Tte. Velarde |
Muchas
de las gestas bélicas son apenas conocidas: Anónimos militares que merecen todo
el reconocimiento de un pueblo que debería estar orgulloso de todos aquellos
–civiles o soldados- que entregaron su sangre para hacer de España aquello que,
pese a quien le pese, fue: Una gran nación.
Y
uno de estos héroes prácticamente desconocidos es D. José Velarde y Velarde,
2º teniente del batallón de Cazadores de Alfonso XII, era un jovencísimo
oficial, el cual recién incorporado había salido de la Academia Militar con el
empleo de 2º teniente con la última promoción el 13 de Julio de 1.909. Había
llegado a Melilla, poco tiempo antes y siendo su primer destino el batallón de
Cazadores ya citado., Había pasado su primera revista en su corta carrera
militar el día 3 de Agosto del mismo año, es decir, tres días antes de morir en
combate, defendiendo un blocao en las cercanías del barranco de Beni Ensar,
próximo a Melilla, y del cual, era el jefe de la posición (su primer mando
asignado). Su segundo, era el sargento del mismo batallón de Cazadores, D.
Isidro Cañadas.
El
periodista Rodríguez de Celis, describía la muerte en combate del teniente D.
José Velarde Velarde, de la forma siguiente en el periódico “La
Correspondencia de España” de fecha 5 de Agosto de 1.909, bajo el título “El
Oficial Muerto”, dentro del apartado “Informaciones de Melilla”, el
cual, cito textualmente: “…El Oficial muerto. Al regresar hablé con el teniente
coronel del Alfonso XII. Me dijo que el oficial muerto prestaba por primera vez
servicio, pues no había tomado parte en operación alguna. Una de las primeras
balas que dispararon los rifeños contra sus soldados le hirió mortalmente.
Seguía las referencias de los soldados, el oficial, al comenzar el ataque,
inspeccionó los frentes del blocao mostrándose satisfecho. Aconsejó a su gente
apuntase bien y ahorrase municiones. Después, viendo que el fuego aumentaba,
salió del reducto. A los pocos momentos, caía atravesado.
El sargento trató de ocultar su muerte; pero la tropa advirtió lo
que ocurría, y en vez de amilanarse se enardeció. Todos los soldados, desde
entonces querían tomar parte en las salidas…”
Dentro
de la misma sección titulada “Informaciones de Melilla”, se hablaba de
los comportamientos del sargento D. Isidro Cañadas, el cual, al morir en acción
de guerra su jefe, se puso al mando del blocao para dirigir su defensa y del
resto de soldados que componían la guarnición, destacando un cabo y un corneta.
El citado rotativo madrileño, “La Correspondencia de España” de fecha 5
de Agosto de 1.909, describía así los hechos (textual), bajo el título de “El
Héroe”: “…El sargento que tan valerosamente se ha batido en la defensa
del fortín es natural de Figueras (Gerona). Ha sido muy felicitado en el
campamento de Alfonso XII, donde se halla en estos momentos. También se
distinguieron mucho un cabo y un corneta, pudiendo decirse que todos los
soldados se comportaron como verdaderos héroes. La mayor parte de ellos son
valencianos.
El coronel de Ingenieros ha manifestado que el blocao ha quedado
ya terminado por completo. Ha salido un nuevo convoy a proveer a los
destacamentos avanzados. Va, como siempre, convenientemente protegido…”
EL “BLOCAO
VELARDE”: LOS HECHOS.
En
la siguiente noticia, publicada en el rotativo madrileño “La Correspondencia
de España”, de fecha 6 de Agosto de 1.909, podemos leer como se
desarrollaron los hechos, la noche del 3 de Agosto en el que en una
fortificación inacabada, al frente de la cual, se hallaba un jovencísimo 2º
teniente, el cual apenas hacia un mes que había llegado destinado a Melilla,
perdió la vida ante un ataque rifeño. ¿Inexperiencia? ¿Mala suerte? No se sabe
ya que en ningún momento dicho oficial se echó atrás, incluso según se deduce,
recibió dos heridas de bala, primera en el costado que le dejó maltrecho, la
segunda, mortal de necesidad, en la cabeza, la cuestión y según se deriva de la
información recibida por la prensa de la época, todo y a pesar de hallarse
herido la primera vez, volvió al frente de sus soldados y murió luchando. Un
joven que entregó su vida -la cual, había decidido consagrar a la milicia, “religión
de hombres honrados”, tal y como la definió D. Pedro Calderón de La Barca-.
El teniente de Infantería D. José Velarde y Velarde, murió en combate,
cumpliendo con su deber, al igual que los dos soldados del batallón de
Cazadores de Alfonso XII y que formaban parte de ese destacamento del cual, el
segundo teniente Valero era jefe:
“(Por
correo) El Último combate –El “Júpiter” y los moros-. Llevábamos unas
cuantas noches en calma, tranquila… Hay que advertir que nosotros consideramos
ya como días y noches tranquilas y en calma aquellos en que oímos solamente
cincuenta cañonazos por la mañana, a la hora en que los convoyes salen de la
plaza para nuestras posiciones avanzadas, y otros cincuenta o sesenta por la
tarde, cuando regresa la expedición de aprovisionamiento , sin contar algunos
tiros de fusil seguidos de descargas, además de la natural zozobra de los que
nos encontramos dentro de la plaza sentimos por la suerte que correrán los que
marchan protegiendo los convoyes, y de la inquietud que a todas horas nos
inspiran las fuerzas que ocupan las avanzadas.
Pero anoche, noche de luna espléndida, clarísima, que iluminaba a
través del diáfano ambiente las laderas del Gurugú, envolviendo todo el campo
en haces de luz tibia y dulce, anoche, la calma de fuera contrastaba con la
ansiedad que sentíamos muy adentro.
Por la tarde, cuando el bizarro coronel del regimiento de África,
D. Ignacio Axó, regresó a la plaza al frente de la columna que había protegido
el convoy, rebosaba de júbilo. –Nos han tirado a menos de 200 metros, y no
hemos tenido ni un contuso- decía el valeroso jefe- En cambio les hemos hecho a
los moros más de diez bajas, vistas por nosotros-.
Y todos los que conocemos, por verlo a diario, el terrible fuego
que nuestros enemigos envían a los convoyes, participamos de la alegría de Axó…
Pero… ¡Duró tan poco nuestra tranquilidad y nuestro contento!
Los ingenieros militares, protegidos por fuerzas de cazadores y de
artillería, habían construido un blocao -fortín de hierro y madera empotrado en
tierra hasta la mitad de su altura- entre la primera y segunda caseta, próximo
a la posición de Sidi-Musa. Una alambrada rodeaba el blocao que, aunque quedó
en disposición de cumplir el objeto para que había sido construido, no estaba
terminado.
Cuando regresó la columna que protegía los trabajos, quedó en el
fortín un destacamento de Alfonso XII, al mando del segundo teniente D. José
Velarde y Velarde, un muchacho jovencito recién salido de la Academia,
incorporado el día 13 del pasado mes de julio a filas, y para quien la revista
de anteayer había sido lo primera de su vida militar.
Cayeron las sombras de la noche sobre las traidoras gargantas del
Gurugú. En el destacamento del blocao se montó el servicio, y la hermosura de
la noche y la calma relativa de los últimos días prometía a los valientes
soldados y a su joven jefe, sino horas de sueño, por lo menos momentos de
reposo.
Primero se oyó una detonación, que pareció producirse a 400 metros
del fortín; luego otra más cerca; más tarde tres o cuatro más; después de un
intervalo de unos minutos una descarga… El enemigo atacaba la fortificación,
siguiendo la misma infame táctica de siempre, emboscado, oculto entre breñas,
piedras y chumberas, sin que se advirtiera ni remotamente de donde partía la
agresión, hasta que el fogonazo lo denunciaba.
A las doce en punto de la noche los rifeños en número superior a
las fuerzas que ocupaban el fortín, decidieron atacarle.
El bravo oficial animaba a su gente, cuando una bala le hirió en
la cabeza arrancando a su garganta el último suspiro. Los momentos eran de
angustia, la gravedad de la situación, extraordinaria. Se pidió auxilio a la
plaza por medio de heliógrafo; pero una bala del enemigo destruyó el
heliógrafo, cuando la comunicación terminaba. Un minuto antes habían cruzado
tres balas por encima y a los lados del aparato; pero Dios permitió que el
parte de socorro llegase a Melilla, que envió a los valientes defensores el
blocao, dos batallones y parte de la brigada disciplinaria.
Un sargento había tomado el mando de la fuerza destacada, que se
defendía valerosamente, queriendo vengar “in continenti”, en el mismo instante
de lo ocurrido, el infame asesinato del joven oficial.
En la empeñada lucha dos infelices soldados perdieron la vida,
siendo heridos 15, de los cuales 11 lo están levemente. A las cuatro de la
mañana terminaba el fuego…
El general Tovar acudió al Hipódromo desde los primeros momentos;
el batallón de Talavera, que en auxilio de los defensores del fortín, bajaba a
las dos de la madrugada a paso ligero la loma de Las Cabrerizas Altas, marchaba
animoso, entonando el himno del batallón…
Las emociones de la noche parecían ser anuncio de un día de lucha
sangrienta y terrible como las de los días 23 y 27; pero hasta las doce de la
mañana no se han oído otros disparos que los de las baterías de Camellos y del
Hipódromo, que protegían la marcha del convoy que salió a las once y media.
Sobre la tumba del joven oficial, que en los primeros días de su
vida de soldado sucumbe frente al enemigo delante de sus fuerzas, caerán como
tributo de admiración y de gratitud las oraciones de los buenos españoles.
¡Cuánta tristeza lleva al corazón ver destruida y rota en un
instante la cadena en la que los eslabones son otras tantas esperanzas
juveniles! Descanse en paz, y unido a su recuerdo irá siempre el de los dos
soldados, que sin otro estímulo que el sacrificarse por la Patria, ofrecieron y
dieron su vida al lado de su jefe…”
En ayuda de esta posición, acudió la columna del coronel D. Miguel
Primo de Rivera y Orbaneja, ahuyentando a los moros los cuales, amenazaban con
tomarla, siendo después, reforzada y abastecida”.
Sobre
este ataque y la ayuda que llegó de Melilla en socorro del blocao “Velarde”,
otro rotativo de la época, en este caso “La Ilustración Artística”, con
dos fotografías de M. Asenjo, daba de la siguiente forma, la reseña de los
hechos: “El único combate de relativa importancia que se ha librado en estos
últimos días ha sido el motivado por el ataque de los moros al blocao en
construcción, cerca de la segunda caseta, en la noche del 2 al 3 de los
corrientes (Agosto). Los sesenta hombres del batallón Alfonso XII al
mando del segundo teniente Velarde que guarnecían el blocao hubieron de luchar
por espacio de tres horas con 600 moros a los que contuvieron batiéndose
heroicamente hasta que la llegada de dos columnas puso en fuga a los rifeños.
En la defensa murieron el teniente Velarde y resultaron cinco soldados heridos
graves y nueve leves. La conducta del sargento que se hizo cargo de aquella
reducida fuerza al morir el oficial, ha merecido los mayores elogios del
comandante en jefe del ejército de operaciones. Fuera de esto, sólo se han
registrado los acostumbrados tiroteos diarios contra el convoy que lleva
provisiones a las avanzadas…”
El
8 de Agosto de 1.909, los ingenieros militares volaron con dinamita, una casa
situada a unos 200 metros de dicho blocao y de donde al parecer, pudieron
partir los tiros rifeños que costaron la vida al 2º teniente Velarde.
CÓMO CAYÓ
EL TENIENTE VELARDE (SEGÚN EXPLICACIONES DEL SARGENTO CAÑADAS).
En
“La Vanguardia” del 9 de Agosto, la muerte del teniente Velarde en
combate, quedó recogida así, según palabras del sargento del batallón de
Cazadores de Alfonso XII, el cual, asumió el mando una vez muerto el oficial (textual):
“…Madrid 8, 11’40 n. De una crónica de Melilla telefoneamos el relato del
ataque del blocao donde murió el oficial señor Velarde.
El heroico sargento Isidro Cañadas, natural de Figueras, dice que
cuando salieron hasta la alambrada, los moros estaban encima parapetados en las
trincheras de la vía férrea y fue luego un grupo y se aproximó aullando,
tirando piedras y agitando palos.
El teniente había municionado y había ido mirando donde estaba
cada cual. Le pareció todo bien. Nos recomendó que no se malgastase un tiro. A
poco salió al reducto y empezó el más espeso fuego (debió de ser el “impass”
entre las primeras detonaciones y la descarga, descrito ya anteriormente en la
noticia publicada en “La Correspondencia de España del 6 de agosto).
Repentinamente mi teniente se llevó las manos al costado y cayó.
Fue hacia él su asistente y sólo se le oyó decir-¡Ay padres míos! Y ¡A
mí…!-(Cabe la posibilidad de que fuera herido en dos ocasiones, siendo la
última vez, la que le costó la vida).
A mí me entró una cosa que ahora no sé explicar; así como ganas de
poder disparar muchos tiros y a la vez morder. Le dije al asistente: -Baja a tu
amo y chitón-. Luego me puse en el reducto y exclamé: -El teniente está mal
herido, con que vamos a ver los hombres. Hay que salir a la alambrada y
hacerles polvo. ¡Cuidado al apuntar!-. Y nada más: que nos pusimos ¡pim! ¡pam!
Y nadie volvió la cabeza ni para mirar al que caía…”
El sargento D. Isidro Cañadas, al llegar al campamento base del
batallón de Cazadores de Alfonso XII, fue muy felicitado por su comportamiento”.
ALGUNOS DE
LOS DEFENSORES DE ESTA POSICIÓN:
Según
se preguntó al sargento D. Isidro Cañadas (de ahí los nombres de algunos de los
defensores del fortín), era sobre los hombres que se portaron con mayor valor y
su respuesta fue, empezando por el cabo (Nota: el teniente y el sargento, son
añadidos del firmante).
2º
Teniente D. José Velarde Velarde. Fallecido en combate.
Sargento
D. Isidro Cañadas, natural de Figueras (Gerona).
Cabo
D. José Ballester, natural de Valencia.
Corneta
D. Luís Ballester, natural de Valencia.
Soldado
D. Nicasio Judes Bonaza, natural de Ateca (Zaragoza).
Soldado
D. Santiago Alonso Hernández, natural de Ariza (Zaragoza).
Soldado
D. Marcos Mateo Aparicio, natural de Torralba de Ribota (Zaragoza).
Soldado
D. Camilo Melendo Pérez, natural de Calatayud (Zaragoza).
Soldado
D. Manuel Travare Bensedí, natural de Vilmellas (Zaragoza).
Soldado
D. Antonio Lagoimen Miranda, natural de Huesca.
Soldado
D. Raimundo Bertibal García, natural de de Moros (Zaragoza).
Soldado
D. Pedro Franco Abad, natural de Cimbaya (Zaragoza).
Soldado
D. Mariano Gimeno Buenafé, natural de Santa Cruz del Río (Zaragoza).
Soldado
D. José Valnead Benavent, natural de Cabañal (Valencia).
Soldado
D. José Surián Sanfeliu, natural de Valencia.
Soldado
D. Cristóbal Parés Blanco, natural de Valencia.
Soldado
D. Miguel Cervera, natural de Villamarchanto (Valencia).
Soldado
D. Francisco Zarzo Val, natural de Beneguacil (Valencia).
Soldado
D. Juan Estopiña Ferrere, natural de Morella (Castellón de la Plana).
Soldado
D. Manuel Fabregat Solé, natural de Morella (Castellón de la Plana).
Soldado
D. Perfecto Comas Capdevila, natural de Villafamé (Castellón de la Plana).
Soldado
D. Manuel Berenguer Casanovas, natural de Villafamé (Castellón de la Plana).
Todos
ellos, pertenecían al batallón de Cazadores de Alfonso XII, hallándose bajo las
órdenes del 2º teniente jefe del destacamento de blocao “Velarde”, la
noche del 3 de Agosto de 1.909. La baja del teniente Velarde, en el batallón de
Cazadores de Alfonso XII, fue publicada según el rotativo madrileño “La
Época” de fecha 17 de Septiembre de 1.909, el Diario Oficial del Ministerio
de la Guerra de ese día, datando su finamiento, el 3 de Agosto anterior.
Como
recompensa, el 2º teniente D. José Velarde y Velarde, fue ascendido a Primer Teniente
en fecha 3 de Agosto de 1.909, según publicaba el Diario Oficial del Ministerio
de La Guerra y este empleo, fue concedido por S.M. El Rey D. Alfonso XIII.
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