“Si de oro el sol es garantía,
El rojo de tus dos franjas restantes
La pone tu fiel Infantería.
Mientras quede sangre a tus infantes,
Sol de los huertos morunos,
Que me está, amor, cejando
Deja mujer que te mire
Con los ojos entornados”
(R. Duyos).
D. Carlos Zarraluqui Sáez había nacido en la localidad murciana de
El Palmar un 30 de Octubre de 1.893. Un 13 de Mayo de 1.913, con 20 años,
ingresa voluntariamente -dejando los estudios- en el Batallón de Cazadores de
Llerena Nº 11, efectuando el período de Instrucción y –posteriormente-
permaneciendo de guarnición en Madrid. El 9 de Junio de ese año, marcha a
Ceuta, pasando el 15 de Julio con su batallón a Tetuán, donde prestará servicio
de Campaña y protección de convoyes. Sus servicios en combate irán ligados a
nombres como Laucién, Lomas de Arapiles, Izarduy y Barranco de Laure.
En Febrero de 1.914, ascendió a Cabo de Infantería por elección,
continuando con los servicios ya mentados hasta el 30 de Septiembre de ese año,
cuando toma parte en la ocupación de Izarduy y -el 8 de Diciembre- se distingue
notablemente en los combates de Beni Hosmar por cuya actuación y méritos en
combate será recompensado con dos Cruces al Mérito Militar con distintivo rojo.
Su espíritu y patriotismo le llevaron a solicitar nuevos destinos de mayor
riesgo y peligro, así que el 30 de Abril de 1.915 causó baja en el Batallón de
Cazadores de Llerena y alta en las fuerzas Regulares Indígenas de Melilla donde,
en Agosto de 1.915, obtiene el empleo de sargento de Infantería con antigüedad
de 1 de Agosto.
Una vez cumplido el tiempo de voluntariado, solicitó el reenganche que le
permitiera continuar la vida activa en campaña (que se prolongó durante los
años 1.917 y 1.918). Murió al frente de los suyos, en los combates de Beni Salah,
el 5 de Abril de 1.919, siendo recompensado por los méritos contraídos y el
comportamiento observado con la Cruz de la Real y Militar Orden de San Fernando
en 1.923.
Policarpo Medina Sánchez, cabo del citado Grupo de Regulares, recordaba
allá por el año 69, la forma en que su sargento, un joven de casi 26 años, cayó
en la lucha. El Sr. Medina relataba con lágrimas en los ojos la manera en que
su superior murió por proteger la retirada de la fuerza: “…Recibió tres
heridas, la primera en la mano cuando llevaba dos horas en la operación, a la
media hora de la de la mano, otro balazo en la cara. Con una y otra herida
siguió combatiendo y alentándonos, hasta que unos veinte minutos después fue
cuando le mataron. No consintió retirarse cuando se encontraba herido hasta no
terminar la operación. El tiro que le causó la muerte se lo dieron cuando le
ordenaron la retirada…”
Los hechos, según quedó recogido en la colección en fascículos titulada “España
en sus Héroes” (Ornigraf, Madid-1.969), parece ser que se desarrollaron de
la forma siguiente: La misión encomendada a la fuerza en la que estaba
integrado el Grupo de Fuerzas Regulares Indígenas de Tetuán Nº 1, abarcaba un
frente de combate de unos 2 kilómetros aproximadamente, extensión demasiado
grande para el número de fusiles con los que contaba el Tabor de Regulares. La
3ª Compañía de éste se encontraba muy alejada del resto de la fuerza, motivo
por el cual se dio la orden a la Compañía del Capitán Soto de entrar enseguida
en fuego para dar apoyo al repliegue de la 3ª Compañía del tercer Tabor, ya que
la situación de la misma se complicaba por momentos. De la Tercera, el cuadro
de mando estaba conformado de la siguiente manera: Capitán Cisneros, muerto;
Teniente Pérez Rodríguez, muerto; Teniente Brondis, herido; Suboficial Vázquez -que
mandaba la 3ª Sección-, muerto. La tropa, que se hallaba ya sin mandos y con 15
bajas, situación ante la cual -y al hacerse la misma insostenible- se ordenó su
repliegue. Para dar protección a la mencionada retirada, el Capitán D. Juan
Soto se dirigió al sur para entrar en línea de fuego y poder apoyar dicho
repliegue. El Capitán Soto distribuyó a su fuerza, asignando las misiones a
cada una de sus secciones. De esta forma, el Teniente D. Estanislao de Cubas marchaba
en vanguardia para posicionarse y permitir el despliegue de la compañía que
ocuparía los emplazamientos señalados por su Capitán.
El objetivo señalado al Sargento Zarraluqui por el Teniente Cubas era el
ocupar una posición que permitiera hacer fuego favorable a permitir el
despliegue del resto de la sección. El teniente advertía al Sargento Zarraluqui
(textual): “…Vaya con cuidado Zarraluqui, creo que si puede llegar allí con
su pelotón le habremos ganado la partida al enemigo. Es una altura que les
domina por completo…”. A lo que el Suboficial contestó: “Descuide mi
teniente, lo haremos”.
El Sargento Zarraluqui, al frente de su pelotón inicia la marcha. Su
teniente no se había equivocado: La posición era muy dominante y permitía
llevar a cabo una protección muy eficaz, tanto de la fuerza desplegada como de
la que replegaba. Al parecer, el repliegue era de difícil ejecución ya que estaba
efectuando por terreno muy batido por el fuego rifeño y en condiciones de
inferioridad numérica por parte española, cosa que fue advertida rápidamente
por el Sargento Zarraluqui, constituyendo su misión una acción de vital
importancia, dado el peligro que corrían sus compañeros en el repliegue…
El enemigo, se dio cuenta que con escasamente un pelotón podía hacer
peligrar la presión que ejercía mediante el fuego sobre las tropas que se
retiraban, motivo por el cual concentró el fuego en la posición que ya había
ocupado con sus hombres el Sargento Zarraluqui. Aún y así y bajo la intensidad
de fuego que recibía esta fuerza de Regulares, Zarraluqui y sus hombres no se
amilanaron ni frenaron el del Suboficial, el cual corría por la posición animando
una y otra vez a los suyos, de piedra en piedra (para tener mejor posición de
tiro), demostrando a todos, que era posible el moverse por un terreno
acribillado a balazos por el enemigo y aprovechando todos los accidentes del
terreno. A su paso por la posición de Zarraluqui, los soldados de la tercera
Compañía hacían gestos a aquellos valientes que protegían su retirada ya de por
sí, difícil y que ya tenía varias bajas pero que no disminuía ni un ápice el
encono con que protegían las vidas de los camaradas que se retiraban, a costa incluso
de las propias.
El sargento recibió durante el desarrollo del combate su primera herida:
Una bala le había alcanzado la mano. Ninguno de los combatientes dijo nada,
pero ante el balazo el sargento, no hizo ni la más mínima muestra de dolor,
viendo no obstante todos, como manaba sangre de la herida, hasta que una vez
finalizada la operación de protección, el Cabo Medina Sánchez, le dijo a su
superior una vez los que replegaban ya estaban a salvo (textual): “Mi
sargento; esto ya está acabado. Los del tercero están a salvo. Vaya al puesto
de socorro, yo replegaré el pelotón…”. Zarraluqui le replicó: “Esto no
es nada, un arañazo en la mano, nada…”
Los atacantes, ante el fracaso de asestar un duro golpe a la fuerza en
retirada, volcaron acto seguido su fuego sobre la posición de Zarraluqui. Su
actitud, su voz y sus ánimos hacia los que allí estaban no decayeron, surtiendo
el efecto positivo y poder así, mantener la posición y proteger a los que
replegaban. En esos momentos, pasaba a la altura de dicha posición los últimos
escalones que retiraban, los cuales -a voz en grito- agradecían al sargento y a
los suyos el conservar la vida. Una vez cumplida la misión, llegó el turno de
repliegue al Sargento Zarraluqui y a su fuerza, habiéndose de evacuar a los
vivos y a los heridos, no queriendo dejar nadie atrás que pudiera caer en manos
morunas, motivo por el cual el Sargento -dirigiéndose a Policarpo, su Cabo-, le
dijo (textual): “¡Policarpo!. Con tu escuadra, lárgate. ¡Yo te sujeto a éstos!”.
El Cabo hizo señal a los suyos y empieza el repliegue…
El siguiente en salir de allí era Saharaqui al cual el sargento ordenó llevarse
a los Ascaris. El repliegue de la fuerza defensora continuaba, estando por eso
el enemigo cada vez más cerca de la posición, empleando muy poco tiempo en
alcanzar la posición hasta ahora defendida por los españoles que la acababan de
abandonar. Ahora, las ternas han cambiado y la fuerza se ve batida por los
rifeños. El Sargento, para evitar que puedan impedirles la retirada, ordena
ocupar de nuevo la posición y cargar contra los moros: “¡A ellos, tenemos
que echarlos de ahí! ¡Vamos!” y colocándose él al frente de la fuerza que
retiraba, inicia de nuevo el ataque, momento en que es herido de nuevo, esta
vez de un balazo en la boca. La nueva herida no afecta sus ánimos y continúa el
avance para desalojar la posición recién tomada por los rifeños.
Se desalojó de allí al enemigo, pero en tan ruda lucha una tercera herida,
ésta ya mortal, causa la muerte del Sargento Zarraluqui; Una bala, le perfora
el pecho... El pelotón, había perdido cuatro hombres. Su cadáver, quedó en el
campo enemigo y no se pudo recuperar hasta tiempo después. Una vez
recuperado, fue enterrado –junto con sus soldados- en el Cementerio Militar de
Tetuán.
Los famosos "pacos" |
Por los méritos contraídos y el comportamiento observado durante aquel
combate del 5 de Abril de 1.919, al Sargento de Infantería del Grupo de Fuerzas
Regulares Indígenas de Tetuán Nº 1, le fue incoado el Expediente de Juicio
Contradictorio a los efectos de concederle la Cruz de la Real y Militar Orden
de San Fernando, la resolución del cual, decía lo siguiente (textual): “El
día 5 de Abril de 1.919, el sargento del Grupo de Fuerzas Regulares Indígenas
de Tetuán Nº 1, don Carlos Zarraluqui Sáez tomaba parte en el combate sostenido
en las inmediaciones del poblado de Beni Salah (Beni-Hosmar), y, no obstante
haber sido herido dos veces y sin curarse las heridas, continuó combatiendo al
frente de sus fuerzas animándolas con su ejemplo; sin consentir en retirarse de
su puesto, aunque le autorizó para ello el teniente de su sección,
muriendo de un balazo que recibió en el pecho después de ocupada la posición
que atacaba. El Rey ha tenido a bien conceder al sargento don Carlos Zarraluqui
Sáez la Cruz de la Real y Militar Orden de San Fernando. Madrid, 2 de Abril de
1.923. Alcalá Zamora (D.O. núm. 72)”.
Hemos subrayado la frase de la Orden de la concesión de la Laureada “(…) sin
consentir en retirarse de su puesto aunque le autorizó para ello el teniente de su sección”, pues nos
parece sumamente significativa, más cuando en Regulares –y nos hemos leído
todas la ordenes de concesión de condecoraciones- resultaba extraña aquella
autorización: Salvo las heridas de muerte o las que le impedían el movimiento
hacían desistir a estos e incluso así, hay numerosos ejemplos de casos que
continuaban sin dudar (como el Comandante Jaquetot quien, tumbado en una
camilla, estuvo impartiendo órdenes hasta que murió; o el mismo Sanjurjo,
disimulando la herida, apoyado en el Cabo Guión y su caballo). Los Regulares,
como dice su Himno “SABER MORIR Y PADECER”, cosa nada fácil, y cumplir
con su deber de soldado.
Pero es que en el combate de Beni Salach también hubo un grave error “en
la transmisión de órdenes“ que costó vidas y el Comandante Sanz de Larin,
el Comandante Antonio Aranda y el General Vallejo resultaron procesados, aunque
pasado el tiempo quedaron absueltos de delitos... El hecho fue que atacaron
numerosísimos rebeldes, cayendo el Capitán Hidalgo de Cisneros y siendo herido
el Capitán Ayuso y 64 soldados más. 25 quedaron en el campo, siendo saqueados y
mutilados por rifeños y buitres...
“Un Bandera española
Me sujeta… ¡Menos mal!
Si me matan: ¡Viva España¡
¡Me podrán amortajar!”
HIMNO DE
REGULARES
Soy soldado Regular,
nacido en tierra española,
orgulloso de servirla
con bravura y sin igual.
Formaré la vanguardia al luchar
y al morir marcharé sin temor
porque así me cubriré de honor,
que es la gloria mayor a esperar.
Luchar, vencer y resistir
saber morir y padecer
tal consigna ha de tener
el que me quiera seguir.
A luchar y a sufrir
nadie nos podrá igualar
porque sabemos morir.
ES IMPOSIBLE SEGUIR AL SOLDADO REGULAR.
¡A LUCHAR, A VENCER, A MORIR!
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Cuando me mandan luchar
soy ejemplo de leales.
Soldado de Regulares,
victorias a conquistar.
La bandera española ha de ser
defendida por mí al combatir,
su presencia nos hará vencer
si juramos por ella morir.
Con paz, justicia y con amor
la paz al mundo llevaré
porque en mi pecho está el valor
unido a Dios por la Fe.
A luchar y a sufrir
nadie nos podrá igualar
porque sabemos morir.
ES IMPOSIBLE SEGUIR AL SOLDADO REGULAR.
¡A LUCHAR, A VENCER, A MORIR!
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