Conozco a muchas heroínas dentro de nuestras Fuerzas
Armadas. He tenido el inmenso privilegio de encontrármelas en Bosnia, en
Kosovo, en Iraq, en Afganistán, en El Líbano... Tan pronto lideraban un Equipo
LOT como conducían un BMR, curaban a un niño quemado o patrullaban con el G-36
preparado: Marina, Cristina,
Elena, Mayka, Carmina, Lupe… Los apellidos no
son importantes: Ellas saben que me refiero precisamente “A ELLAS”. Porque
Ellas (y ellos) arriesgan su vida para que nosotros no tengamos que arriesgar
la nuestra… Este artículo –escrito con todo orgullo y respeto- es en su
honor.
Era el 21 de
Febrero de 2.007… Avanzaban sin novedad, por aquella vasta llanura tan yerma
que hasta las propias piedras habían huido de aquel paraje. Los blindados iban
en fila, con los tiradores apostados a cada flanco y las ametralladoras pesadas
listas: Nunca se sabía qué podía ocurrir. El blindado medicalizado era el
cuarto del convoy: Un lugar tranquilo, aparentemente, pues el mayor riesgo
siempre lo corrían los vehículos que abrían y cerraban la columna. Con la
cotidiana precaución, la soldado conductora dirigía el BMR con profesionalidad.
“Prevenida pero nunca atemorizada” era el lema que solía repetirse…
De repente, la
explosión, la luz cegadora… La total oscuridad…
Idoia Rodríguez
Buján, de 23 años y natural de Nodar (Lugo) resultaba
muerta –y otros dos compañeros, el alférez César Muñoz Pantoja y el cabo Jorge
Liaño del Río, heridos- en un atentado sufrido en las inmediaciones de la localidad
de Shindand, al sur de Herat. Los tres militares
viajaban en un BMR-ambulancia que transportaba el Equipo Médico (una teniente
médico, el alférez ATS herido, el cabo –también herido- y la soldado fallecida,
que era la conductora del blindado medicalizado) dentro de un convoy formado
por otros cuatro blindados que realizaban una misión de apoyo a los equipos
italianos (OMLT.) que instruyen al Ejército afgano. La ambulancia circulaba en
cuarto lugar cuando pisó una mina antitanque de gran potencia.
Tras expresar
sus condolencias a los familiares de la soldado y su apoyo a los heridos, el por
entonces Ministro de Defensa –José Antonio Alonso- subrayaba el compromiso del
Gobierno con la misión "noble y decente" de Naciones Unidas en
Afganistán, donde -aseguraba- "vamos a seguir aportando esfuerzo para
la reconstrucción del país”. Un país, por ende, hostil… Aunque ello se
solía omitir.
Los soldados,
más prosaicos (a la vez que muchas veces incomprendidos e injustamente
minusvalorados), no engañaban a nadie (sus gestas –nacidas de la valentía, la
generosidad, el sacrificio y el sentido del deber- eran sobrevivir día tras día
en “Territorio Comanche”): “Idoia y yo no fuimos a Afganistán por las
medallas, sino por la asignación económica que conlleva aceptar un destino
difícil”, comentaba su novio, Braulio Picón, al aterrizar en el aeropuerto
de Lavacolla, en el mismo avión que llevaba a su tierra natal desde Niyat el
féretro de Idoia. Eran las 03:45 horas de la mañana y políticos y oficiales
esperaban, acompañando a la familia, junto al improvisado escenario a pie de
pista. Braulio se abrazó a Consuelo (la madre de Idoia), durante veinte minutos
interminables: Ella estaba sentada. Él se agachó y la sostuvo entre sus brazos
mientras diez militares depositaban el ataúd sobre un soporte. Intentaron
acercarse al féretro, pero la mujer sufrió un desmayo. Su marido –Constantino-
y ella ni siquiera pudieron recoger la Cruz al Mérito Militar con distintivo
rojo que les pretendía entregar el presidente Zapatero... La familia aún tuvo
que esperar hasta las siete y media de la mañana para regresar a Friol (en ese
lapso de tiempo, los forenses reconocieron el cadáver). Los padres de Idoia
habían rechazado el día anterior la exposición al público que suponía hacer el
velatorio en el Pabellón Municipal de Friol, ofrecido por el Ayuntamiento: LA
PENA ES ÍNTIMA. Pero acabaron cediendo ante la necesidad de encontrar un
espacio para el multitudinario pésame, antes de celebrarse el solemne funeral.
Los integrantes
de la BRILAT permanecían de guardia junto a la familia. “Los militares se
turnan en guardias, lo padres no”, comentaba un vecino. Extenuados ya por
las horas de duelo en el tanatorio, a ratos Consuelo se apoyaba en el brazo del
novio de su hija: “Teníamos muchos planes de cara al mañana: Con el dinero
que ganásemos íbamos a comprar un piso en Pontevedra para comenzar una vida
juntos, porque teníamos planes de futuro”. Las lágrimas surcaban sus ojos. El
joven de Finisterre tenía muy presente que en Agosto de 2.005 Idoia y él
asistieron -junto a sus compañeros de la Brigada Aerotransportable de
Figueirido, en Pontevedra, dónde recibían la instrucción- al entierro de doce
compañeros: También habían muerto en Afganistán al caer el helicóptero en que
viajaban(fallecieron un total de 17 españoles en aquel accidente). Pese a ser
entonces conscientes de que era un destino por el que se jugaban la vida, ellos
lo eligieron. “Después de lo del helicóptero no nos desanimamos, pues nunca
piensas que te pueda ocurrir a ti. Queríamos ganar dinero a toda costa para
estar juntos”. La madre de Braulio asistió a la conversación. Dijo de su
hijo que era muy guapo: “Más guapa era ella”, replicó veloz el muchacho.
“Y además de guapos son buenos, y muy ilusos, por decidirse a ir a un sitio
con mucho peligro. De primeras no lo parece, pero cuando él me cuenta por
teléfono lo que hacen allí, dónde van y cómo, me asusto, me parece muy
peligroso”. El joven estaba a punto de embarcarse en el avión en el que
regresaba de cuatro meses de misión. Pero entonces llegó la noticia de la
muerte de Idoia y esperó en Afganistán para acompañar el cuerpo. Braulio
insistió en que es un destino al que fueron voluntarios. Entonces su voz se
quebró y le resultó imposible seguir hablando. Pidió disculpas y se dirigió de
nuevo a la capilla ardiente dónde yacían los restos de su novia. El padre de Picón explicó que
los dos decidieron sacarse el carné para conducir los
blindados, porque pensaban que así "se sacarían un buen
dinero que les ayudaría para la boda"...
"Siempre nos decía que no nos preocupáramos porque Idoia y él
estaban muy bien, y la zona que le habían destinado, Shindand, era un área muy
tranquila. Además, ellos conducían unas ambulancias blindadas y se
ocupaban únicamente de evacuar a personas", decía el
padre entre sollozos.
Hasta Friol
llegó también el secretario de Organización del PSOE. José Blanco comentó que
es amigo del padre de Idoia Rodríguez, Constantino, desde hace muchos años,
dada su vinculación con el Partido Socialista, en el que milita. Blanco afirmó
que los padres no tienen reproche alguno por lo ocurrido, ya que “la chica
hacía lo que siempre soñó hacer, ser soldado. Cumplía con un anhelo, con lo que
deseaba… El PP nos metió con mentiras en una guerra. Ahora trata de lavar la
conciencia con una misión humanitaria. Eso es doble moral, y quien lo hace es
inmoral”. Como siempre, se instrumentalizaba al caído, lanzándose el
cadáver unos a otros, entre multitud de acusaciones, mientras a pocos metros,
seguía el velatorio, con los padres de Idoia inmóviles junto al cuerpo de su
hija, con el rostro desfigurado por el dolor…
Nuestros militares morían y los políticos se hacían
las fotos…
La Alianza Atlántica dejaba bien claro que las
misiones que llevaban a cabo las tropas españolas en Afganistán no eran sólo
"humanitarias". En su página web oficial, la OTAN calificaba
brevemente el hecho, dentro del apartado dedicado a la Fuerza de Internacional
de Asistencia para la Seguridad (ISAF.), confirmando que la baja causada el 21
de Febrero en el oeste afgano había ocurrido durante "OPERACIONES DE
COMBATE": La reseña número 2.007-121, que hacía referencia a dicha
muerte, fechada el 22 de Febrero de 2.007, decía textualmente: "Un soldado de ISAF fue asesinado ayer en el
oeste afgano durante operaciones de combate. De acuerdo con la política de la
OTAN, ISAF no proporciona la nacionalidad de las bajas antes de que lo hagan
las autoridades nacionales". Por su parte, el Comandante
de Operaciones de España en Afganistán, Félix Sanz Roldán, aseguraba que la
muerte de la soldado Rodríguez había sido "durísima",
añadiendo que había conocido a Idoia en su viaje a Afganistán y que "ahora
cuando paseaba por las calles de este pueblo, me la imaginaba en sus años
jóvenes soñando con volver después de haber realizado un trabajo bien hecho".
El responsable de todo el contingente español en Afganistán también añadía que
la "presencia de tropas españolas en este país está perfectamente
justificada y que todos los que han estado allí lo saben, por lo que los que
gozamos de la vida, tenemos que saber que es posible un mundo más justo, más
estable y más seguro".
Añadir leyenda |
En respuesta a una pregunta sobre si era posible
que hubiese más problemas en Afganistán, comentaba que "es muy difícil
de prever, pero tenemos que tener la cabeza en su sitio y hacer todo lo que
podamos para prevenir problemas… Estoy emocionado, porque soy el comandante de
operaciones de España; todos los órganos que operan están a mis órdenes y,
salvando las naturales distancias, porque no quiero ocupar el sitio de nadie,
son un poco como mis hijos".
En aquel momento, España mantenía desplegado en
Afganistán un contingente de más de 690 efectivos, liderado por el coronel de
la BRILAT, Rafael Roel, cuya unidad aporta el grueso de las tropas de esta
rotación. La mayoría concentrados en la Base de Herat y en el Equipo de
Reconstrucción Provincial de Badghis, con sede en Qala-I-Now. El contingente se
completaba con varios oficiales destinados en el Cuartel General de la ISAF en
Kabul y en el Mando Coordinador de la zona oeste, emplazado en Herat. El apoyo
aéreo a este despliegue lo desarrollaba el destacamento español en Manás
(Kirguistán), con dos aviones Hércules C130 de la Fuerza Aérea española. Con
Idoia Rodríguez eran ya 19 las bajas de las Fuerzas Armadas españolas en territorio
afgano: En Agosto de 2.005, 17 militares españoles fallecieron al estrellarse
en el oeste del país el helicóptero Cougar en el que viajaban. Posteriormente,
el 8 de Julio de 2.006, una explosión acabó con la vida del paracaidista Jorge
Arnaldo Seminario. La cifra ascendía a 81 si se incluían los 62 muertos en el accidente
del Yak-42 que los trasladaba, en Mayo de 2.003, de Kabul a España… Por
desgracia, no serían los últimos.
“Si muero en zona de combate
Decidles a todos en la Patria
Que lo hice lo mejor posible.
Si muero en zona de combate
Contadle a mi preciosa niña
Que traje los mejores recuerdos conmigo.
Si muero en zona de combate
Contadle a mis amigos
Que morí mirando cara a cara al arma.
Si muero en zona de combate
No necesito mi nombre sobre la lápida.
En vez de eso, poned
“Un hombre que vivió, luchó y murió“” (“If I Die in a Combat Zone“)
Un año después, el Ministerio de Defensa creaba el
premio “SOLDADO IDOIA RODRÍGUEZ, MUJER EN LAS FUERZAS ARMADAS” para
reconocer la labor de aquellas personas, colectivos e instituciones, civiles y
militares, que hayan contribuido con su trabajo a favorecer la incorporación y
permanencia de la mujer en las Fuerzas Armadas, así como a apoyar la igualdad
de oportunidades y potenciar su papel en el seno de los Ejércitos. El nombre
del premio era un homenaje a Idoia Rodríguez, primera mujer militar española
fallecida en una misión internacional:
“Vicepresidenta, ministra,
señoras y señores, querida Consuelo (madre de la soldado Idoia), querido
Constantino (padre de la soldado Idoia): Hace veinte años, veinticinco
mujeres valientes se pusieron por primera vez un uniforme militar para servir a
su sociedad. Estas veinticinco militares se convirtieron poco después en un
centenar: las primeras mujeres en ingresar en cada cuerpo y escala. En la
actualidad son, somos, más de 15.000 y el segundo país de Europa con más
proporción de mujeres militares.
Celebramos, por tanto, el
aniversario del fin de una anomalía histórica. Hace 20 años, nuestras Fuerzas
Armadas debían privarse de la contribución de la mitad de la sociedad. Pero
también, y me van a permitir que lo diga con orgullo, como ministra de Defensa,
conmemoramos que nuestros Ejércitos supieron dar ejemplo. Demostraron que eran
capaces de asumir con normalidad la aspiración de igualdad de la sociedad
española.
En veinte años, hemos recorrido
un vacío de siglos. Lo hemos hecho porque lo demandaba la sociedad. Con el
impulso de Gobiernos de distinto signo. Y ha sido fácil hacerlo porque nuestras
Fuerzas Armadas han demostrado estar preparadas, como pocas organizaciones
sociales, para favorecer la igualdad entre hombres y mujeres.
Este galardón premia a las
primeras mujeres en incorporarse a cada cuerpo y escala. Pero premia también,
en su nombre, a los mandos y a los compañeros de esas mujeres. Es un
reconocimiento, en definitiva, al conjunto de hombres y mujeres que forman
nuestras Fuerzas Armadas por el ejemplo que han dado.
Hay pocos profesiones o tareas
donde el trabajo en equipo sea tan importante, tan vital, como lo es en las
Fuerzas Armadas. Por eso, la normalidad con la que hombres y mujeres militares
desempeñan su labor es tan importante.
No cabe duda de que hay que
seguir haciendo un trabajo de concienciación para que todas las mujeres que
deseen incorporarse a nuestros Ejércitos den efectivamente ese paso. Una labor,
de la que este premio es ejemplo; y que pasa, fundamentalmente por difundir los
hechos, la vida cotidiana y real de nuestros militares. Una labor que implica
estar dispuesto a hacer el máximo sacrificio. Como hizo, la soldado Idoia
Rodríguez Buján, que falleció trabajando por la paz, junto a sus compañeros,
hombres y mujeres.
El premio Idoia Rodríguez Buján,
que hoy se concede por primera vez, es un premio a la igualdad. Honra, por
tanto la memoria de todos nuestros militares fallecidos en operaciones, en la
persona de la primera mujer que perdió la vida en acto de servicio.
Como saben, las premiadas son ese
centenar de pioneras al que antes he hecho alusión. No obstante, hemos decidido
entregar la estatuilla de este primer premio a los padres de la soldado Idoia
Rodríguez Buján, a Consuelo y a Constantino”[1].
II Premio “Idoia
Rodríguez” (2.009): Cabo Lucía Peraita, destinada en el Batallón de
Zapadores XXII (perteneciente a la Brigada de Caballería “Castillejos”
II). “En esta ocasión se ha optado
por una concesión individual en reconocimiento a su excelente trayectoria
profesional y a sus virtudes militares y personales acreditadas en el
desarrollo de sus cometidos en las misiones internacionales realizadas así como
en sus diferentes destinos” (Orden Ministerial 1592/2.009 de 10 de Junio de
2.009).
III Premio “Idoia
Rodríguez” (2.010): Doctora Valentina Fernández Vargas -investigadora del
Centro Superior de Investigaciones Científicas (CSIC)-, en reconocimiento a su
“larga trayectoria dedicada a la investigación y difusión de cuestiones de
género y Fuerzas Armadas, y su apoyo académico a la igualdad y los derechos de
la mujer militar en España”.
IV Premio “Idoia
Rodríguez” (2.011): Comité de Perspectivas de Género de la OTAN
por su apoyo a la incorporación e integración de la mujer en las Fuerzas
Armadas españolas y de los países aliados.
"La
vida no es la vida que vivimos
La
vida es el honor, es el recuerdo,
Por
eso hay muertos que en el mundo viven
y
hombres que viven en el mundo muertos" (Gustavo
Adolfo Bécquer).
[1] Carmen Chacón, Ministra de Defensa. Discurso
pronunciado con motivo de la entrega del I Premio “Idoia Rodríguez”. Cuartel General
del Ejército, 13 de Septiembre de 2.008.
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