Sinopsis: Pablo es un médico militar español
enviado en misión de paz a Irak durante la guerra de 2.003. En una salida
rutinaria su convoy es atacado en el desierto. Él y su amigo Diego logran
refugiarse en una casa deshabitada, pero se ven envueltos en un conflicto que
pone sus vidas en peligro… Lo que sucederá después se diluirá en su memoria al
perder la consciencia y despertarse en un hospital de su tierra, en Galicia.
Intentando salir adelante con su esposa y su hija, el veterano irá recordando
para perfilar un terrible secreto con el que no podrá vivir y con el que el
gobierno no estará nada cómodo...
HOMBRE
CONTRA ESTADO
La desigual carrera de Calparsoro
en cine quizá haya encontrado salida a través de esta película
“Celda 211 demostró que el impulso que se
le ha dado en la última década y media al cine de género en España tiene pocos
límites. Nunca un thriller carcelario había aunado credibilidad, emoción y entretenimiento
con tanto rigor. Y, sin embargo, aún hay un género al que no acabamos de
hincarle el diente: la intriga política, la que se centra más en las cloacas de
los de arriba que en las penurias de los de abajo. Un déficit que viene a
paliar en parte Invasor, séptimo largo de Daniel
Calparsoro, con guion de Javier
Gullón y Jorge
Arenillas, basado en una novela de Fernando Marías, producido por la
misma empresa que Celda 211, y ambientado en Irak y España.
La desigual carrera de Calparsoro en cine quizá haya encontrado salida a
través de esta película de encargo con la que el autor de Salto al vacío, tan
enérgico en la dirección como desequilibrado en la escritura hasta ahora,
demuestra un poderío en la puesta en escena que nada tiene que envidiar, y con
muchos menos medios, al thriller estadounidense. Con un guion algo mecánico y
que nada nuevo descubre, pero en el que no hay caídas de tono ni de ritmo, y en
el que se gradúa la información con tanta sencillez como efectividad,
Calparsoro construye, con la ayuda de unos excelentes intérpretes, un dilema
moral con ecos de la
saga Bourne en montaje y planificación, pero también con una línea más
clásica, casi como una de esas intrigas conspiranoicas de los setenta, en la
que incluso el sombrero del fontanero del Estado Karra Elejalde parece sacado
de El mensajero del miedo.
Le falta algo
de trascendencia (y quizá de insolencia) para quedar en la memoria, pero,
aunque ninguno hayamos presenciado una masacre en Irak, todos podemos toparnos
casi cada día con un dilema moral semejante al del protagonista, en el que hay
que decantarse por la honestidad, el orgullo, la libertad, la supervivencia, el
suicidio o la complacencia”. Javier Ocaña. “El País”, 30 de Noviembre de 2012.
“En su primera película,
“Salto al Vacío”, Daniel Calparsoro mostraba un envidiable músculo cinematográfico,
y en la última, “Invasor”, pues también. Calparsoro filma la acción con rabia,
como si acometiera a las escenas, y en esta película hay secuencias bélicas,
persecuciones y ambientaciones dignas de una gran producción y que contribuyen
a hacer digerible una intriga que va perdiendo poco a poco su fuelle. El
aparato tiene más enjundia que su función. La trama, muchas veces vista, trata de
un ex combatiente de la guerra de Irak que a su vuelta, herido, ha de
enfrentarse al conflicto interno y externo (con las consabidas cloacas del
Estado) por un suceso ocurrido durante la guerra y que no está dispuesto a
aceptar. El triángulo del conflicto, Alberto Ammann, el militar bueno; Antonio
de la Torre, el militar duro, y Karra Elejalde, el militar malo, está trazado a
lapicero, sin fuerza, mediante diálogos y situaciones entre lo previsible y lo
impostado, con un abuso melodramático del flash-back y con unas tesis y
propuestas más bien manidas. Es una pena que al saludable cuerpo de la película
se le haya rellenado con un alma o guión tan escueto”. Puntuación: 2 (sobre
5). E. Rodríguez Marchante. “ABC”,
29 de Noviembre de 2012.
“Manda la acción y
busca el impacto: Invasor, de brillante factura, es como un todoterreno que se
debería mover por las malolientes cloacas del poder cuando en realidad transita
por la autopista de los lugares más manidos. Todo es previsible menos Karra
Elejalde, que ejerce de brazo ejecutor del Estado: lo mejor de un filme de
trazo grueso, impactante en la acción, limitado en el drama y maniqueo en su
planteamiento”. Salvador Llopart: “Invasor: A Toda Marcha Hacia Nada”. “La Vanguardia”, 30 de Noviembre de 2012.
“Daniel Calparsoro
filma con nervio y mucho oficio pero acostumbran a fallarle los guiones.
Recuerdo con agrado sus primeras obras –“Salto al Vacío”
y “A Ciegas”- pero “Asfalto”
y “Guerreros” hacían aguas desde el libreto.
Tras un tiempo dedicado a la televisión, regresa con esta película sobre dos
soldados españoles (Alberto Amman y
Antonio de la Torre) que regresan de Iraq
traumatizados por la violencia y con un doloroso secreto a cuestas. Sólo una
pista: ¿os acordáis del “Redacted”,
de Brian
de Palma? Pues por allí van los tiros. Todo
es tan gratuitamente peliculero que se le escapa a uno la risa.
Las persecuciones, los silencios, Elejalde -con sombrero y gabardina- parece
estar en otra película, los gratuitos vaivenes de los personajes y, sobretodo,
la arbitrariedad de un guión que parece un queso de gruyere. No hago spoilers
ni cuento nada, simplemente cuando veáis la peli haceros esta pregunta: ¿Por
qué los polis persiguen a Alberto Amman si hasta bien entrada la acción no
tienen ni idea de la existencia del vídeo que desencadena el lío?
Y ya me callo”. Toni Vall: “Cinemanía”,
11 de Octubre de 2012.
“Desde su debut en la dirección
en 1.995 con la justamente alabada “Salto al Vacío”, Daniel Calparsoro ha ido
combinando algunos muy interesantes títulos para la pantalla grande (“Asfalto”,
“Guerreros”) con prolongadas incursiones en la pantalla pequeña, donde, sin
duda, ha aprendido buena parte del sólido oficio que ahora exhibe en 'Invasor',
una película a la que se puede acusar de muchas cosas, menos de tener un ritmo
y una energía que envidiarían otras producciones, incluso americanas. El
problema de su penúltima película (Calparsoro acaba de rodar “Combustión”) es
de guión, de algo que se le llama 'credibilidad': si esta no funciona, la
tensión baja, y el carrusel de situaciones dramáticas y de acción se para (o
ralentiza) por falta de gasolina.
Es muy difícil conectar con las
peripecias y las preocupaciones del personaje de Alberto Ammann y su lucha
contra el poder y la ley del silencio... si su entorno (plagado de conspiraciones,
intereses, corrupción) no está suficientemente bien dibujado. Y no es culpa de
Karra Elejalde, el malo del film: él sólo es el mensajero de un miedo que no
nos acaba de atemorizar. Algunas escenas de acción (las variadas persecuciones)
y la solidez del reparto (desde el ya veterano Antonio de la Torre hasta el
últimamente lanzado Ammann) se pueden contar entre lo mejor de esta nueva
incursión del director al paisaje (terrorífico, intimidatorio) de la guerra y
de sus daños colaterales: en “Guerreros”, ambientada en Kosovo, le fue mucho
mejor” Puntuación:
2
(sobre 5). Pere Vall: “Fotogramas”.
Las críticas lo dicen todo…
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Y, hablando de críticas, tras la crítica atroz al estamento castrense
que realizó en “Guerreros”,
no me extraña nada que el Ejército declinase cualquier participación en este
film, teniendo que recurrir a Pegaso de los Antidisturbios para simular BMR
(una caja de madera encima y ya está resuelto el tema del habitáculo
medicalizado). Para cualquier mínimo conocedor del equipamiento de nuestras FAS,
esto rechina estridentemente.
Su segundo –y arriesgado- film desarrollado en un ambiente militar se
basa levemente en una idea expuesta en la novela homónima escrita por Fernando
Marías (cuya novela ponía blanco sobre negro aquello que todos sospechamos): Un destacamento
médico español cae en una emboscada de los insurgentes iraquíes y dos miembros
del mismo han de guarecerse en una casa cercana, manteniendo una lucha con sus
aterrados habitantes –que lo único que hacen es defender a su familia y su
hogar-, quedando malherido uno de los militares, no sin antes matar a uno de los
civiles, del cual recibirá una transfusión sanguínea, “fundiéndose en cuerpo
y alma” con él… Era una novela metafórica y llena de un terror psicológico
que rozaba lo kafkiano (con una transformación angustiosa), pero –a pesar de su
carga crítica a la intervención en Iraq- se dejaba (más o menos) leer.
De ella, el director extrajo la idea primigenia para
realizar un thriller al estilo hollywoodiense (con persecución a lo “Bullit”
incluida), comercial a tope, aunque trate de disimularlo alegando crítica al oscurantismo
gubernamental (encarnado esta vez, cómo no, por el Ministerio de Defensa, el
cual trata de tapar por todos los medios a su alcance una matanza de civiles
desarmados). Vale, vale: Los americanos lo hacen mejor… O, al menos,
parece que lo hacen mejor (ahí tienes la hiper-incómoda “Redacted”, “En
el Valle de Elah”, “En Tierra Hostil” –aunque, en mi modesta
opinión, este film está sobrevalorado- o las británicas “La Ruta Irlandesa”
y “La Marca de Caín”, ambas fantásticas), pero..... Actores españoles,
director español, guion basado en libro español, productores españoles, rodaje
en España, con instituciones españolas de por medio (ejército, CNI, gobierno…)
y ¡¡NO ES DE LA GUERRA CIVIL!! Ni un film entrañables paletos tomando gachas en
un tazón, ni un drama de gays, ni una comedia de gays… Podría ser mejor en todo
pero para entretenerse está bien, y sí: Se puede ser capitán médico con 30 años
(lo que no puede tener es el chabolo que tiene… a no ser que haya dado el
braguetazo de su vida). ¡Y lo que no se puede es llevar un HK MP5 como arma
reglamentaria en vez del G-36! Pero ligeros fallos no desmerecen esta película “de
acción”, por más que se empecinase el director en catalogarla de “film de
denuncia de los poderes fácticos”.
Si Calparsoro denominó a su “Guerreros”
el “Apocalypse Now español”, “Invasor” supuso el “Black Hawk
Down hispano”… O eso pretendía. Es innegable que es una película –repetimos
hasta la extenuación- DE ACCIÓN bien rodada y lo mejor que se puede
decir al espectador de una película de este tipo, lamentablemente, es que no
parece española: Calparsoro –aunque no lo quiera… O lo quiera, pero se empeñe
en negarlo- siempre ha sido un continuador de tendencias de cierto tipo de cine
americano y en esta cinta lo vuelve a dejar bien patente. Es verdad que no
inventa nada nuevo ni muestra nada novedoso, pero hace tan bien su trabajo que
se le puede disculpar con facilidad su falta de originalidad formal. Los
cineastas marcadores de estilos y tendencias son especímenes tan escasos que sí
sólo se les permitiera hacer películas a ellos, la industria del cine mundial
directamente no existiría. Así que volvamos al mundo real en el que cineastas más
o menos solventes como Calparsoro sí pueden hacer películas, al menos por el
momento…
La cuestión es que esta película ya la han hecho en Hollywood y bastante
mejor, la verdad. Hay que agradecer el esfuerzo que está haciendo el cine
español de un tiempo a esta parte para rebasar los límites temáticos
tradicionales, y alabar los riesgos que algunos directores están tomando. Eso
es muy loable. Lo que pasa es que en esta ocasión, la película no funciona. No
es por el trabajo de los actores porque realizan un trabajo creíble, tampoco es
por la dirección porque hay que reconocer que las escenas de persecución están
muy bien rodadas, así que creo que el problema es EL GUIÓN que resulta bastante
previsible aparte de maniqueo. También se ha comparado esta película con el
trabajo de Paul Greengrass. Tampoco hay que pasarse con el entusiasmo de
algunos. El montaje del británico es algo así como doscientas mil veces mejor
que el de Calpalsoro, por no hablar de la emoción que es capaz de imprimir a
sus imágenes y el fabuloso uso del flashback. Y este film no se puede comparar
con, por ejemplo, “Greenzone” porque en ella, Greengrass critica lo
mismo que Calpalsoro, pero de una forma mucho más sutil, no con la brocha gorda
que usa casi siempre el cine español. A veces, se es tan burdo en la denuncia y
en el mensaje antibélico que ambos pierden toda la fuerza y es lo que ocurre
aquí con ese maniqueísmo de pandereta (un sinfín de tópicos se suceden) y con
esos actos tan arbitrarios e incomprensibles. En el afán de querer denunciar a
todo el mundo se pierde la razón: El usar ese modo de denuncia tan grosera
resta eficacia al film. Y eso es culpa de los guionistas (y de Calpalsoro en
última instancia), quizás seguramente en su afán de buscar financiación y en no
enemistar al clan de ceja, que no ceja nunca en denunciar las injusticias de
los demás, aun a riesgo de caer en la exageración cuando no en la mentira. A
Calparsoro –y es algo innegable- se le agradece su buen pulso narrativo, su
fluidez, su buen quehacer en la filmación de las escenas de acción (algunas de
ellas bastante duras, filmadas con nervio por Calparsoro, sin callarse nada y
sin escatimar en violencia[1]),
explosiones, tiroteos y una espectacular secuencia de persecución por La
Coruña, rodada con un brío, adrenalina y vigor rara vez vista en el cine patrio
(y con un montaje vibrante), pero que –a su vez- el tono grandilocuente de la
escena, con una pretendida espectacularidad y con la banda sonora resonando a
todo volumen, buscando una fotografía muy bella, acaba siendo contraproducente…
Una pena de oportunidad perdida.
“Invasor” es la típica confrontación entre la
honestidad, representada por el médico (¡ojo! Es prácticamente un civil, de ahí
la buscada empatía del espectador, enfrentado al cuadriculado, sanguinario y
cruel estamento militar –que no escatimará medios, a través de su particular -y
caricaturesco- “Escuadrón de la Muerte”, para quitarlo de en medio por salirse
del redil), frente a la versión oficial del oscuro Elejalde y su equipo, un
lobo con piel de cordero que sabe pasar de la caricia más paternal a la más
expeditiva de las acciones. Estoy seguro que los remordimientos y la coherencia
ideológica son uno de los pilares del ser humano pero, ¿por encima de sí mismo
y de los suyos? Este quizás es el único elemento poco creíble de toda la
historia, porque por mucho juramento hipocrático que haya hecho alguien, por
muy concienciado que uno esté con las causas humanitarias y la ayuda a los más
necesitados... ¿estaría esto por encima de la hija y la mujer de alguien? ¿De
su propia vida? Quizás la articulación de todas estas dudas sea el gran escollo
del guión, que además plantea una serie de personajes secundarios realmente de
opereta, casi sin ninguna arista, y los denodados esfuerzos de un reparto
excelente no consiguen hacernos creer esta galería de malvadísimos e
intrigantes espías que entran y salen en la vida de los protagonistas. Eso sí,
Elejalde y De La Torre están que lo bordan y me ha sorprendido muy gratamente
Alberto Ammann, al que no creía capaz de componer un personaje tan complejo -e
insisto, poco creíble en sus planteamientos ideológicos- como el que hace.
El atractivo principio promete y en general la película tenía muchos
ingredientes para funcionar y Calparsoro filma con verosimilitud las escenas de
guerra y demuestra tener un gran oficio para la acción (muy destacable la
persecución en coche en pleno centro de la ciudad). . Sin embargo, la peli
"derrapa" en las distancias cortas: El argumento está llevado al
límite y roza la caricatura, y eso es lo peor que le podía pasar a una historia
como ésta. En aras de acentuar la tensión y el conflicto interno del
protagonista, la situación se lleva al límite. El personaje de Karra Elejalde
termina siendo de comedia disparatada tipo "Airbag" (eso de
retratar a los “poderes del Estado” como matones de opereta, la verdad, no
cuela). Al final, resultan absurdas las decisiones que se toman, nada tiene
demasiado sentido y todo huele a exageración y farsa. Se trata de una trama
metida con calzador para poder enfatizar el “dilema” psicológico en el que vive
el protagonista (y, de paso, patear al Gobierno del PP –que, a fin de cuentas,
fue quien nos metió en Iraq-, representado por el MINISDEF).
Calparsoro prometía ser uno de los mejores
realizadores de este país –junto a León de Aranoa, Isabel Coixet o Amenábar-,
con una narrativa audiovisual al nivel de cualquier producción de Hollywood,
por cara que sea. Un hacedor de imágenes que nos había impactado en sus
inicios, ya que títulos como "Salto al Vacío" o "A Ciegas"
nos dejaban patidifusos por la madurez visual y capacidad de este director.
Pero también desde sus inicios ha tenido un lastre del que no ha podido
librarse hasta ahora: Lo flojo de sus guiones. Aunque es la primera vez que no
ha participado en el guión, ni siquiera contar con un texto previo de Fernando
Marías le ha servido para mejorar este bache en su trayectoria.
Y ahí es donde radica el horror de la película, EN EL GUIÓN
TAN MALO: Es un mal proyecto con una idea mediocre. Que me vas a hablar de los
horrores de la guerra de Irak a través de un soldado español (que debió de
apuntarse al ejercito como con 12 años, porque con treinta aproximados es
médico y tiene rango de capitán); bueno, está manido y muy usado por el cine
americano, pero me vale como premisa para una peli de acción… El problema es
que ni es una peli de acción ni es nada, dura hora y media y le sobra una hora.
Las escenas de acción son mínimas muy poco aprovechadas, y el drama humano que
pretende suplir la falta de acción tan absurdo y estereotipado que corre el
riesgo de terminar provocando risa, en vez de reflexión.
El gobierno se pinta de malo-malísimo
hasta rozar la ridiculez (porque sí señores, el siniestro gobierno ibero tiene
matones a sueldo); el protagonista es un alma cándida y… En fin, un sinfín de
cosas por el estilo. Los personajes son poco profundos e inverosímiles, las
subtramas manidas y de poca relevancia. Los diálogos son incomentables,
sumamente malos, de estos en los que te quedas pensando "¿en la vida
real alguien hablaría así?" En definitiva, un horror tras el cual te
planteas como unos buenísimos productores, directores de imagen y un largo etc.
han podido dedicar sus talentos a semejante bodrio. Porque eso es cierto, si
algo bueno se le puede achacar a la película es una imagen cuidadísima y unas
localizaciones espectaculares y muy logradas para ambientar la historia. Diría
que hasta una buena realización, en un sentido meramente técnico, las escenas
están bien hechas, los planos son buenos, etc. En fin, que se podría decir que
cuenta con buena dirección si no fuera porque es incomprensible que un director
no meta mano a un guión cuando ve que es inenarrablemente absurdo. Todo lo
positivo de la película, se diluye en una trama horriblemente estructurada con
todas las carencias de guión que se puedan imaginar, hasta el punto en el que
no creo que los trabajos actorales puedan ser valorables, porque lo que hacen
es defender lastimosamente un pésimo guión y unos personajes absolutamente
lineales y planos… No obstante, y a pesar de sus carencias argumentales,
estamos ante una producción más que elogiable, sobre todo por el
aprovechamiento de recursos y la forma de articular la historia en imágenes.
Pocos directores hay en nuestro país con una visión tan certera de la narrativa
cinematográfica contemporánea como Calparsoro. Incluso su planteamiento como
cineasta me resulta sugerente -hacer películas de claro corte comercial, pero
con una implicación trascendente a la hora de contar la historia-. Ojalá que en
sus próximas películas -entre las que está una versión española de la saga “Fast
& Furious” llamada “Combustión” (¡¿?!) y una en Estados Unidos
con Hayden Christianssen de protagonista, nada más y nada menos (el dólar es el
dólar, y si no que se lo digan al gran hombre de principios anti-yankee que es
el Sr. Javier Bardem)...- se mejore este elemento, porque si lo hace se
convertirá no solo en uno de los más interesantes cineastas en el panorama
internacional -al aprovechar mejor que nadie los recursos para conseguir una
narrativa y un aspecto visual atractivo- sino además en un marchamo de calidad
unida a digna comercializad.
Pero, no enviemos al patíbulo a Calparsoro
y su “Invasor” sin, al menos, romper una lanza a su favor: Lo mejor de
todo, señores, es comprobar que en España se puede hacer cine espectáculo de
género, igual de bien realizado que en Hollywood. Y no depende de presupuesto,
porque estoy seguro que Calparsoro obtuvo la cuarta parte del que tuvo Ridley
Scott en “Black Hawk Derribado”. Pero el resultado visual, la forma de
ilustrar la historia, no tiene nada que envidiarle. Realmente esplendoroso, con
todas las reglas de este tipo de películas, que además se transforma en un
electrizante thriller, lleno de intrigas, personajes amenazadores e historias
apasionantes (tras un arranque oscuro –y, en momentos, incluso lento- el film
cambia radicalmente de rumbo, transformándose en el habitual thriller de acción
americano de conspiraciones y persecuciones callejeras[2])...
Que lamentablemente no terminan de cuajar porque el guión sigue fallando. Esta
cinta es de esas en las que a uno le da coraje que esté todo tan bien rematado
y que no hayan empleado más tiempo y recursos en pulir un guión que habría
conseguido que "Invasor" fuera una de las mejores películas de
acción y guerra jamás hecha en España. Lo que no es de recibo es que alguna
crítica lo considere el “único español capaz de dirigir una buena cinta de
acción en España”.
Eso sí, es interesante cómo Calparsoro domina la técnica del flash-back, momentos
que aprovecha para contar la historia manteniendo el suspense... Para que nos
hagamos preguntas y también para impactar en el momento preciso (con las
respuestas). Tienen algo estos flash-backs que calificaría de “sensoriales”:
Momentos en los que Calparsoro sabe recrear ciertas atmósferas con las que
consigue el efecto adecuado. Sin duda alguna, el film tiene su mejor baza en esos flashbacks[3]
donde cuentan lo que realmente les ocurrió en Iraq y que son la parte más
interesante de la misma. El problema es que una vez que se sabe eso, la
película se convierte en un film de persecuciones[4]
que le resta interés a lo visto antes y donde el protagonista se escapa una y
otra vez de sus perseguidores dejando de lado una trama que de sumergirse en la
psicología del personaje hubiese sido una película mucho más interesante.
Reseñable también es su notable fotografía
del catalán Daniel Aranyó (“Los Últimos Días” o “Combustión”’),
jugando con los tonos amarillentos[5]
en las escenas iraquíes (con denominación de origen canaria: En realidad,
Fuerteventura) y –en contraste- con los grises en La Coruña (sugerentes planos
aéreos), esto adornado por el score musical de Lucas Vidal (“Mientras
Duermes” o “The Raven”), conductora de emociones.
El final, no podía ser de otro modo… No hacemos spolier por si todavía
les quedan ganas de verla. No obstante, precisamente ese final es el que salva
de la quema el resto del film: Final irónico, podríamos denominarlo.
LO
PEOR:
La carga demagoga y apologética del antimilitarismo[6]
basado en estereotipos (tarado sediento de sangre, por ejemplo). Si ya en “Guerreros”
a Calparsoro se le fue la mano, en “Invasor” se le ha ido todo el brazo.
Cuando el despropósito cobra (aparentemente) carácter de denuncia… Ya se sabe
lo que pasa (y es que Calparsoro no es ni Oliver Stone ni Costa Gravras). Que
estuviese nominada para cinco premios Goya, incluido el mejor guión adaptado (y
tan adaptado: El film se parece a la novela como un huevo a una castaña) no es
excusa para los halagos. Podría -y recalco el “podría”- haber sido una buena
película denuncia (¿qué hacía el Ejército español en Iraq?) pero el hilo conductor
para dicha denuncia no puede ser una historia totalmente inverosímil. Por otro
lado podría haber sido una buena peli de acción (las escenas bélicas son buenas
y están bien realizadas) pero las secuencias de guerra son una pequeña parte
del metraje… Lo dicho, ni chicha ni limoná.
Además, en el registro más típico del cine español (el ambiente familiar
postraumático del comienzo) se nota que Calparsoro no está en su salsa, esas
escenas resultan bastante acartonadas. De acuerdo, el film plantea dilemas morales y
retrata el stress post-traumático de los soldados enviados a la guerra… A
cualquier guerra porque, aunque no lo parezca, "Invasor" no
está ambientada en ninguna guerra. Más bien es únicamente un lugar donde
colocar una historia que podría haberse encuadrado en cualquier parte con un
conflicto armado. Una historia que desemboca en un presente en el que las
consecuencias de los hechos pasados son tan reprochables como las instituciones
que intentan taparlas. Si bien su punto inicial es fuerte y tiene un desarrollo
prometedor, pronto el espectador comprende que ese punto de partida no era lo
que uno se imaginaba, y que el cuerpo de la película es llano, plano y carente
de originalidad…
LO
MEJOR:
Un Karra Elejalde de malo-malote que no lo hace del todo mal (aunque su
personaje huele demasiado al encarnado por Stephen Rea en la miniserie
británica “The Shadow Line”, los dos -eso sí- están estupendos: Nunca me
había dado tan mal rollo un “no te creo”[7])… En general, el
trío “castrense” protagonista está bastante aceptable y creíble: Alberto Ammann
y Antonio de la Torre (la película tiene destellos, de esos que luego
recuerdas, como la mirada de De la Torre frente al mar) están bien en sus
papeles, son dos actores fiables que no acostumbran a fallar (Amman es un
ejemplo de naturalidad, compromiso y capacidad de expresión para los jóvenes
actores “guapitos de cara” que pueblan la televisión -ver su enfrentamiento con
de la Torre en el barco-, lo que no quita que, en ocasiones, ese rol de buenísimo
cándido sin más sentido que verlo huir de un lado a otro, obtenga que la
empatía del espectador con él sea cero -nos da igual lo que le pase, pues es
cargante tanta inocencia, teniendo en cuenta que su esposa e hija parece
importarle un pimiento-). La pobre (y resignada) Inma Cuesta hace lo que puede
para aportar trascendencia a una tensión impostada y engolada (no lo hace mal,
pero es muy poco el aprovechamiento que hacen de su personaje, relevado a un
segundo plano cuando empieza la acción[8]
- y la química entre ella y Amman no termine de funcionar-), la verdad es que
duele verla de “mujer florero” sin una trama personal que defender e
interpretando -en vez de a un verdadero personaje por sí solo- el rol de la
chica del protagonista... No obstante, los actores son buenos. Es, repetimos,
el guión el que no es creíble.
Nota: 5,2 (se salva porque,
al menos, es entretenida). Gustará o no gustará, pero lo cierto es
que no deja del todo indiferente. No obstante, esa mezcla de géneros entre la
realidad más corrupta y la película de acción pura y dura no termina de
enganchar debido a que en muchas ocasiones (no alguna ocasional) la película no
consigue demostrar la verosimilitud de sus escenas, sobre todo en un final
utópico y muy peliculero… ¿Thriller o denuncia social? Calparsoro “no sabe / no contesta” (y es que, como
diría el Sr. Elejalde en la disparatada “Airbag”: “Manda cojones…”). Ésta no será
ni de lejos de las mejores películas que ha dado el cine patrio… Pero tampoco
es de las peores.
De cualquier modo, no es una película cómoda de ver –en cierto modo,
“valiente” (o “cobarde”, según se mire)- y se presta al debate...
FICHA TÉCNICA:
Dirección: Daniel Calparsoro.
País: España.
Año: 2012.
Duración: 99 minutos.
Guión: Javier Gullón, Jorge Arenillas (Novela: Fernando Marías)
Música: Lucas Vidal.
Fotografía: Daniel Aranyó.
Protagonistas: Alberto Ammann (Pablo), Antonio de la Torre (Diego), Karra Elejalde (Jesús Baza), Inma Cuesta (Ángela), Luis Zahera (Arturo), Bernabé Fernández (soldado pelirrojo), Sofía Oria (Pilar), Fran Peleteiro (Ramón), Julio Pereira (Carlos), Isabel Blanco (doctora(, Antonio Durán (hombre en el bar), Ben Temple (soldado estadounidense 1), Peter Vives (teniente estadounidense), Alex Hafner (soldado estadounidense 2), Benjamin Nathan Serio (soldado estadounidense 3), Iriorne del Toro (soldado 2), Abdelatif Hwidar (padre granja), Mehdia El Younoussi (madre granja), Salma Romero El Younoussi (hija granja), Zakaria El Michioui (hijo granja), Nahima Amiri (abuela granja), Manuel Cortés (enfermero 1), Iván Marcos (enfermero 2), Francisco Vera (médico 3), Juanjo Guimarey (camarero bar) y Sonia Casteló (presentadora).
[1] La cruda escena de
la lucha cuerpo a cuerpo dentro de la casa iraquí recuerda a aquel angustioso
duelo entre el Waffen SS y el soldado Mellish de “Salvar al Soldado Ryan”.
[2] Calparsoro parece haber hecho un trabajo de corta y pega con escenas y
secuencias de manual de género consiguiendo que la cosa sea entretenida sin
más.
[3] Aunque, para
algunos críticos cinematográficos, la sobrexplotación del flashback utilizado
como recurso narrativo en películas de todo tipo y condición, ha provocado que
esta herramienta ya no sea capaz de lograr el impacto o la sorpresa para la que
fue concebida, sobre todo cuando se abusa de su uso o se hace de manera tópica
mil veces antes vista.
[4] Nadie puede
negar a Calparsoro el excelente trabajo realizado en las escenas de acción, que
nada tienen que envidiar a las americanas, sobre todo al comparar presupuestos
(ésta contó con aproximadamente 3,5 millones de euros), así como una acertada
música que consigue irradiar adrenalina en cada secuencia. En lo que falla la
cinta es en su argumento y el desarrollo de éste, resultando demasiado
inverosímil y rocambolesco. Tal resulta la inverosimilitud, que se produce un
momento en que dejas de intentar aceptar la historia y decides relajarte e
intentar disfrutar de las escenas y persecuciones.
[6] El único que tiene
un discurso (bastante coherente, por cierto) defendiendo al Ejército (secuencia
del bar) resulta ser un psicópata que… En fin, no despanzurraremos más de la
intriga.
[7] Es un crimen
que Elejalde no estuviese nominado a los Goya, porque su caracterización es de
lo más sibilina y trabajada (es el único que borda su papel… Y. además, se nota
que lo disfruta).
[8] Parece como si el guión la fuera absorbiendo a lo largo de la historia
hasta hacerla desaparecer de manera que, hay momentos en los que aunque está,
no se la ve. Lo cierto es que no aporta nada a la película. Calparsoro parte de
excesivos clichés ya un tanto manidos (el falso culpable injustamente
perseguido, los poderes fácticos que utilizan cualquier medio –por ilegal e
inmoral que sea- para evitar que la verdad salga a la luz, la denuncia de la
perversidad inherente de los “invasores…) y progresivamente se va tornando más
inverosímil y exagerada.
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