“El coraje, hasta la temeridad, es el gran reproche que se puede hacer a
los españoles de la División. Eran sólo hombres, pero hombres de verdad”
(D.H, capitán de la División Valona),
En
la Legión Extranjera siempre se han enrolado españoles: Hombres de acción,
individuos de pasado turbulento, desarraigados, soldados sin guerra, idealistas
románticos, desheredados… Pero entre sus filas, siempre (y únicamente) eran
Legionarios. Los hubo famosos, como
Antonio Críspulo Martínez, que tras luchar en la Guerra Carlista bajo las
órdenes de Cabrera, se enroló en las filas legionarias, llegando a Coronel y
siendo distinguido con la Legión de Honor, en 1847[1].
Pero también los hay que, siendo héroes, su historia es menos conocida, al
igual que su nombre. Ésta es la historia de uno de esos hombres que, si bien le
tocó defender la bandera tricolor, no hubiese desmerecido integrar las filas de
nuestras Fuerzas Armadas:
Entre
1857 y 1860, México se sumió en una guerra civil entre los partidarios del
conservador Féliz Zuloaga y los del liberal Benito Juárez, llevando las de ganar éste último, pero
quedando la capital en manos de Zuloaga. Tras un grave revés que le expulsó de
su capital provisional (Guadalajara), Juárez hubo de refugiarse en Panamá, de
donde regresó en 1858 apoyado por Estados Unidos, quien reconoció oficialmente
el gobiernos establecido en Veracruz el 6 de Abril de 1859. La guerra continuó
hasta la victoria de Capulcapán, el 22 de Diciembre de 1860. El conflicto recién
terminado había dejado tan exhausto a México que Juárez confiscó los bienes
eclesiásticos y suspendió el pago de la deuda externa al año siguiente, fijando
una moratoria de pago de dos años. En consecuencia, los tres principales
acreedores enviaron un cuerpo expedicionario (700 soldados británicos, mandados
por sir Charles Wicke, 6.000 españoles al mando del general Prim y 2.500
franceses a las órdenes del general Dubois de Saligny) reclamando lo debido,
desembarcando en Veracruz el 13 de Enero de 1862. Con el fin de evitar la
guerra, Juárez ordenó a su ejército no oponer resistencia, entablando casi de
inmediato un diálogo con los comandantes de los tres contingentes (contingentes
seriamente mermados por el denominado “vómito negro”, la fiebre amarilla). El 19 de Febrero de ese año se firmaban los
tratados preliminares de La Soledad, siendo ratificados más tarde y
comprometiéndose México a cancelar su deuda externa a través de la emisión de
bonos de garantía, solución admitida por Madrid y por Londres (que retiraban
sus tropas en Abril), pero no por París, que deseaba aprovechar la sangría en
la que se hallaba sumida Norteamérica –en plena guerra de Secesión- para
expandir su imperio en México: Napoleón III enviaba 4.000 soldados –al mando
del general De Lorencez- para reforzar al contingente ya allí desplegado y
ofreciendo la corona al príncipe
Maximiliano, hermano del káiser austriaco Francisco José, en el 63…
Y
he aquí donde aparece en escena nuestro protagonista hispano:
Alonso Bernardo era un joven
español al que su mísera –que no miserable- existencia, le llevó a enrolarse en
la Legión Extranjera y al combate de su vida. Había nacido en la localidad
asturiana de “Wilaricho”[2] (según consta en el número
600 de la revista legionaria “Képi Blanc:
La Vie de la Legión Étrangér”, Mayo de 1999 –página 35-). Estaba
aprendiendo el oficio de albañil, aunque en su infancia había sido vaquerizo en
su tierra y, posteriormente, cargador en el puerto de San Sebastián y mozo de
hospedaje en Bayona… En 1.863, a la guerra iban los pobres. Bernardo se
encuentra en México, huyendo de su miseria y el destino termina sorprendiéndolo
integrado en la 3ª Compañía del 1er Batallón del Regimiento
Extranjero, asediada dentro del corral de una hacienda mexicana ubicada en el camino
entre Puebla y Veracruz. Se podían haber rendido incluso con respeto de sus
vidas y de su propia honra militar, pero en aquellos instantes de sangre y
fuego, de locura y de gloria, saltó el impulso del deber por el que deciden
luchar hasta el final y morir matando. Se impuso ese cumplimiento del deber que
les hace enfrentarse a bayoneta calada con la Muerte. Todos resistieron, nadie
optó por la rendición o decidió desertar. Todos ellos habían recuperado entre
aquellas cuatro paredes el sentido de la dignidad que la vida les había
arrebatado. Es así cómo se comporta Bernardo, pues los legionarios de Camerone
no esconden un pasado vergonzoso no de delincuencia, sino que ocultan una vida
dura, de pobreza, de amores rotos o, simplemente, de otras guerras[3], pues cuando se aprieta el
cuerpo se engrandece el alma…
El ejército francés del general Forey estaba sitiando Puebla. Temiendo
un corte de los suministros, se envió un convoy con 3 millones de francos y una
gran carga de munición para el asedio. La 3ª Compañía debería escoltar el
convoy, pero la unidad carecía de oficiales. Por ello, el capitán Danjou,
adjunto del Regimiento, asumió el mando. De este modo, el 30 de Abril, la
compañía partía.
A las 7 de la mañana, Danjou ordenó
un alto y mandó preparar café, descanso que se vio interrumpido por la súbita
arremetida de 800 jinetes mexicanos. El oficial francés ordena formar en cuadro
y se retira, no sin antes causar numerosas bajas a la Caballería atacante.
Buscando una posición más defendible
que el campo abierto, Danjou ocupa la Hacienda Camarón, un grupo de naves
rodeadas de un muro de tres metros de altura y, como si de El Álamo se tratase,
se apresta a la defensa (y al asedio seguro)…
Pero mejor que narrar lo allí sucedido, transcribamos el relato oficial
de Camerone, leído cada año, el 30 de Abril, delante de las tropas de la Legión
Extranjera, en cualquier parte del mundo en el que se encuentren desplegadas:
“El
ejército francés sitia Puebla.
La
Legión tiene por misión asegurar, en 120 kilómetros, la circulación y la
seguridad de los convoyes.
El
coronel Jeannigros, que es quien está al mando, se entera, el 29 de Abril de 1863,
de que un gran convoy, que lleva 3 millones en efectivo, material de sitio y
municiones, está en camino hacia Puebla. El capitán Danjou, su Adjunto Mayor,
le convence para enviar una compañía por delante del convoy. Se designa la 3ª
Compañía del Regimiento Extranjero, pero no tiene oficiales disponibles. El
propio Danjou toma el mando y los suboficiales Maudet, portabandera, y Vilain,
pagador, se unen a él voluntariamente.
El
30 de Abril, a la una de la madrugada, la 3ª Compañía, con una fuerza de tres
oficiales y sesenta y dos hombres, se pone en camino. Ha recorrido alrededor de
20 kilómetros cuando a las siete de la madrugada se para en Palo Verde para
hacer un descanso y tomar café. En ese momento, el enemigo se despliega y se
inicia el combate inmediatamente. El capitán Danjou hace cerrar cuadro y,
batiéndose en retirada, rechaza victoriosamente varias cargas de caballería,
infligiendo al enemigo unas primeras pérdidas graves.
Al
llegar a la altura de la posada de Camerone, amplio edificio que contiene un
patio rodeado de un muro de tres metros de alto, decide atrincherarse allí para
inmovilizar al enemigo y retrasar de esta forma durante el mayor tiempo posible
el momento en que éste pudiese atacar el convoy.
Mientras
sus hombres organizan con celeridad la defensa de esta posada, un oficial
mexicano, haciendo valer la enorme superioridad numérica[4],
intima al capitán Danjou para que se rinda. Éste hace contestar: “Tenemos
cartuchos y no nos rendiremos”. Luego, levantando la mano, jura defenderse
hasta la muerte y hace prestar a sus hombres el mismo juramento. Son las diez.
Hasta las seis de la tarde, esos sesenta hombres, que no han comido ni bebido
desde la víspera, a pesar del sofocante calor, el hambre y la sed, resisten a
dos mil mexicanos: Ochocientos jinetes, mil doscientos infantes.
A
mediodía, el capitán Danjou muere a causa de una bala en medio del pecho. A las
dos, el subteniente Vilain cae, alcanzado por una bala en la frente. En ese
momento, el coronel mexicano consigue prender fuego a la posada.
A
pesar del calor y el humo que vienen a aumentar sus sufrimientos, los
legionarios siguen aguantando, pero muchos resultan heridos. A las cinco,
alrededor del subteniente Maudet solamente quedan doce hombres en estado de
combatir.
En
ese momento, el coronel mexicano reúne a sus hombres y les dice que se van a
cubrir de vergüenza si no consiguen abatir a ese puñado de valientes (un
legionario que comprende el español va traduciendo mientras habla). Los
mexicanos se disponen a dar el asalto general por las brechas que han
conseguido abrir, pero, anteriormente, el coronel Milán dirige un nuevo
requerimiento al subteniente; éste lo rechaza con desprecio.
Ya
se ha dado el asalto final. Pronto ya no quedan alrededor de Maudet más que
cinco hombres: El cabo Maine, los legionarios Cattau, Wenzel, Constantin y
Leonhart. Cada uno de ellos conserva todavía un cartucho, tienen la bayoneta a
punto y, refugiados en una esquina del patio, plantan cara; a una señal
descargan sus fusiles a bocajarro sobre el enemigo y se precipitan sobre él a
la bayoneta. El subteniente Maudet y dos legionarios caen mortalmente heridos.
Maine y sus dos camaradas están a punto de ser masacrados cuando un oficial
mexicano se precipita hacia ellos y los salva; les grita: “Ríndanse”. “No nos
rendiremos si no nos prometen acoger y cuidar a nuestros heridos y si no nos
dejan las armas”; sus bayonetas siguen amenazadoras. “¡No se les niega nada a
unos hombres como ustedes!”, contesta el oficial.
Los
sesenta hombres del capitán Danjou han mantenido su juramento hasta el final:
Durante once horas han resistido a dos mil enemigos, han matado a trescientos y
herido a otros tantos. Con su sacrificio, salvando el convoy, han cumplido la
misión que les había sido confiada.
El
emperador Napoleón III decidió que fuese inscrito el nombre de Camerone sobre
la bandera del Regimiento Extranjero y que, además, los nombres de Danjou,
Vilain y Maudet fuesen grabados con letras de oro sobre Los Inválidos de París.
Aparte
de eso, en 1892 se erigió un monumento en el lugar del combate[5].
Desde
entonces, cuando las tropas mexicanas pasan por delante del monumento,
presentan armas”.
El primero en caer fue Danjou –aquel veterano de Sebastopol y Magenta
que había perdido su mano izquierda[6] en Argelia, en el 53
(durante unos ejercicios topográficos, en la campaña de Kabyia)-, alcanzado en
el pecho. A partir de ese momento, 11 horas de frenético combate, a degüello,
de ataques y contraataques, de combates cuerpo a cuerpo, hasta la extenuación y
el último cartucho… Bernardo fue de los últimos en caer:
“El español vuelve a palpar su
cartuchera para cargar el fusil Minié. Cuenta cinco cartuchos, tiene las mangas
de la camisola recogidas. Lleva casi 10 horas combatiendo, ha conocido el
rostro del enemigo, que en esa tarde del 30 de Abril de 1863 le parece seres
irreales, que surgen impávidos entre una nube terrosa de polvo y volutas del humo
aún llameante de los restos de paja quemada; mientras, otro compañero malherido
se afana en succionar sangre de su muslo derecho desgarrado y ante sus vanos
intentos, gime cansinamente.
(…) Fija la mirada
en un mexicano, y lo siente como el golpe de una pedrada, seco, en el pecho, un
impacto fuerte pero no doloroso, lo que le hizo sorprenderse. Mientras se mira
el primer borbotón de sangre que fluye de su pecho, sin poder llegar a pensar,
siente flojas sus piernas y se desploma brutalmente. En su desvanecimiento,
Alonso ya no se escucha el alarido que ha lanzado, llamando a la vida que se le
escapa tan brutal y fugazmente. El mexicano que ha matado al español cae
también, casi instantáneamente, acompañándolo en ese viaje sin retorno.
Eran
las diecisiete horas y cuarenta minutos y quedaban unos 16 legionarios en pie
alrededor del subteniente Maudet…” (Joaquín Mañés Postigo: “El Mito de Camerone”, página 118). Agotados y prácticamente sin
munición, los últimos hombres de Danjou cargaron a la bayoneta, saliendo al
encuentro de una certera muerte. Dos hombres cayeron en ese avance suicida. El
legionario Catteau trató de cubrir a Maudet… Pero todo fue en vano: Ambos
también fueron alcanzados. El coronel Francisco de Paula Milán –comandante de
las fuerzas mexicanas-, entonces, les instó a rendirse, asegurándoles un trato
benévolo, pero los legionarios rehusaron toda rendición al menos que les
garantizasen asistir a sus heridos y mantener con ellos sus armas. En un
caballeroso gesto, que dice mucho de la honorabilidad mexicana, Milán repuso: “¿Cómo
puedo negarme? Nada se les puede negar a estos hombres. No son humanos, son
demonios”. En aquel instante, únicamente el Cabo Maine y dos legionarios
quedaban en pie…
GRADO
NOMBRE (NAC.)
|
ESTADO
|
GRADO
NOMBRE (NAC.)
|
ESTADO
|
Cap. Jean Danjou (Fr.)
|
Muerto
|
Legionario Fréderic
Fritz (Al.)
|
Muerto
|
Stte. (Alf.) Clément Maudet (Fr.)
|
Muerto
|
Legionario Joseph
Rerbers (Al.)
|
Muerto
|
Stte. (Alf.) Jean Vilain (Austr.)
|
Muerto
|
Legionario Joseph
Schreiblich (Al.)
|
Herido
|
Sgto. Mayor Henri Tonel (Fr.)
|
Muerto
|
Legionario Hartog
De Vries (Hol.)
|
Muerto
|
Sgto. Louis Morzycki (Fr.)
|
Muerto
|
Legionario Geoffroy
Wensel (Al.)
|
Herido
|
Sgto. Jean Germeys (Belg.)
|
Muerto
|
Legionario Antoine
Bogucki (Al.)
|
Muerto
|
Sgto. Charles Schaffner (Suiza)
|
Muerto
|
Legionario
Laurent Constantin (Belg.)
|
Prisionero
(ileso)
|
Sgto. Alfred Palmaert (Belg.)
|
Muerto
|
Legionario François
Daglincks (Belg.)
|
Muerto
|
Cabo Louis Maine (Fr.)
|
Herido
|
Legionario Jacques
Van Der Meersche (Belg.)
|
Muerto
|
Cabo Adolphe del Caretto (Argelia)
|
Muerto
|
Legionario Aloïse
Gaertner (Al.)
|
Herido
|
Cabo André Pinzinger (Al.)
|
Herido
|
Legionario Leon
Gorski (Fr.)
|
Herido
|
Cabo Charles Magnin (Austr.)
|
Herido
|
Legionario Adolphe
Jeannin (Suiza)
|
|
Cabo
Evariste Berg (Fr.)
|
Herido
|
Legionario Hippolyte
Kunasseg (Fr.)
|
Prisionero (ileso)
|
Cabo Ame
Favas (Suiza)
|
Muerto
|
Legionario Fréderic
Lemmer (Al.)
|
Muerto
|
Tambor
Casimir Laï (Ital.)
|
Superviviente (dado por
muerto y enterrado en la fosa común, logró salir y llegar hasta la columna de
auxilio del Capitán Saussier).
|
Legionario Baptiste
Leonhart (Belg.)
|
Muerto
|
Legionario Louis
Groux (Suiza)
|
Muerto
|
Legionario Edouard
Merlet (Suiza)
|
Herido
|
Legionario Alonso
Bernardo (España)
|
Muerto
|
Legionario Hermann
Schiffer (Al.)
|
Herido
|
Legionario Gustave
Bertollo (Fr.)
|
Muerto
|
Legionario Jean
Seffrin (Al.)
|
Herido
|
Legionario
Nicolas Brugisser (Suiza)
|
Muerto
|
Legionario Pharaon
Van Der Bulche
|
Herido
|
Legionario Georges
Catenhusen (Dinamarca)
|
Muerto
|
Legionario Nicolas
Zey (Fr.)
|
Prisionero (ileso)
|
Legionario Victor
Catteau (Belg.)
|
Muerto
|
Legionario Jean-Baptiste
Verjus (Fr.)
|
Herido
|
Legionario Pierre
Conrad (Al.)
|
Prisionero (ileso)
|
Legionario Louis
Stoller (Belg.)
|
Muerto
|
Legionario Ulrich
Konrad (¿?)
|
Muerto
|
Legionario Kart
Wittgens (¿?)
|
Muerto
|
Legionario Charles
Dubois (Suiza)
|
Muerto
|
Legionario Luitpog
Van Opstal (¿?)
|
Prisionero (ileso)
|
Legionario Frederic
Friedrich (Al.)
|
Muerto
|
Legionario Joseph
Sergers (¿?)
|
Herido
|
Legionario Georges
Furbasz
|
Muerto
|
Legionario ¿?
Hiller (¿?)
|
Herido
|
Legionario
Emile Hipp (Fr.)
|
Muerto
|
Legionario
Jean-Louis Timmermans (Belg.)
|
Muerto
|
Legionario
Felix Langmeier (Suiza)
|
Muerto
|
Legionario
Constant Dael (Belg.)
|
Muerto
|
Legionario
Louis Lernould (Al.)
|
Muerto
|
Legionario
Louis Rohr (Al.)
|
Herido
|
Legionario
Daniel Seiler (Fr.)
|
Muerto
|
Legionario
Jean Kurz (Al.)
|
Muerto
|
Legionario
Henry Vandesavel (Belg.)
|
Muerto
|
Legionario
Claude Billod (
|
Muerto
|
Legionario Pierre
Dicken (Al.)
|
Muerto
|
Legionario
Félix Brunswick (Belg.)
|
Prisionero (ileso)
|
Legionario
Jean Bass (Belg.)
|
Muerto
|
|
|
Fuente: Revista “Képi
Blanc: La Vie de la Legion Étrangér", No 600 (Mayo de
1.999), página 35.
En total, 31 legionarios muertos en el combate (más otros 9 a
consecuencia de las heridas), 24 prisioneros –de los que 17 se encontraban
heridos- y un superviviente (el tambor Laï, con siete lanzazos y dos heridas de
bala) que logró alcanzar a las fuerzas propias.
Según el escritor Alain Gandy, en su “Quand la Legion Écrivait Sa Legende” (1995), “Bernardo no llegó allí (a la brecha del muro este), ya que una bala le alcanzó entre los ojos.
Su cuerpo aún corrió, mecánicamente dos o tres zancadas más, antes de
desplomarse boca abajo, cinco metros detrás de sus compañeros”… La realidad
es que Bernardo murió alcanzado en el pecho por el balazo disparado por un
mexicano apellidado Barrientos, el primer asaltante que entró por en la nave
sudoeste de la hacienda, último bastión de la 3ª Compañía.
Milán estaba asombrado ante el parte de bajas propias: ¡¡300
caídos!!
Calculando: Si cada soldado francés portaba de dotación para su fusil Minié de
avancarga (modelo 1857) sesenta cartuchos, por 65 hombres, hacían un total de
3.700 cartuchos, lo que significaba una baja por cada doce disparos (una
proporción altísima para la época). Y, lo más notable de todo: La mayoría de
los caídos habían sido alcanzados en la cabeza o en el pecho… Así mueren los
héroes.
Un legionario es un hombre de acción que busca sueños... Un legionario
es un soñador que encuentra acción. Da igual que se trate de la granada
flamígera o del arcabuz cruzado con la ballesta y la alabarda, los hombres bajo
estos emblemas luchan siempre como uno solo, con un único credo, con un único
espíritu.
La Legión es
nuestra patria, reza su lema… Estos soldados no eran franceses; no era su ejército,
no era su guerra… Entre ellos había herreros, empleados de banco, leñadores, un
encuadernador, un guarnicionero, un mozo de hotel, un tejedor, un pañero… Entre
ellos había 16 de origen alemán, quince franceses, trece belgas, ocho suizos,
un austriaco, un danés, un holandés, un italiano y un español… TODOS ELLOS ERAN,
SIMPLEMENTE, LEGIONARIOS.
Camerone se ha celebrado[7] en las junglas indochinas,
en las guarniciones argelinas, en los desiertos iraquíes, en las montañas
afganas; en Rwanda, en Mali... Deberíamos aprender de ese reconocimiento que al
Honor, al Sentido del Deber, al Heroísmo y al Valor hacen nuestros vecinos del
otro lado de los Pirineos.
[1] Véase al respecto: Joaquín Mañés
Postigo: “Españoles en la Legión
Extranjera Francesa” (2009)
[2] La población no ha sido
identificada con exactitud, aunque el escritor (y suboficial de la Legión)
Emilio Condado Madera, la ubicaba en una pequeña villa asturiana (Joaquín Mañés
Postigo: “El Mito de Camerone”,
página 189).
[3] Como manifestaba el mariscal Soult,
comandante en jefe de la Legión en Argelia, “Este Cuerpo es simplemente un asilo para la desgracia”.
[4] Las fuerzas mexicanas estaban
compuestas por los siguientes batallones de la Guardia Nacional: El de Veracruz
(al mando del coronel Rafael Estrada), el de Jalapa (coronel Terán) y el de
Córdoba (coronel Talavera), además de las milicias de Corcomatopec y los
Lanceros de Orizaba, la unidad de caballería liderada por Joaquín Jiménez.
[5] Por suscripción popular a
iniciativa del cónsul de Francia en Veracruz, Edouard Sempé. El3 de Mayo de 1863,
el coronel Jeannigros había erigido una cruz de madera con la inscripción “Aquí mora la 3ª Compañía del 1er
Batallón de la Legión Extranjera”, monumento que fue reemplazado por una
columna antes de que acabara la campaña de México. El completo abandono del
monumento realizado en 1892 motivó que en 1.948 el coronel Penette, antiguo
oficial de la Legión, ordenase la construcción de un nuevo monumento,
inaugurado en 1963 y en el que se puede leer: “Aquí, fueron menos de sesenta, opuestos a todo un ejército, cuya masa los
aplastó, la vida, antes que el coraje, abandonó a estos soldados franceses. 30
de Abril de 1863. A su memoria, la patria levanta este monumento”.
[6] La mano de madera de Danjou -pintada como si fuera enguantada- fue hallada
por un granjero anglo-francés apellidado Langlais, quien la vendería dos años
después al Cuartel General de la Legión en Sidi Bel Abbés (Argelia). Cuando la
Legión se trasladó a Francia, la mano fue llevada a Aubagne, donde aún
permanece expuesta en el Museo de la Legión. Dicha prótesis simboliza todo aquello
que la Legión representa: Honor, Deber… Y que se te designe portadora de ella
durante una parada supone un gran honor para aquel legionario elegido.
[7] Cada 30 de Abril, los oficiales
preparan y sirven el denominado “Café Legionario”, para celebrar “el
café que nuestros camaradas de Camerone nunca tuvieron”.
Muy lindo todo, pero eran malparidos que fueron a llevar la injusticia y dolor fuera de su patria. Mala gente.
ResponderEliminargracias por el articulo, esta genial, sobre todo la tabla de los integrantes de la legión.
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