domingo, 21 de abril de 2013

Nuestro Sargento de Hierro: CARLOS ZARRALUQUI SÁEZ



Si de oro el sol es garantía,

El rojo de tus dos franjas restantes

La pone tu fiel Infantería.

Mientras quede sangre a tus infantes,

Sol de los huertos morunos,

Que me está, amor, cejando

Deja mujer que te mire

Con los ojos entornados” (R. Duyos).

D. Carlos Zarraluqui Sáez había nacido en la localidad murciana de El Palmar un 30 de Octubre de 1.893. Un 13 de Mayo de 1.913, con 20 años, ingresa voluntariamente -dejando los estudios- en el Batallón de Cazadores de Llerena Nº 11, efectuando el período de Instrucción y –posteriormente- permaneciendo de guarnición en Madrid. El 9 de Junio de ese año, marcha a Ceuta, pasando el 15 de Julio con su batallón a Tetuán, donde prestará servicio de Campaña y protección de convoyes. Sus servicios en combate irán ligados a nombres como Laucién, Lomas de Arapiles, Izarduy y Barranco de Laure.

En Febrero de 1.914, ascendió a Cabo de Infantería por elección, continuando con los servicios ya mentados hasta el 30 de Septiembre de ese año, cuando toma parte en la ocupación de Izarduy y -el 8 de Diciembre- se distingue notablemente en los combates de Beni Hosmar por cuya actuación y méritos en combate será recompensado con dos Cruces al Mérito Militar con distintivo rojo.

Su espíritu y patriotismo le llevaron a solicitar nuevos destinos de mayor riesgo y peligro, así que el 30 de Abril de 1.915 causó baja en el Batallón de Cazadores de Llerena y alta en las fuerzas Regulares Indígenas de Melilla donde, en Agosto de 1.915, obtiene el empleo de sargento de Infantería con antigüedad de 1 de Agosto.

Una vez cumplido el tiempo de voluntariado, solicitó el reenganche que le permitiera continuar la vida activa en campaña (que se prolongó durante los años 1.917 y 1.918). Murió al frente de los suyos, en los combates de Beni Salah, el 5 de Abril de 1.919, siendo recompensado por los méritos contraídos y el comportamiento observado con la Cruz de la Real y Militar Orden de San Fernando en 1.923.

Policarpo Medina Sánchez, cabo del citado Grupo de Regulares, recordaba allá por el año 69, la forma en que su sargento, un joven de casi 26 años, cayó en la lucha. El Sr. Medina relataba con lágrimas en los ojos la manera en que su superior murió por proteger la retirada de la fuerza: “…Recibió tres heridas, la primera en la mano cuando llevaba dos horas en la operación, a la media hora de la de la mano, otro balazo en la cara. Con una y otra herida siguió combatiendo y alentándonos, hasta que unos veinte minutos después fue cuando le mataron. No consintió retirarse cuando se encontraba herido hasta no terminar la operación. El tiro que le causó la muerte se lo dieron cuando le ordenaron la retirada…

Los hechos, según quedó recogido en la colección en fascículos titulada “España en sus Héroes” (Ornigraf, Madid-1.969), parece ser que se desarrollaron de la forma siguiente: La misión encomendada a la fuerza en la que estaba integrado el Grupo de Fuerzas Regulares Indígenas de Tetuán Nº 1, abarcaba un frente de combate de unos 2 kilómetros aproximadamente, extensión demasiado grande para el número de fusiles con los que contaba el Tabor de Regulares. La 3ª Compañía de éste se encontraba muy alejada del resto de la fuerza, motivo por el cual se dio la orden a la Compañía del Capitán Soto de entrar enseguida en fuego para dar apoyo al repliegue de la 3ª Compañía del tercer Tabor, ya que la situación de la misma se complicaba por momentos. De la Tercera, el cuadro de mando estaba conformado de la siguiente manera: Capitán Cisneros, muerto; Teniente Pérez Rodríguez, muerto; Teniente Brondis, herido; Suboficial Vázquez -que mandaba la 3ª Sección-, muerto. La tropa, que se hallaba ya sin mandos y con 15 bajas, situación ante la cual -y al hacerse la misma insostenible- se ordenó su repliegue. Para dar protección a la mencionada retirada, el Capitán D. Juan Soto se dirigió al sur para entrar en línea de fuego y poder apoyar dicho repliegue. El Capitán Soto distribuyó a su fuerza, asignando las misiones a cada una de sus secciones. De esta forma, el Teniente D. Estanislao de Cubas marchaba en vanguardia para posicionarse y permitir el despliegue de la compañía que ocuparía los emplazamientos señalados por su Capitán.

El objetivo señalado al Sargento Zarraluqui por el Teniente Cubas era el ocupar una posición que permitiera hacer fuego favorable a permitir el despliegue del resto de la sección. El teniente advertía al Sargento Zarraluqui (textual): “…Vaya con cuidado Zarraluqui, creo que si puede llegar allí con su pelotón le habremos ganado la partida al enemigo. Es una altura que les domina por completo…”. A lo que el Suboficial contestó: “Descuide mi teniente, lo haremos”.

El Sargento Zarraluqui, al frente de su pelotón inicia la marcha. Su teniente no se había equivocado: La posición era muy dominante y permitía llevar a cabo una protección muy eficaz, tanto de la fuerza desplegada como de la que replegaba. Al parecer, el repliegue era de difícil ejecución ya que estaba efectuando por terreno muy batido por el fuego rifeño y en condiciones de inferioridad numérica por parte española, cosa que fue advertida rápidamente por el Sargento Zarraluqui, constituyendo su misión una acción de vital importancia, dado el peligro que corrían sus compañeros en el repliegue…

El enemigo, se dio cuenta que con escasamente un pelotón podía hacer peligrar la presión que ejercía mediante el fuego sobre las tropas que se retiraban, motivo por el cual concentró el fuego en la posición que ya había ocupado con sus hombres el Sargento Zarraluqui. Aún y así y bajo la intensidad de fuego que recibía esta fuerza de Regulares, Zarraluqui y sus hombres no se amilanaron ni frenaron el del Suboficial, el cual corría por la posición animando una y otra vez a los suyos, de piedra en piedra (para tener mejor posición de tiro), demostrando a todos, que era posible el moverse por un terreno acribillado a balazos por el enemigo y aprovechando todos los accidentes del terreno. A su paso por la posición de Zarraluqui, los soldados de la tercera Compañía hacían gestos a aquellos valientes que protegían su retirada ya de por sí, difícil y que ya tenía varias bajas pero que no disminuía ni un ápice el encono con que protegían las vidas de los camaradas que se retiraban, a costa incluso de las propias.

El sargento recibió durante el desarrollo del combate su primera herida: Una bala le había alcanzado la mano. Ninguno de los combatientes dijo nada, pero ante el balazo el sargento, no hizo ni la más mínima muestra de dolor, viendo no obstante todos, como manaba sangre de la herida, hasta que una vez finalizada la operación de protección, el Cabo Medina Sánchez, le dijo a su superior una vez los que replegaban ya estaban a salvo (textual): “Mi sargento; esto ya está acabado. Los del tercero están a salvo. Vaya al puesto de socorro, yo replegaré el pelotón…”. Zarraluqui le replicó: “Esto no es nada, un arañazo en la mano, nada…

Los atacantes, ante el fracaso de asestar un duro golpe a la fuerza en retirada, volcaron acto seguido su fuego sobre la posición de Zarraluqui. Su actitud, su voz y sus ánimos hacia los que allí estaban no decayeron, surtiendo el efecto positivo y poder así, mantener la posición y proteger a los que replegaban. En esos momentos, pasaba a la altura de dicha posición los últimos escalones que retiraban, los cuales -a voz en grito- agradecían al sargento y a los suyos el conservar la vida. Una vez cumplida la misión, llegó el turno de repliegue al Sargento Zarraluqui y a su fuerza, habiéndose de evacuar a los vivos y a los heridos, no queriendo dejar nadie atrás que pudiera caer en manos morunas, motivo por el cual el Sargento -dirigiéndose a Policarpo, su Cabo-, le dijo (textual): “¡Policarpo!. Con tu escuadra, lárgate. ¡Yo te sujeto a éstos!”. El Cabo hizo señal a los suyos y empieza el repliegue…

El siguiente en salir de allí era Saharaqui al cual el sargento ordenó llevarse a los Ascaris. El repliegue de la fuerza defensora continuaba, estando por eso el enemigo cada vez más cerca de la posición, empleando muy poco tiempo en alcanzar la posición hasta ahora defendida por los españoles que la acababan de abandonar. Ahora, las ternas han cambiado y la fuerza se ve batida por los rifeños. El Sargento, para evitar que puedan impedirles la retirada, ordena ocupar de nuevo la posición y cargar contra los moros: “¡A ellos, tenemos que echarlos de ahí! ¡Vamos!” y colocándose él al frente de la fuerza que retiraba, inicia de nuevo el ataque, momento en que es herido de nuevo, esta vez de un balazo en la boca. La nueva herida no afecta sus ánimos y continúa el avance para desalojar la posición recién tomada por los rifeños.

Se desalojó de allí al enemigo, pero en tan ruda lucha una tercera herida, ésta ya mortal, causa la muerte del Sargento Zarraluqui; Una bala, le perfora el pecho... El pelotón, había perdido cuatro hombres. Su cadáver, quedó en el campo enemigo y no se pudo recuperar hasta tiempo después. Una vez recuperado, fue enterrado –junto con sus soldados- en el Cementerio Militar de Tetuán.
Los famosos "pacos"

Por los méritos contraídos y el comportamiento observado durante aquel combate del 5 de Abril de 1.919, al Sargento de Infantería del Grupo de Fuerzas Regulares Indígenas de Tetuán Nº 1, le fue incoado el Expediente de Juicio Contradictorio a los efectos de concederle la Cruz de la Real y Militar Orden de San Fernando, la resolución del cual, decía lo siguiente (textual): “El día 5 de Abril de 1.919, el sargento del Grupo de Fuerzas Regulares Indígenas de Tetuán Nº 1, don Carlos Zarraluqui Sáez tomaba parte en el combate sostenido en las inmediaciones del poblado de Beni Salah (Beni-Hosmar), y, no obstante haber sido herido dos veces y sin curarse las heridas, continuó combatiendo al frente de sus fuerzas animándolas con su ejemplo; sin consentir en retirarse de su puesto, aunque le autorizó para ello el teniente de su sección, muriendo de un balazo que recibió en el pecho después de ocupada la posición que atacaba. El Rey ha tenido a bien conceder al sargento don Carlos Zarraluqui Sáez la Cruz de la Real y Militar Orden de San Fernando. Madrid, 2 de Abril de 1.923. Alcalá Zamora (D.O. núm. 72)”.

Hemos subrayado la frase de la Orden de la concesión de la Laureada “(…) sin consentir en retirarse de su puesto aunque le autorizó para ello el teniente de su sección”, pues nos parece sumamente significativa, más cuando en Regulares –y nos hemos leído todas la ordenes de concesión de condecoraciones- resultaba extraña aquella autorización: Salvo las heridas de muerte o las que le impedían el movimiento hacían desistir a estos e incluso así, hay numerosos ejemplos de casos que continuaban sin dudar (como el Comandante Jaquetot quien, tumbado en una camilla, estuvo impartiendo órdenes hasta que murió; o el mismo Sanjurjo, disimulando la herida, apoyado en el Cabo Guión y su caballo). Los Regulares, como dice su Himno “SABER MORIR Y PADECER”, cosa nada fácil, y cumplir con su deber de soldado.

Pero es que en el combate de Beni Salach también hubo un grave error “en la transmisión de órdenes“ que costó vidas y el Comandante Sanz de Larin, el Comandante Antonio Aranda y el General Vallejo resultaron procesados, aunque pasado el tiempo quedaron absueltos de delitos... El hecho fue que atacaron numerosísimos rebeldes, cayendo el Capitán Hidalgo de Cisneros y siendo herido el Capitán Ayuso y 64 soldados más. 25 quedaron en el campo, siendo saqueados y mutilados por rifeños y buitres...

Un Bandera española

Me sujeta… ¡Menos mal!

Si me matan: ¡Viva España¡

¡Me podrán amortajar!”

HIMNO DE REGULARES

Soy soldado Regular,
nacido en tierra española,
orgulloso de servirla
con bravura y sin igual.
Formaré la vanguardia al luchar
y al morir marcharé sin temor
porque así me cubriré de honor,
que es la gloria mayor a esperar.
Luchar, vencer y resistir
saber morir y padecer
tal consigna ha de tener
el que me quiera seguir.
A luchar y a sufrir
nadie nos podrá igualar
porque sabemos morir.
ES IMPOSIBLE SEGUIR AL SOLDADO REGULAR.
¡A LUCHAR, A VENCER, A MORIR!


Cuando me mandan luchar
soy ejemplo de leales.
Soldado de Regulares,
victorias a conquistar.
La bandera española ha de ser
defendida por mí al combatir,
su presencia nos hará vencer
si juramos por ella morir.
Con paz, justicia y con amor
la paz al mundo llevaré
porque en mi pecho está el valor
unido a Dios por la Fe.
A luchar y a sufrir
nadie nos podrá igualar
porque sabemos morir.
ES IMPOSIBLE SEGUIR AL SOLDADO REGULAR.
¡A LUCHAR, A VENCER, A MORIR!

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