatadas a las nuevas responsabilidades a las que tendrán que enfrentarse cuando obtengan la graduación.

Alberto de Mendoza en la mar. Y su esposa da a luz. “Será marino, como su padre”… Y la cara de Julia Gutiérrez Caba es todo un poema (ya comenzamos a intuir una de las ramificaciones de la trama). Al menos, el comienzo –en su tradicionalismo- es original (no hay saltos de alegría por el nacimiento ni brindis ni cohetes y abrazos).

Pasamos a la travesía con el himno de la ENM. como fondo musical (antes de que ese Ministro de Defensa apellidado Bono mutilara y alterara su letra), donde comienzan a presentarse los personajes: El serio y responsable Montero, el sinvergüenza y viva la vida Andrade (es curioso, en “Botón de Ancla”, un miembro de la “Trinca” se apellidaba Bahamonde, como Franco, y ahora Andrade, como su alter ego “Jaime”… El Caudillo debía dar saltos de alegría con estos homenajes) de sonrisa “Profident” y espejo de Peter Lee Lawrence en “Los Caballeros del Botón de Ancla” (Ramón Torrado, 1.974), el enamorado más de su trabajo que de su mujer Teniente de Navío (Capitán) Torres, el marino de secano Ríoseco…

La sombra del padre de Andrade es alargada: Marino más por tradición (e imposición) que por vocación, en eterno enfrentamiento con la figura paterna al borde del retiro (de menor graduación que el hijo, con una relación similar a la de Robert Loggia y Richard Gere en “Oficial y Caballero”, pero con postura paterna diametralmente diferente) y consigo mismo, ya tenemos al atormentado vulnerable bajo una fachada de bon vivant. Mientras, un egoísta Torres se enfrenta a su abandonada esposa, con el matrimonio pendiente de un hilo (de un traslado a Madrid, más bien)…

Evocaciones marinas llenas de nostalgia (e ilusiones) en las que muchos podrán reconocerse: Las viejas generaciones de lobos de mar frente a las guatequeras y despreocupadas nuevas generaciones de jóvenes ye-ye. Pero de eso trata la película, como la mayoría, de quitar la venda de los ojos al hijo rebelde y devolver a la oveja descarriada al redil (ha sido, es y será siempre el mismo quid de la cuestión). Si a eso añadimos el típico (y ya recalcitrantemente tópico) triángulo amoroso chico-chica-chico (y eso que Mariajo es bastante insulsa), tenemos la estructura del film levantado. Ahora sólo falta hora y cuarto de ladrillos y cemento: La instrucción y las clases tienen su justo valor (no meramente anecdótico, como sucede en otras cintas navales), tanto desde un enfoque serio como para servir de marco a los gags humorísticos a cargo del tándem Landa-López Vázquez (en el rol de los anteriores –y posterior- “Trinquete” en proporción ¼ y ¾ respectivamente). Además, la relación Rubio (siempre pensando en lo mismo… En lo único) versus Zarzo (siempre pensando en los libros) se va consolidando de forma creíble y bien elaborada, sin precipitaciones ni demasiadas inverosimilitudes, desarrollándose entre las aulas, las maniobras y los ejercicios (todo ello similar pero mucho mejor rodado que, siete años después, en “Los Caballeros del Botón de Ancla”).

El desarrollo de la película es toda una transformación: El proceso de los Guardiamarinas hasta convertirse en Oficiales (y algo importante, si no llegas a identificarte con ciertos personajes sí, al menos, surge cierta empatía). Y en “Los Guardiamarinas”, Marín no es un mero escenario donde ubicar la acción, como en otros films marinos. Esta vez, la Escuela Naval está viva, cuenta. Es un actor más… Y eso le imprime valor a la cinta.

Eso sí, no falta el sermón… Pero más como reprimenda que como discurso patriotero, con una respuesta contestataria (y llena de rencor hacia la Armada) del interfecto, defraudado, aburrido, frustrado. Es curioso cómo dicho discurso deriva, por primera vez, en una perspectiva realista y sin el halo romántico de anteriores (y posteriores) incursiones bélico-cinematográficas: “(…) Nuestra misión no es la guerra, sino la paz” (sobresaliente).

Casi desapercibidamente, el actor Pepe Rubio hace referencia a una página interesante (y bastante desconocida) de nuestra Historia bélica naval: Los bous armados (navíos más propios de la Marina Republicana -más concretamente de la “Euzko Itsas Gudarostea”, que contaba con 11- que de la Nacional). Tema que será más profundamente tocado a año siguiente en el film “Cruzada en la Mar” (Isidoro Martínez Ferry, 1.968).

Y entre guateques y exámenes, la competitividad entre Andrade y Montero continúa hasta el duelo en O.K. Corral, perdón, en el despacho del padre de María José por un quítame allá esas pajas (más bien por un quítate ya esa gorra), que acaba en empate 2 a 2. Y es que con el uniforme no se juega… Lo que nadie descubre es cómo se entera el Segundo.

Ello conlleva el rapapolvo del padre -frustradas todas sus esperanzas de que sea todo lo que él no pudo ser- al hijo, avergonzado de la mediocridad de su padre y que sólo ve en la Armada un mero medio de labrarse un porvenir casándose con la hija de algún gerifalte (la verdad es que Pepe Rubio no para de recibir yoyas durante todo el metraje). Insinuante frase aquella de “Los arrestos no perjudican, estimulan”… ¡Cuántas faltas leves y graves y pérdidas de galones desaprovechadas (ahora tendríamos a algún Al Capone de Almirante)!

Y así llegamos al clímax de la cinta. Sin incendios, sin inundaciones, sin temporales. En el marco de la Semana Naval de Barcelona (incomparable marco para unos ejercicios anfibios). Y en el desembarco ocurre lo que todo el mundo presupone y espera durante 85 minutos (de todos los “sacrificios” filmados hasta el momento en la filmografía bélica ibera éste es, sin duda, el más gore).

Finalmente… Mejor que lo descubran. Emociona oír la “Canción del Ocaso”… Pone la carne de gallina escuchar su letra:
Tú que dispones de cielo y mar,
y haces la calma y la tempestad,
ten de nosotros Señor piedad,
piedad Señor, Señor Piedad”.

Tras acabar la película y tras pasar los títulos de crédito, auguras un esperanzador y feliz mañana para los protagonistas, pero es sumamente interesante reflexionar sobre todos esos auténticos Guardiamarinas que participan en la película: Hoy serán Coroneles y Generales de Infantería de Marina o Almirantes…

En conclusión, la película no llega a ser un explícito remake de "Botón de Ancla" (más, cuando la terna se reduce a dúo y éste no llega a ser ni “Dinámico”), aunque el espectador no deja de tenerla en mente, y reúne todos los tópicos del cine cuartelero (aparte de escenas ya mil veces vistas… Y las que quedaban por ver): Camaradería, sacrificio, novatadas (la de la empanada, por ejemplo, con “rondalla de la tuna” incluida), el sargento tocapelotas, los ligues, etc. Teniendo en cuenta la época en la que se rodó, lógicamente el Ejército y la Marina se presentan como unas instituciones en donde los hombres encuentran su razón de ser en la vida. Aun así, la película desprende una cierta nostalgia al reunir en su reparto actores del momento como José Luis López Vázquez (la escena con “papá” es memorable), Alfredo Landa y Julia Gutiérrez Caba compartiendo estrellato con nuevas promesas. Y, concurso: A ver si Vds. reconocen a un joven Luis Varela (de extra-extrísima –Tito- y “esclavo del vodka”) entre los amigos de la pandilla de Kike…

Mejor rodada que sus predecesoras, con más originalidad, más humor (si no le pide peras al olmo hasta seguro que le asomará una sonrisa viendo esta película), escenas más elaboradas (el rodaje en el buque escuela, la toma desde la cofa del Palo de Señales de Marín, etc.) y, posiblemente, incluso más presupuesto (al menos, hay tomas en cubierta). Los actores están correctos –es curioso ver a un jovencísimo Emilio Gutiérrez Caba ejerciendo de empollón y contrapunto al payaso de Landa- y adecuados en sus papeles (y hasta el histrionismo de López Vázquez no desentona, centrando mayoritariamente el humor de la cinta en su personaje, junto con “el alegre” Landa dando sus primeros pasos como aquel “Cateto a Babor” rodado tres años más tarde). Son personajes realistas, humanos, con sus preocupaciones mundanas, mortales al fin y al cabo, lejos del arquetipo de héroe castrense alentado por otros films (lo que, todo ello, es de agradecer).

Las comparaciones son odiosas, pero Pedro Lazaga está –como director de este tipo de películas navales- a años luz del Ramón Torrado de su última etapa, precisamente la de la nefasta “Los Caballeros del Botón de Ancla”…

 
En suma, otro título para “Cine de Barrio” pero algo superior a la media.

LO MEJOR:
Un conjunto bastante sólido y sin demasiadas fisuras, resaltando el rodaje en el buque escuela Juan Sebastián Elcano: Mucho más que un buque escuela.

Los secundarios de siempre (Landa, López Vázquez… Se echa de menos a Rafael Hernández, fijo en estos films castrenses). Destaca la interpretación de Julia Gutiérrez Caba como sufridora y abandonada esposa (y madre de 3 niñas + 1 bebé), cuyo ultimátum “La mar o yo” queda sólo en eso, sacrificándose por la felicidad de su marido (poco más de 12.000 pesetas –de la época- al mes, casa militar y seis meses embarcado, pero marino y “Proto” hasta la médula).

LO PEOR:
Quizá la sosa Mariajo (Paloma Valdés, con cierto parecido a Karina pero sin “Baúl de los Recuerdos”), cuyo escaso carisma hace incomprensible la rivalidad de ambos Guardiamarinas.

Nota: 6,2.

FICHA TÉCNICA:

Dirección: Pedro Lazaga.
País: España.
Año: 1.967.
Duración: 96 minutos.
Guión: Vicente Coello, Pedro Masó, Rafael J. Salvia.
Música: Antón García Abril.
Fotografía: Juan Mariné.
Protagonistas: Alberto de Mendoza (Comandante de Brigada Carlos Torres), Pepe Rubio (Caballero Guardiamarina Enrique Andrade), Manuel Zarzo (Caballero Guardiamarina Miguel Montero), Julia Gutiérrez Caba (Isabel), José Luis López Vázquez (Cabo Goro Ríoseco), Paloma Valdés (María José Ferreira), Alfredo Landa (Ignacio Vidal), Andrés Mejuto (Contramaestre Andrade), Emilio Gutiérrez Caba (Emilio “Cerebro”), José Marco Davó (Sr. Ferreira), Carlos Mendy (Segundo Comandante) y Alfredo Santacruz (Comandante Director).

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