domingo, 9 de junio de 2013

TRIUNFAR O MORIR: LA BRIPAC EN KURDISTÁN



Y ya que desde este Foro hemos tratado las operaciones en el exterior parece oportuno recordar la primera en la que participaron fuerzas españolas, la operación “Provide Comfort”,  (operación “Alfa Kilo” –Ayuda a Kurdistán- en España), de ayuda humanitaria al pueblo kurdo en el Norte de Irak.

Al finalizar la primera guerra del Golfo, 28 de Febrero de 1.991, la brutal represión de Sadam Hussein contra la población kurda, utilizando incluso gases contra algún poblado, había provocado una huida masiva hacia las montañas del norte, en la frontera con Turquía e Irán, donde debido a las bajas temperaturas del final del invierno y a la altura, más de 3.000 metros, la situación de la población rozaba la catástrofe.

Estados Unidos lideró una operación multinacional de ayuda humanitaria, “Provide Comfort” (“Proporcionar Alivio”), en cumplimiento de una resolución del Consejo de Seguridad de la ONU del 5 de Abril para atender a la población kurda. La operación se inició imponiendo a Irak una zona de exclusión aérea al Norte del paralelo 36 y desplegando elementos de las fuerzas especiales norteamericanas, que facilitaron el lanzamiento en paracaídas de la ayuda humanitaria, mientras se llevaba a cabo el despliegue de las fuerzas terrestres que iban a proporcionar seguridad, apoyar el regreso de los kurdos, organizar campamentos de refugiados y estabilizar la situación.

Se había producido una feliz conjunción para España: Se acababa de firmar el Acuerdo de Coordinación Alfa para articular la participación española en la defensa integrada de la OTAN, que preveía la posibilidad de proyección exterior del Ejército de Tierra. Ocupaba el puesto de Comandante Supremo de la OTAN en Europa (SACEUR) el General John Galvin, amigo de España. Era Jefe del Estado Mayor de la Defensa (JEMAD) el Almirante Granizo, que a su vez conectaba muy bien con el Ministro de Defensa, Julián García Vargas, ambos muy competentes. El resultado fue la decisión de enviar a Irak una fuerza terrestre en misión humanitaria con elementos de Infantería e Ingenieros, un escalón médico avanzado y helicópteros de mando y transporte.

No obstante, a  finales de Abril del 91, el Gobierno español no lograba su objetivo de que la Unión Europea Occidental (UEO) diese cobertura a la ayuda militar que seis países europeos -Reino Unido, Francia, Holanda, Bélgica, italia y España- habían decidido prestar a los refugiados kurdos en el norte de Irak. La falta de coordinación entre los países europeos dejaba el control de la operación en manos de Estados Unidos. De hecho, el coronel de Ingenieros Juan Narro Romero[1] y el comandante Germán Corisco, del Estado Mayor del Ejército, partían el 23 de Abril hacia la base turca de Incirlik, donde ya se encontraba el capitán Fernando Alejandre (que ya había sido destacado como oficial de enlace unos días antes por la BRIPAC[2]), para crear una Oficina de Enlace ante el mando norteamericano de la operación. Mientras tanto, el ministro de Exteriores, Francisco Fernández Ordóñez, defendía en Estrasburgo (Francia), ante la Asamblea del Consejo de Europa, el derecho de injerencia en los asuntos internos de Irak para ayudar a los refugiados kurdos, enorgulleciéndose de que España estuviera "entre los países que han dado un paso significativo para detener el horror".
 
Al mismo tiempo, el Estado Mayor de la Defensa ultimaba directiva en la que se recogían las misiones y Reglas de Enfrentamiento (ROE.´s) de los paracaidistas, que únicamente iban a portar armas ligeras para protección personal. Por su parte, Defensa pedía a los estadounidenses que facilitasen el traslado a la base turca de Incirlik de 10 helicópteros medios del tipo HU, para apoyar al contingente español enviado en apoyo de los refugiados kurdos, a bordo, de los grandes aviones Galaxy y Starlifter que hacían escala en Torrejón camino del Golfo. La Fuerza Aérea española carecía de aviones con capacidad para transportar los helicópteros y la petición formulada a Estados Unidos no era sino una devolución del favor que hizo el Ejército español al norteamericano al inicio de la crisis del Golfo, cuando varios Hércules de Zaragoza llevaron material estadounidense de Torrejón a Incirlik.

Todas las fuerzas políticas se mostraron favorables a la operación de ayuda militar a los refugiados, si bien algunas, como IU y el CDS, se quejaron del método seguido por el Gobierno para adoptar la decisión. Fernández Ordóñez dejaba entrever en el Senado su orgullo de que España esté "entre los siete países que han dado un paso significativo para detener el horror" que padecen los refugiados kurdos. El jefe de la diplomacia española acudió a la Cámara Alta para responder a una interpelación del senador Roe Fuentes (Izquierda Unida-Iniciativa per Catalunya) sobre la ayuda que el Gobierno brinda a ese pueblo sin Estado. Hoy en día "el respeto de los derechos humanos tiene una dimensión universal y, por tanto, ese problema dramático es también nuestro problema. No obstante, he de subrayar que se trata de una acción temporal que no cuestiona la soberanía ni la integridad territorial iraquí”.

De este modo se organizó la AGRUPACIÓN TÁCTICA “ALCALÁ”, al mando del Coronel Francisco Ledesma Salgués (segundo jefe de la Brigada Paracaidista) e integrada por la 2ª Bandera (reducida, 350 hombres) y personal de ingenieros de la Brigada Paracaidista[3] (BRIPAC), una Agrupación de helicópteros -12 aparatos, con sus correspondientes tripulaciones y personal de apoyo- de las Fuerzas Aeromóviles del Ejército de Tierra (FAMET), el Escalón Médico Avanzado (EQAV o EMAT) del Hospital Militar de Sevilla (17 personas), una unidad de zapadores pertenecientes al Mando de Ingenieros (con cinco ingenieros y cuatro excavadores procedentes de Zaragoza y Salamanca), una Sección del Regimiento de Transmisiones Tácticas número 21, un destacamento de la Agrupación de Abastecimiento núm. 1, y otro personal en diversas organizaciones de mando y servicios de apoyo, jurídico, intervención, religioso y pagaduría. En total, 635 militares apoyados por siete helicópteros, (dos Chinook y cinco UH-1H), 80 vehículos todo terreno, 31 remolques, 18 motos y cinco máquinas excavadoras[4]. Todos los integrantes del contingente eran profesionales, Voluntarios Especiales o soldados del Servicio Militar que se presentaron voluntariamente para la misión. El Ministro de Defensa de entonces -Julián García Vargas- justificaba el cambio de criterio del Gobierno, que (en una polémica decisión) mandó marineros de reclutamiento forzoso en los barcos enviados al Golfo, asegurando que "al tratarse de una misión humanitaria, parece lógico que se recabe la opinión de los interesados".

En la rápida preparación de la fuerza, y luego en su sostenimiento, hay que destacar el papel del Centro de Operaciones del Estado Mayor del Ejército, COEME, de la BRIPAC y de las FAMET, que sin experiencias previas de lo que suponía proyectar fuerzas a más de 4.000 kilómetros de distancia dieron una gran muestra de profesionalidad.

La AGT. “Alcalá” comenzaría su misión el 26 de Abril, despegando de Torrejón de Ardoz en dos C-130 Hércules españoles del Ala de Transporte iniciando el movimiento del personal. Algunos elementos pesados (los todo-terreno Nissan Patrol, por ejemplo, así como armamento, municiones, ayuda humanitaria, tiendas de campaña, etc.) llegaron en aviones Lockheed C-5 Galaxy norteamericanos. El resto del material (incluidos los dos Chinook), vehículos, maquinaria de ingenieros, estaciones pesadas de HF, venían por vía marítima en un mercante civil ro-ro (roll-on roll-off) hacia el puerto turco de Iskenderun, la antigua Alejandreta.

Conscientes de la importancia de desplegar pronto en la zona, a las 72 horas de su llegada partía el Coronel Ledesma con el grueso de su fuerza, por carretera, para recorrer (en autobús) en dos jornadas los 800 kilómetros de distancia hasta Zakhu, la principal ciudad en el Noroeste de Irak, próxima a la frontera con Siria, Turquía e Irán. Dicho trayecto se solía hacer con una escala en el Centro Logístico Internacional, situado en Silopi, en donde los paracaidistas pernoctaban: “El viaje en autobús, fue horrible: Al enorme trayecto que teníamos que recorrer había que sumar la incomodidad y el hambre, ya que sólo nos dieron una ración de previsión y dos botellas de agua a cada uno para todo el camino. En cada autobús iban dos conductores, que se turnaban para conducir, y también íbamos haciendo algunas paradas en pequeños pueblos, para comprar algo o ir al servicio, además de que nos permitía estirar un poco las piernas. Al llegar a Silopi, tuvimos un descanso. Aquello era, en comparación con lo que habíamos visto y lo que veríamos al día siguiente, un paraíso: Una pequeña ciudad montada en medio de la nada, pero en la que no faltaba de nada. Como siempre, los yankees tenían que estar de por medio. Estos tíos tenían de todo. Montaron un campamento con tiendas modulares en el que podíamos encontrar desde cafés hasta una joyería (sí, una joyería/relojería, en un campamento militar instalado en medio del desierto Iraquí). Me quede alucinando. Lo que más me gustó fue el comedor: No sólo tenían de todo sino que además disponía de aire acondicionado, algo que agradecimos, porque de día la temperatura subía hasta los 40ºC. Como comenté, allí pasaríamos el resto del día (llegamos a media mañana) y la noche en cómodos camastros. Y digo en cómodos camastros, porque en comparación con el suelo frio y sucio iraquí, y los asientos de madera del autobús, aquello hasta era cómodo”.

El contingente español sería el tercero en desplegarse (el grueso del contingente se instaló en un edificio en ruinas que había sido un colegio, compartido con una compañía de marines americanos), después de americanos y británicos, integrándose en la Task Force Bravo. El EQAV se desplazaría luego otros cien kilómetros al Este para situarse en Shiladiza, en una de las principales avenidas de reflujo de refugiados, que empezaban a iniciar el regreso a los valles. Este alargado despliegue se fue sosteniendo desde España, a lo largo de toda la operación, con los vuelos semanales de estafeta de un avión Hércules hasta Incirlik, prolongado desde aquí a Zakhu con los Chinook, y luego hasta Shiladiza con Chinook y UH.1H. Más tarde, este despliegue se reduciría, al replegarse sobre Zakhu el EQAV, y habilitarse al Este de Zakhu un aeródromo de campaña que permitió los vuelos directos de Hércules entre España e Irak.

Una de las primeras tareas a realizar fue la de acondicionar el campamento: Montar las tiendas de campaña en las que se almacenaría la ayuda humanitaria, rellenar sacos de tierra para hacer barricadas, limpiar, y –obviamente- realizar servicios de vigilancia en todo el perímetro del campamento... Los primeros 45 días en Irak, los CLP.´s únicamente se alimentaron con las raciones de previsión, hasta que llegó el Grupo Logístico y montaron las cocinas y pudieron “comer caliente”. Como la inventiva ibérica no tiene límites, para enfriar el agua y mantener frescos los alimentos, compraban a tres dólares barras de hielo a una furgoneta local, “las metíamos en un bidón industrial, de esos metálicos, al que previamente le habíamos quitado una de las tapas y habíamos llenado hasta la mitad de agua del río. Introducíamos entonces las barras de hielo en los bidones con agua y ahí metíamos las bebidas y demás. Ésas eran nuestras neveras (rudimentarias pero efectivas)”. Y con el Grupo Logístico también llegaron los bazares, en los que se podían comprar cervezas, tabaco, pilas, etc... Hasta ese momento, consumibles como el tabaco o las pilas, las proporcionaban mercaderes ambulantes kurdos, “pero que ni sabíamos qué estábamos fumando, ni sabíamos de dónde procedía o si estaba caducado. En fin... Un riesgo más. El tabaco que comprábamos en el campamento, sabíamos que venía de España y que estaba en condiciones. Y, sobre todo, las pilas funcionaban (las de los mercaderes sólo duraban unas horas, ya que nos las vendían semi-gastadas (eso sí, cuidadosamente empaquetadas, de tal forma que parecían nuevas). Cámaras de fotos, carretes, ron, whisky, zumos enlatados, dinero iraquí… Hasta pistolas nos vendían. El mercadillo ambulante podía traer cualquier cosa, incluso a algunos llegaron a proponerle cambiar un bebé por una tienda de campaña. Todo se compraba, y todo se vendía…[5]
 
El 13 de Mayo atracó en Iskenderún el “J.J. Síster”, buque fletado por Cruz Roja española, que transportaba la ayuda recogida a lo ancho de la geografía española y los helicópteros. Con el apoyo del Cónsul de España en la zona, Sr. Butros, se organizó el transporte de esta ayuda con un centenar de camiones turcos de gran tonelaje, que la transportaron hasta nuestras tropas en Irak. Aunque hubo algunas dificultades debidas a su falta de “paletización”.

Aparte de instalar el hospital de campaña del EMAT, construir y acondicionar posibles campos para alojar a los 10.000 refugiados que huían de Saddam (así como imponer el orden en el interior de los campos), transportar material mediante helicópteros y proteger y defender las instalaciones de posibles ataques externos, REPARTIR LA AYUDA HUMANITARIA también entraba dentro de las funciones de la AGT., aunque con la instalación de los puestos de control, la principal tarea se centraría en vigilar los pasos fronterizos (principalmente, el puente que servía de frontera con Turquía, sobre el río Khabur), registrar todos los vehículos que pasaran por ellos y requisarles el armamento que llevaran. Los paracaidistas se iban turnando en los check-points (cada día vigilaban un puesto distinto, aunque también se dio el caso de que una Sección quedó asignada a un “Charly-Papa” durante varios días consecutivos). Los turnos eran de 12 horas las guardias y de 24 horas los retenes: De los tres pelotones que formaban una Sección, uno de ellos hacía de retén y los otros dos conformaban la guardia. La misión del pelotón de retén era relevar a los pelotones de guardia para que estos pudieran ir a comer y descansar un poco. Ya tocara uno u otro servicio, la tensión era constante: Los de la guardia, porque en cualquier momento podían aparecer algunos insurgentes en un vehículo y atacar a la guardia o inmolarse en un coche bomba; y los retenes, por el peligro de ser asaltados en el trayecto de relevo a la guardia, o pisar alguna mina por el camino… Afortunadamente, nada de esto ocurrió.

El contingente español, además de proporcionar seguridad en el entorno de Zakhu, transportó refugiados, construyó, organizó y abasteció campamentos de refugiados, y distribuyó la ayuda humanitaria española, y el EMAT –efectiva y finalmente- instaló un hospital de campaña donde atendió a una numerosísima población kurda. Se repartieron más de 110 Tm de alimentos, 560 Tm de ropa y calzado, más de 150 Tm de diverso material y se utilizó una tonelada de productos farmacéuticos. Se puso de manifiesto, además de su profesionalidad, que nada tuvo que envidiar a la de otros contingentes con más experiencia internacional, una característica que ha sido constante en todas las operaciones que luego han llevado a cabo fuerzas españolas: la facilidad de conectar y entenderse con todo tipo de culturas, cosa que ya nos viene de antiguo. Como muestra del buen hacer español los notables kurdos entregaron al Coronel Ledesma un mensaje de agradecimiento a España.


Mensaje de agradecimiento
"Al Gobierno español: En nombre de las tribus kurdas en Duhuk y Zakho en el Kurdistán de Irak, les agradecemos sus esfuerzos y su ayuda a nuestro pueblo kurdo para remediar el desastre y sus miserables condiciones.

Nunca olvidaremos la defensa y los esfuerzos que han hecho por nosotros y la historia la escribirá con letra de oro. Esperamos que continúen ayudando a los pobres y a los humildes por todo el mundo. Damos gracias a España y a su gran reputación de justicia desde el fondo de nuestros corazones.

Los mejores deseos para ustedes, vida y victoria para el pueblo español".


El hoy Teniente General Narro, participante en la Misión, destacaba para la revista “Atenea” algunas experiencias obtenidas durante la Operación “Alfa-Kilo”, muchas de ellas sumamente válidas y aplicables en misiones posteriores: Para comenzar, “la importancia de una organización modular y flexible que se adaptase a una rápida evolución de una situación que en cuestión de días pasó de requerir transporte de refugiados, el suministro de ropa de abrigo y un fuerte apoyo sanitario, a la necesidad de construir campamentos y proveerlos de tiendas de campaña (las cónicas, cuyo diseño se mantiene desde la guerra de Marruecos y han alojado a varias generaciones de militares españoles, tuvieron un magnífico uso), y más tarde a sostenerlos y garantizar el suministro de agua que era el elemento más crítico.

También destacaría la necesidad de desplegar en tiempo oportuno, no sólo por las ventajas de optar a las misiones más convenientes desde un punto de vista nacional sino para responder con precisión a las necesidades; algún contingente aliado desplegó en Darkarajan (localidad cercana a Zakhu) un impresionante hospital de campaña con capacidad para 300 camas, cuando los refugiados ya estaban asentados en sus campamentos y la situación sanitaria se había estabilizado, con lo que resultó prácticamente inútil. La gestión de la ayuda humanitaria, transporte, almacenamiento, distribución y -no menos importante- la seguridad (ya que a veces en la propia distribución se podían producir serios tumultos, como sucedería años más tarde en Umm Qsar) únicamente es eficaz si se lleva a cabo por una organización militar o se cuenta con su apoyo, ya que si no se garantiza una mínima seguridad no puede haber ayuda humanitaria.

En lo que respecta al Cuartel General aliado hay que resaltar la importancia de una cadena político-militar de decisiones, ágil para responder a una situación en continuo cambio, ya que se plantearon a menudo situaciones en las que era necesaria una decisión que desbordaba al ámbito militar por sus connotaciones políticas o por no coincidir los intereses del mando de la operación con los españoles: por ejemplo, si un soldado español podía patrullar con uno británico y otro americano en Zakhu; o el procedimiento a seguir si se entregaba o se detenía a algún prisionero de guerra iraquí. Los elementos de comunicaciones, terminal satélite portátil y estaciones de HF garantizaron las comunicaciones entre Zakhu e Incirlik y de ambos con España y, gracias a ellos y al apoyo del 2º JEME, General Faura, y del Jefe del Estado Mayor Conjunto, JEMACON, General Romero Alés, la respuesta de España se produjo siempre en tiempo oportuno, mucho antes que la de otros aliados[6].

A primeros de Junio la seguridad estaba totalmente controlada, la situación humanitaria era estable y se dio por finalizada la operación. A pesar de los kilómetros recorridos por difíciles carreteras, de las horas de vuelo y de la abundancia de minas contra personas, no hubo ni accidentes, ni bajas, como desgraciadamente les ocurrió a otros aliados. De haberlas habido quizás hubiesen repercutido muy negativamente en la posibilidad de participar en las misiones posteriores. Y aunque no se reportó en España, sí hubo pequeñas escaramuzas con los insurgentes: Algunos tiroteos esporádicos que, afortunadamente, se saldaron sin víctimas y no pasaron de meros sustos… Muchas veces concluidos con la presencia de los helicópteros artillados o los A-10 “Thunderbolt II” estadounidenses. La única noticia que tímidamente trascendió en los medios de comunicación hispanos fue la emboscada a un convoy que transportaba ayuda humanitaria al hospital del EMAT en Shiladiza: “Nuestro camión iba el último de la formación y no llevábamos la lona puesta para ir más frescos (lo que, por otra parte, también aseguraba un objetivo más claro) y esto lo aprovecharon los guerrilleros para avisarnos de que estábamos siendo vigilados, disparándonos desde una cota varias ráfagas de kalashnikov, que pasaron por encima de nuestras cabezas. Inmediatamente, el convoy se detuvo. Todos saltamos del camión y nos tiramos al suelo, recibiendo la orden de abrir fuego a discreción. La verdad es que no sabíamos dónde se encontraban los que nos habían disparado, sólo sabíamos desde qué dirección venían las balas, por lo que abrimos fuego, pero sin saber hacia dónde disparar exactamente. Yo vacié mi primer cargador en un momento, disparando a ráfagas, pero cuando lo acabé y me disponía a cambiarlo el Teniente nos ordenó alto el fuego, ya que no habíamos recibido respuesta del enemigo. Nunca pudimos comprobarlo, pero todos tuvimos la sensación de que no dispararon a matar, de que sólo eran un aviso de los guerrilleros: Esa gente habían aprendido a disparar antes de aprender a escribir y, además, llevaban AK-47 (un arma letal en manos de un buen tirador). También tuvimos la sensación de que los que nos dispararon fueron los "Peshmergas" (guerrilleros kurdos), es decir, los que se suponía que estaban de nuestro lado…[7]

El repliegue de la fuerza se hizo en dos buques de transporte de la Armada, el “Castilla” y el “Casado”, que ahora sí estaban disponibles, y embarcaron en el citado puerto el 21 de Junio. Los helicópteros volvieron volando a España en varios saltos y algunos elementos rezagados lo hicimos en Hércules el 25 de Junio. El Teniente Coronel Alamán me sustituyó en el Cuartel General aliado, ya que una Compañía de la Brigada Paracaidista continuaría en el territorio, encuadrada en las fuerzas multinacionales, hasta el mes de Julio de ese mismo año.

Aquella Misión supuso para los componentes de la BRIPAC un desafío personal: Fue más una guerra psicológica que un conflicto bélico, dado que “el enemigo” podía ser cualquiera y eso les obligó -en cierto modo- a fiarse únicamente de sí mismos durante aquellos 96 días…


¡DESPERTA, FERRO!




[1] Por orden del segundo Jefe del Estado Mayor del Ejército, General Faura.
[2] El Capitán Alejandre organizó una entrevista con el General Zinni -Jefe del Estado Mayor multinacional- donde se concretó la participación española, pendiente de la aprobación de las autoridades. Un rápido viaje de reconocimiento en helicóptero a la zona de operaciones permitió algunas variaciones sobre la marcha de la fuerza que ya estaban preparando el traslado (una de ellas, por ejemplo, fue constatar que el gélido clima del momento iba rápidamente a cambiar hacia un clima continental extremado, de elevadas temperaturas, lo que permitió modificar el equipamiento de nuestros efectivos).
[3] En total, 586 efectivos.
[4] Otros mandos españoles eran el Teniente Coronel Alamán (que mandaba la 1ª Bandera Paracaidista) el Teniente Sevillano, al mando de una Sección de Ingenieros -todos de la BRIPAC-; el Teniente Coronel Salas (quien mandaba la unidad de helicópteros de las FAMET) y el Comandante Leiva, que lo hacía del EQAV.
[5] Cabo 1º Paracaidista Daniel López Romero. Revista “Boina Negra”, Julio de 1.991.
[6] Tte. Gral. Juan Narro: “La Operación Alfa-Kilo en Kurdistán”. Revista “Atenea”, No 8 (páginas 46-51).
[7] CLP José Manuel Mendoza, perteneciente a la 1ª Bandera, 2ª Compañía, de la Brigada Paracaidista. Pedro Pérez-Espinosa: “Provide Comfort: Disparos en el Kurdistán”. Diario “El Sol”, 19 de Mayo de 1.991.

7 comentarios:

  1. Gran error, donde dice:"De este modo se organizó la AGRUPACIÓN TÁCTICA “ALCALÁ”, al mando del Coronel Francisco Ledesma Salgués (segundo jefe de la Brigada Paracaidista) e integrada por la 2ª Bandera (reducida, 350 hombres)" Debería decir I BANDERA "ROGER DE FLOR" y completada con la 7ª Cia de la II Bandera "ROGER DE LAURIA".

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    1. También fuimos varios de la 10 cía 6 cía que yo sepa.

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    2. También fuimos varios de la 10 cía 6 cía que yo sepa.

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  3. ...También fue Ingenieros (transmisiones), Binpac

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  4. ...También fue Ingenieros (transmisiones), Binpac

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