domingo, 14 de abril de 2013

Heroísmo sin igual: el CABO NOVAL



El historiador norteamericano William Harris escribe sobre la Guerra de 1.909: "España, y más específicamente su ejército, necesitaba recuperar frente al resto de las potencias su honor mancillado tras la Guerra de Cuba, por eso no dejó pasar la oportunidad de enfrentarse a un enemigo asequible. La llamada "Guerra de Melilla no dejó de ser un simple desquite”. Está bien que dicho comentario parta de un estadounidense, dado que fue Estados Unidos quien dio la puntilla a España en 1.898… Todo objetividad (aunque con su parte, no obstante, de razón). A este comentario se podría sumar aquel otro proveniente del director de “La Correspondencia de España”, uno de los periódicos más prestigiosos del momento, quien escribía un significativo artículo el 12 de Julio de 1.909 bajo el título de "La Trompa Bélica Suena" y en el que se podía leer lo siguiente: "Morirán unos cuantos soldados, ascenderán otros cuantos, enseñaremos una vez más nuestro desbarajuste, nos pondremos por centésima vez en ridículo llamando al tiroteo escaramuza; a la escaramuza, acción de guerra; al encuentro de avanzadas, combate; al combate, batalla campal; enviaremos más generales que coroneles, más jefes que oficiales, más oficiales que soldados, más promesas que realidades, y por todo sacar, sacaremos una cosa: sangre al pueblo y dinero al contribuyente (...])Yo digo que ir a Marruecos es la revolución, y al decirlo sirvo a la Patria y al Rey mucho mejor que haciendo creer al Rey y a la Patria que el ir a Marruecos conviene a la nación y a la monarquía”.

Dejando aparte animosidades y vehemencias a favor o en contra de la intervención, la guerra del Rif supuso el comienzo de ese conflicto que finalizaría con el desembarco de Alhucemas. Una guerra heredada del siglo anterior pero actualizada al belicoso siglo XX, donde culminaría el ocaso de muchos imperios, incluido el español. Pero, desde el punto de vista polemológico, la guerra del Rif significaría la necesidad de modernizar el Ejército español y de cambiar ciertas tácticas decimonónicas totalmente desfasadas y muy enraizadas entre el Alto Mando (hasta después de Annual, 12 años más tarde. algunos no se darían cuenta de ello). Pero, como en todas las guerras, hubo hazañas de gran valor y batallas dignas de mención…

Y ésta es una de ellas…:

Luis Noval Ferrao había nacido el 15 de Noviembre de 1.887 en Oviedo. No era un militar típico de carrera ya que a sus 22 años como todos los muchachos de la época se vio arrastrado a realizar el servicio militar obligatorio de la época, formando parte de la quinta del 1.908 y encuadrándose el 4 de Marzo de 1.909 en el Regimiento de Infantería Príncipe No 3 en Asturias donde alcanza el rango de Cabo. Tras apenas 6 meses de formación y sin haber tenido experiencia de combate alguna, parte con su regimiento rumbo a Marruecos. Todos pensaban que era una fácil misión de contención frente a primitivas tribus desunidas. La infravaloración del enemigo por parte de los mandos saldría cara a España…

Mientras llegan las tropas desde Asturias al puerto de Melilla, recordemos la situación de España en esos momentos en los que reinaba Alfonso XIII y gobernaba Antonio Maura: Tras las deshonrosas pérdidas de Cuba, Puerto Rico y las Filipinas, España buscó una mayor presencia en el norte de África, logrando en el reparto colonial efectuado en 1.904 y en la Conferencia Internacional de Algeciras de 1.906, el control sobre la zona norte de Marruecos, mientras que Francia, con el beneplácito de Alemania y Gran Bretaña, se quedaba con más del 90% del territorio marroquí.

A España siempre le ha interesado que la zona más próxima a sus ciudades africanas se mantuviera en calma porque de esa manera aseguraba que se mantuviera un status quo de tranquilidad en sus dominios. Recordemos que tras la Conferencia Internacional de Algeciras se le reconoce a España la influencia territorial sobre las ciudades de Ceuta, Melilla, la colonia española de Tánger, y la explotación minera del Rif.

Cuando España reconoce al Sultán de Marruecos, Ab-el-Aziz, en el año 1.907 le impone, como es lógico para sus intereses, el compromiso ineludible de pacificar el rebelde territorio del Rif, aquel que se encuentra justamente junto a sus dos enclaves africanos, porque desde hacía ya algunos años un personaje conocido como El Roghi era el que dominaba realmente la zona, usurpando la autoridad del Sultán y creando una inestabilidad que no era bien vista por los ojos hispanos. Además de hacerse con el puerto de la Restinga, que se convirtió inmediatamente en un centro de contrabando de armas. Por tanto, la excusa para comenzar la penetración por el Rif, sin romper los acuerdos de Algeciras es perfecta: El Sultán es incapaz de mantener el orden en la zona cercana a Melilla, por lo que España tiene derecho a intervenir para proteger y mantener sus intereses económicos en las minas del Rif y la defensa de Melilla (y, poco después, se ocupa la zona de La Restringa y Cabo de Agua).

Al año siguiente, en 1.908, el trono del Sultán Ab-el-Aziz está en grave peligro: Su hermano Muley Hafid se ha levantado en su contra y se ha iniciado una abierta guerra civil por todo el país. En muy poco tiempo el hermano rebelde ya controla la zona interior de Marruecos. El Sultán incapaz de dominar la situación abdica en presencia francesa lo que llevaría a una situación de indefensión de las tropas españolas desplegadas por el Rif.

Un grupo de obreros españoles que trabajaban en Beni Bu Ifrur fueron sorpresivamente atacados el día 7 de Octubre por fuerzas rifeñas. El Roghi, que quería ganarse la confianza de los españoles lo más rápidamente posible (porque en ello le iba la cabeza), castigó con excesiva dureza a los responsables de la agresión, lo que motivó el levantamiento de las tribus de la zona y la posterior huida de El Roghi.

El nuevo Sultán marroquí había pedido ayuda directa a España para modernizar su ejército, a lo que España se opuso ya que según lo acordado en Algeciras, se debía abrir un concurso internacional para suministrar armas a Marruecos, lo que provocó un cierto grado de hostilidad del monarca con los españoles y consecuentemente una despreocupación por parte del Sultán de la desobediencia anárquica de las tribus del Rif.

Los franceses, mientras tanto, pretendían sacar partido de la situación de inestabilidad entre Marruecos y España y se disponían a hacerse cargo de las minas del Rif ante la inoperancia española. Y por otro lado estaba Melilla, ahogada por la situación de inestabilidad y sitiada comercial y económicamente.

El ejecutivo español pareció despertar de su largo letargo y decidió finalmente la explotación de las minas de su zona aunque tuvieran que estar protegidas por el ejército, antes de que lo hiciera Francia.

Es de gran importancia el hecho que sucedió el 9 de Julio de ese mismo año cuando cuatrocientos cabileños atacan a un destacamento militar que protegía a los obreros del ferrocarril de la Compañía de Minas del Rif, donde se producen cinco muertos y teniéndose que replegar el resto hasta Melilla. El gobernador militar de la ciudad, general Marina, reacciona y hace contratacar al ejército español, inicialmente sufriendo una fuerte oposición rifeña que logra vencer para finalmente represaliar duramente a los insurgentes. Con ello las tropas españolas toman diferentes puntos estratégicos en la zona cercana a Melilla. Marina pide refuerzos al gobierno -pues la ciudad ha quedado bastante desguarnecida tras el despliegue militar- y el gobierno de Maura envía a la Brigada de Cazadores de Barcelona, lo que propicia los primeros disturbios en la Ciudad Condal. El poder librarse del servicio militar con 1.500 pesetas de la época fue la chispa que desencadenará la llamada “Semana Trágica” avivada por las clases menos pudientes.

Las acciones militares de los días 23 y 24 de Julio a punto estuvieron de saldarse con un auténtico descalabro militar, finalmente las tropas pudieron regresar a duras penas hasta Melilla, eso sí, con un gran número de bajas. Marina, preocupado por el rumbo que estaba tomando la situación, decidió enviar suministros a las posiciones avanzadas por si estas se veían en la obligación de resistir por algún tiempo hasta que se consolidasen los refuerzos esperados de la península. El avance debía hacerse por un lugar cercano al Monte Gurugú y denominado “el Barranco del Lobo” donde los rifeños esperaban apostados el paso de la columna española. Resultando un desastre, las tropas españolas caen víctima de la emboscada y de la incompetencia de sus mandos…

Pero no todo fueron desgracias. Con el contingente de Barcelona ya asentado en tierras africanas y la llegada el día 14 de Septiembre del Regimiento Príncipe Nº 3, el mando español ordena dar el golpe final para acabar con los continuos ataques cabileños que se suceden en contra de la ciudad de Melilla. Es el día 20 de Septiembre cuando se pretende conquistar la península de Tres Forcas. En ese intento destaca la hazaña de José Cavalcanti, comandando el escuadrón de caballería de Cazadores de Alfonso XII, que efectúa la famosa “Carga de Taxdir” contra la Harka que tenía rodeado al Batallón de Cazadores de Cataluña y logra romper el cerco. El número de enemigos en proporción es aproximadamente de 10 contra 1. Cavalcanti lanza una segunda carga contra la Harka, sufriendo e infligiendo numerosas bajas al enemigo y después una tercera, prácticamente al paso porque los caballos estaban absolutamente extenuados, en esta última se aprovecha para retirar las bajas españolas. Seguidamente, Cavalcanti mandará ocupar una posición hasta que llegó en su ayuda el Batallón de Cazadores de Tarifa. Con estos actos los españoles acabarán dominando toda esa área, la península de Tres Forcas, tan importante para la seguridad del asentamiento español de Melilla.

El 21, Noval tomaba parte en el duro combate de Taxdirt Al día siguiente cae el zoco de El-Had de Beni Sicar (a 7 kilómetros de Melilla) interviniendo la tropa del Regimiento Príncipe Nº 3 lideradas por general Sotomayor; y también cae Hidún ante las tropas de Tovar. Pero será el desgraciado día 28 cuando en las inmediaciones del campamento español de Beni Sicar donde se asentaban los soldados del batallón del Príncipe Nº 3, encontraría la muerte el cabo Noval.

Recordemos que las posiciones en el campamento de Beni Sicar no habían alcanzado el nivel adecuado de fortificación. Las defensas se construían a base de muros de piedras del lugar y sacos terreros, que todavía no cerraban el perímetro, pero todo su contorno sí estaba protegido por alambradas. Por ello, por la noche, a fin de aumentar la seguridad de la posición, se adelantaban puestos de centinelas dobles, a modo de escuchas, y unas patrullas recorrían los intervalos entre ellos. Y en uno de esos intervalos en la oscuridad de la noche fue asaltado el cabo Noval a cuyo cargo estaba en ese momento el flanco derecho del campamento en el perímetro exterior. Se encontraba Noval recorriendo el servicio de vigilancia exterior del campamento, cuando fueron atacados los escuchas por un enemigo numeroso que les obligó a retirarse hacia las fortificaciones. Noval pudo llegar hasta una de las alambradas donde fue retenido por la avanzadilla de un numeroso grupo de insurgentes, 1.500 rifeños que intentaba asaltar el campamento español con la complicidad de la noche cerrada. Ahora los rebeldes con su nuevo prisionero tratan de emplearlo como llave para acercarse a una de las entradas del campamento y no ser disparados. Era las 2:30 de la madrugada cuando a distancia visual de la alambrada le exigieron que gritase el santo y seña de esa noche entre la guardia española y sintiendo sobre su cuello la presión de un cuchillo, exclamó: “¡Alto el fuego que somos españoles!”, a cuyas voces el primer teniente D. Evaristo Álvarez, al distinguir al cabo Noval que llegó hasta las alambradas, mandó cesar el fuego, lo que -oído por el cabo- gritó seguidamente desembarazándose momentáneamente de su captor: “¡Compañeros, tirad, que vengo entre moros! ¡Fuego! ¡Viva España!”. Se rompió la calma con los disparos por ambos bandos hasta que llegaron los refuerzos al Puesto de Guardia con lo que se rechazó al enemigo, no sin pocas pérdidas. Las bajas españolas fueron 1 comandante y 9 de tropa muertos; 1 capitán y 15 de tropa heridos y 1 teniente y 1 soldado contusos. Al amanecer y una vez hecha la descubierta, se encontró el cadáver del cabo Noval, abrazado a su fusil, con 5 balazos en el cuerpo y la bayoneta calada teñida en sangre, y próximo al mismo un moro muerto, que entre otras heridas de arma de fuego, tenía atravesado el pecho de un bayonetazo.

Al día siguiente, el día 29 y no muy lejos de allí el general Arizón corona los 885 metros de altura del monte Gurugú, que dominaba Melilla, y desde el cual los rifeños disparaban sus cañones sobre la ciudad. Pero a continuación los españoles reciben un revés en Jemís y el monte Gurugú se pierde ante la dura acometida rifeña y debe ser una vez más reconquistado, por lo que las últimas operaciones militares se extienden hasta finales del mes de Noviembre.

Esta victoria no consigue salvar al gobierno de Maura que después de los hechos acontecidos en Barcelona (la Semana Trágica), y sus posteriores derivaciones y con la impopular guerra de Marruecos pierde la confianza del rey Alfonso XIII y es sustituido por Moret. La guerra está concluida “victoriosamente”, aunque se tardará más de un año en firmar la paz oficial con el Sultán, propietario del Rif.

Nuestro Cabo Noval con apenas 7 meses luciendo el uniforme y tras 14 días en África entregó de forma heroica su vida. Y allí se le enterró en el cementerio de Melilla, territorio español. Con este grabado:

DISTE TU VIDA POR LA PATRIA
ESCRIBIENDO HERMOSA PÁGINA
DE GLORIA EN LA HISTORIA
DEL INVICTO EJÉRCITO ESPAÑOL
COMO BUEN HIJO Y MEJOR PATRICIO.
CABO NOVAL EN ÁFRICA”.

Su acto fue reconocido ampliamente recibiendo la máxima condecoración al valor en campaña: la Cruz Laureada de San Fernando de 2ª Clase (mérito solicitado el 13 de Octubre de 1.909 a petición del General Sotomayor, general de su División en Melilla).

Desde el periódico La Vanguardia de Melilla se comunicó la noticia de su muerte el día 2 de Octubre al igual que la petición de la Laureada el día 13. En su memoria se levantó en Madrid, en 1.912, el monumento que se encuentra en la Plaza de Oriente, en el jardín formado entre las calles San Quintín y Pavía. Realizado por Mariano Benlliure con los fondos de una suscripción abierta por una asociación de mujeres. En el pedestal, aparece grabada la siguiente inscripción: “INICIADO POR MUJERES ESPAÑOLAS, SE ELEVA ESTE MONUMENTO A LA GLORIA DEL SOLDADO LUIS NOVAL. PATRIA, NO OLVIDES NUNCA A LOS QUE POR TI MUEREN”. El monumento, que simboliza el heroísmo del soldado español, está dedicado al cabo Luis Noval Ferrao, muerto en la campaña de Marruecos de 1909 y condecorado con una Laureada de San Fernando.

El 24 de Octubre de 1.916, regresaron los restos del Cabo Noval a Oviedo, donde se le enterró, bajo el monumento que se le había dedicado, levantado en el cementerio del Salvador, obra de Víctor Hevia.

Hoy en día, el Regimiento Príncipe No 3, también llamado “El Osado“, sigue en activo en el acuartelamiento “CABO NOVAL”, en Siero (Asturias).


LAS CRUCES LAUREADAS DE SAN FERNANDO EN MARRUECOS.
Entre 1.909 y 1.925 el Ejército español derramó generosamente su sangre en Marruecos, dejando constancia del heroísmo de sus combatientes a través de los numerosos juicios contradictorios que se instruyeron para la concesión de la Cruz Laureada de San Fernando. En las diversas campañas que se alargaron por espacio de dieciséis años fueron concedidas aproximadamente 150 Cruces Laureadas, dando idea de la dureza de los combates en los que fueron ganadas el que un 55% de ellas no pudieron ser prendidas en vida en la guerrera del héroe y tuvieron que ser otorgadas a título póstumo.

Antes de 1.909 ya se habían entregado Cruces Laureadas de San Fernando en Marruecos, aunque éstas habían sido muy escasas. Durante la Guerra de África (1.859-1.860) había sido recompensado con la Cruz Laureada el capitán don José Gutiérrez de Maturana, y años después la recibió el capitán don Juan Picasso González, por los hechos ocurridos en 1.893 en el fuerte de Cabrerizas Altas.

De las mencionadas 150 Laureadas más de las tres cuartas partes fueron ganadas por jefes, oficiales, suboficiales y tropa del Arma de Infantería, repartiéndose el resto entre Caballería (10 Cruces), Artillería (8), Ingenieros (6), Sanidad Militar (6), Cuerpo Jurídico (1) y Armada (2). Las heroicas intervenciones en combate del Servicio de Aviación recibieron como recompensa 7 Cruces (4 de los pilotos pertenecían a Infantería, uno a Caballería y el mismo número a Ingenieros y al Cuerpo Jurídico). Por empleos, el más recompensado fue el de teniente, con un 33% de las Laureadas, seguido del de capitán con un 27%. También destacaron por su valor las clases de tropa, cabos y soldados, ganadores de un 12% de las Cruces. Tenientes coroneles y comandantes, empleos con menos ocasiones de demostrar su valor que los inferiores, fueron recompensados con 7 y 6 Laureadas, respectivamente.

El caballero de mayor edad en el momento de ganar la Laureada fue el teniente coronel don Eloy Moreira y Espinosa de los Monteros, jefe del Batallón de Cazadores de Tarifa, quien estaba a punto de cumplir los 57 años. Tras la carga dada en Taxdirt por el teniente coronel Cavalcanti con el Escuadrón de Alfonso XII, el teniente coronel Moreira se había puesto al frente de una compañía de su Batallón, con la que se lanzó al ataque con el fin de retirar las bajas tenidas por dicho escuadrón, recibiendo una gravísima herida en la cara que le hizo perder mucha sangre y que le obligaría a permanecer hospitalizado durante más de un año. No llevaba una buena carrera, pues había ingresado en el Ejército como soldado voluntario y recorrido lentamente todos los empleos hasta llegar al de teniente coronel en 1.906. Fue ascendido a coronel por méritos de guerra en 1.909 y dos años después a general de brigada por igual motivo, retirándose con este empleo.

En contraposición, el más joven fue el segundo teniente don Carlos Ramírez Dabán, pues con tan solo 18 años ganó la Laureada durante la heroica defensa de la posición de Kudia Riba, en 1.914, en la que perdería la vida; era nieto del brigadier don Luis Dabán y Ramírez de Arellano, uno de los artífices de la Restauración.

El primer hecho de guerra de las Campañas de Marruecos que merecería la Laureada tuvo lugar el 23 de Julio de 1.909 en las estribaciones del Gurugú. Intervino una columna al mando del coronel Álvarez Cabrera, que moriría durante la acción, y ganarían en ella la Cruz Laureada el capitán Fernández de Guevara y los tenientes Fernández de Cuevas y De los Reyes, los tres a título póstumo, que no les sería concedida entre los meses de Mayo y Agosto de 1.910.

Por el contrario, el último de los hechos premiados tendría lugar el 4 de Julio de 1.927, y en él ganaría la Laureada el capitán de Infantería perteneciente al Servicio de Aviación don Felipe Matanza Vázquez, que también perdería la vida al realizar un bombardeo.

La Laureada que se concedió en fecha más temprana durante la primera de las Campañas de Marruecos fue la del teniente coronel Cavalcanti, que lo fue en el mes de Febrero de 1.910, por la carga que había realizado en Taxdirt el 29 de Septiembre del año anterior. La siguiente Laureada le correspondería al cabo don Luis Noval Ferrao, que un día antes ofrecería su vida por las de sus compañeros negándose a facilitar la entrada a los moros a la posición que guarnecía. Con anterioridad a estos dos hechos hubo otro que dio origen a la concesión de varias Cruces Laureadas: La acción del Barranco del Lobo, el 27 de Julio de 1.909. En ese día, fuerzas de la 1ª Brigada Mixta, al mando del general don Guillermo Pintos Ledesma, al tratar de ocupar las alturas del Gurugú, cayeron en una emboscada, teniendo numerosas bajas. Ocho de sus jefes y oficiales, pertenecientes al Arma de Infantería, recibirían la Laureada: el teniente coronel Palacio Rodríguez, los comandantes Fresneda Calsamiglia y López Nuño, los capitanes Melgar Mata, Moreno de Guerra y Navarro, y los tenientes De la Portilla y Tourné, todos ellos a título póstumo.

Hubo juicios contradictorios que se alargaron hasta muchos años después de la finalización de los enfrentamientos. El que más se demoró fue el abierto al cabo de Infantería don Ramón Fernández Sáez, que no recibiría la Cruz Laureada hasta el 17 de Abril de 1.936 por una acción cometida el 13 de Agosto de 1.924. En ese día salió del blocao “Serrana” al mando de cinco individuos para proteger la aguada, y cuando de regreso se encontraban a una distancia aproximada de un kilómetro recibieron una descarga del enemigo a bocajarro, tras la cual, aunque resultó herido, resistió haciendo fuego en unión de dos soldados, uno ileso y el otro herido leve, impidiendo que el enemigo, superior en número, se apoderase del armamento de un soldado que había resultado muerto y del de otros dos con heridas graves, ordenando armar el cuchillo bayoneta para resistir de esta forma, en caso necesario, e impedir que el enemigo, muy próximo, se acercara al muerto y a los heridos graves, continuando haciendo fuego, teniendo a raya al enemigo hasta la llegada de las fuerzas de socorro, ante cuya presencia huyó aquél, siendo retirados a la posición el muerto y los heridos con todo su armamento. El cabo Fernández Sáez pudo lucir la Cruz Laureada en vida, ya que la herida que sufrió durante la acción no fue mortal.


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