DUELO DE TITANES: EL
MINADOR VULCANO VERSUS EL DESTRUCTOR “JOSÉ LUIS DÍEZ”.
Con motivo de la
concesión de la Medalla Militar Individual al Capitán de Fragata Don Fernando
de Abarzuza y Oliva, Comandante del cañonero minador “Vulcano”, por
el combate naval acaecido entre dicho navío y el destructor republicano “José
Luis Díez”, se le concede al minador y a toda su dotación el derecho al uso
del Distintivo de la Medalla Militar Colectiva por O.C. de 26 de Abril de 1.939
(B.O. núm.130). Dicho distintivo fue utilizado desde entonces en la manga
izquierda por todos los miembros de la dotación en conmemoración del combate,
así como sobre la driza mayor del minador a modo de gallardete. El distintivo
consiste en un círculo rojo orlado de laureles, portando entre aro y borde a
ambos lados un león rampante, rematado en la parte superior con una torre; en
la inferior un cartel con el lema “Al mérito en Campaña”. Dentro del
círculo porta la inscripción “Vulcano” y la fecha “29-12-38”, En
el modelo que ilustra este artículo bordado sobre un uniforme de Capitán de
Navío, debajo del conjunto porta dos barras de repetición bordadas en hilo de
oro indicador de que el poseedor también se le había concedido otras dos
medallas colectivas más.
Medalla Vulcano |
El Minador “Vulcano”
se encontraba en la noche del 29 al 30 de Diciembre de 1.938 de vigilancia en
el estrecho de Gibraltar formando parte con los también minadores “Júpiter”,
“Marte” y cañonero “Calvo Sotelo” de un dispositivo montado para
evitar la huida de Gibraltar con rumbo a puerto enemigo del destructor
republicano “José Luis Díez”, cuya salida se consideraba inminente. En
efecto a las 01 horas 08 minutos recibió el “Vulcano” señales de haberse
puesto en movimiento el “José Luis Díez”, avistándolo momentos después
iluminado por los proyectiles del “Calvo Sotelo” que guardaba la entrada
de Algeciras. El “Vulcano”, inferior en velocidad al “José Luís Díez”,
maniobró a cortar su derrota consiguiéndolo, llegando al abordaje entre ambos
buques y causando averías con su fuego al “José Luis Díez” en la cámara
de máquinas. Durante el abordaje el “José Luis Díez” hace nutrido fuego
de artillería y de armas portátiles, causándole numerosos daños en su
estructura, así como el lanzamiento de un torpedo que debido a la inclinación
del buque, pasó por encima de la cubierta del minador. A consecuencia de las
averías sufridas por el destructor este tuvo que varar en la Playa de los
Catalanes, en el peñón de Gibraltar, para evitar su destrucción.
El comandante del “Vulcano”
demostró mucha habilidad, pericia marinera, espíritu de sacrificio y valor
militar, al atacar a un buque de mayor poder ofensivo y enorme superioridad en
velocidad, maniobrando a pesar de esta diferencia en velocidad con tal decisión
y habilidad que acorraló al “José Luís Díez” y lo tuvo bajo su fuego el
tiempo suficiente para causarle graves averías. La dotación del “Vulcano”
demostró durante todo el combate gran disciplina, valor y serenidad, haciendo
fuego con la misma tranquilidad y precisión que si se tratase de un ejercicio,
a pesar de estar los barcos abordados y del fuego que recibía del navío
republicano.
El 1 de Enero de 1.939
a la llegada del minador al puerto de Cádiz el Almirante Bastarreche siguiendo
las órdenes recibidas del Gobierno de Salamanca impuso las insignias respectivas
al comandante y a la tripulación del “Vulcano”, insignias que por cierto
habían sido adquiridas por suscripción popular del Ayuntamiento de Cádiz.
Curioso es también conocer que la dotación del minador fue condecorada con otra
medalla colectiva, en este caso es la referida a la Orden de la Medahuia que
les concedió el Jalifa de Marruecos por su competencia y heroísmo.
Minador Vulcano |
Pero, en
esta historia de combate naval y Laureada, lo verdaderamente reseñable es la
singladura del “José Luis Díez”, llena de vicisitudes:
JOSÉ LUIS DIEZ.
Astillero: Sociedad Española de
Construcción Naval (Cartagena).
Quilla en grada: 4 de
Noviembre de 1.927.
Botadura: 25 de Agosto de 1.928.
Entrega a la Armada: 13 de
Septiembre de 1.929.
Baja: 1 de Diciembre de 1.965.
Destino: Desguace.
Ya
en fechas tan tempranas como el 4 de Abril de 1.932 estuvo a punto de perderse
en un temporal en aguas de Ibiza, que le hizo varar en la isla.
En
Julio de 1.936 estaba en dique seco en Cartagena, al mando del comandante
Carré. En la tarde del 19, el comandante ordena desarmar a la dotación
esperando poder unirse a la sublevación, pero fue detenido junto a sus
oficiales por la tripulación. Puesto en servicio el 22 se dirigió a Alicante,
donde fue elemento clave en el fracaso de la sublevación militar con su
presencia en el puerto.
En
Agosto de 1.936 pasó a Málaga, desde donde operó en el Estrecho. El 21de
Septiembre parte hacia el Cantábrico con parte de la Flota republicana. Al
regreso de la Flota al Mediterráneo en octubre quedó en el norte, con la misión
de prestar servicios de escolta y control de tráfico. El 3 de Enero de 1.937
tuvo un encuentro sin consecuencias con una flotilla de bous nacionales. El 2
de Marzo se encuentra con el destructor nacional “Velasco”. Pocos días
después, alegando problemas en las máquinas, entra en el puerto de Burdeos.
Allí desertan el comandante y el jefe de máquinas. Las reparaciones terminan a
finales de Marzo, y regresa a Santander, teniendo un encuentro en la ruta con
el crucero auxiliar nacionalista “Ciudad de Palma”.
Acostumbrado a verlo atracado e
inoperante en el muelle, los bilbaínos lo bautizaron con el sobrenombre de “Pepe
el del Puerto”, contándose a propósito una serie de anécdotas hirientes. Se
decía por ejemplo que una salva suya no destruyó al enemigo sino su propia
chimenea, y aunque esto no se encuentra probado, si es cierto, en cambio que su
defensa antiaérea redujo a un montón de chatarra, el 20 de Abril de 1.937, al
caza del famoso piloto Felipe del Río, a quien se consideraba, por la serie de
victorias que había cosechado como el “As de Euskadi”. Los artilleros
del destructor, confundieron el avión que tripulaba el aviador santanderino con
un caza alemán, apuntándose el derribo, por lo demás el único de la historia
del barco…
José Luis Díez |
Los malos humores que había desatado
el “José Luis Díez” a causa de su pasividad fueron motivos de un
desagradable incidente pocas semanas antes de la muerte del piloto de caza,
cuando los bous armados “Bizkaya”, “Gipuzkoa”, “Navarra” y
“Donostia”, que convoyaban hacia Bilbao al buque tramp “Galdames”,
habilitado como correo, se enzarzaron en batalla con el crucero Canarias al que
apoyaba el destructor Velasco. Los bous no consiguieron impedir la captura del
“Galdames”, ya que fueron sometidos a un fuego atroz que provocó el hundimiento
del “Navarra”. Mientras ocurría este combate el “José Luis Díez”
estaba atracado -como de costumbre- aunque era urgido para ayudar a los bous.
El destructor no zarpó…
Furioso por el drama que había
pasado el Gobierno Autónomo vasco ordenó la requisa del destructor y el ingreso
en prisión de los tripulantes, lo que tuvo lugar. Sin embargo las autoridades
vascas a las que urgía la vuelta al servicio del “José Luis Díez”,
estaban en condiciones de aportar los fogoneros y timoneles necesarios pero no
una dotación completa de puente que conociese el manejo del buque. Por lo que
todos los detenidos fueron sacados de la cárcel y reincorporados a sus puestos.
También influyó la actitud del gobierno central,
nada proclive a que un buque de guerra pasase al control de un gobierno
autónomo. Que la experiencia sufrida no iba a estimular la mortecina
combatividad del “Pepe del Puerto”, se vio poco después y más
concretamente cuando el destructor “Císcar”, que navegaba a 20 millas
del Cabo Machichaco, se topó de improviso con el crucero “Almirante Cervera”,
que a 8.000 metros parecía en la posición ideal para situar sus proyectiles de
152mm sobre el destructor. La primera salva del crucero llegó corta con una
dispersión entre proyectiles de 200 metros, pero en la dirección correcta. La
segunda salva fue dos tiros cortos y uno largo, cayendo a 50 metros por
estribor. Las salvas del crucero, a las que respondía el destructor con sus dos
cañones de popa, continuaron a razón de una cada 10 segundos y siempre con el
mismo resultado, dos cortos y un largo, mientras que la distancia aumentaba
gracias a la mayor velocidad del “Císcar”. De pronto a 15.000 metros los
tripulantes del “Císcar” advirtieron una columna de humo y creyeron que
era el destructor “Velasco”, pero al poco identificaron al “José Luis
Díez”, que fiel a su fama, cuando se apercibió de lo que ocurría viro hacia
el noreste a toda máquina envuelto en nubes de humo negro. El “Císcar”
acabó por ponerse fuera de tiro de su perseguido gracias a que el “Cervera”
navegaba con siete calderas en lugar de las ocho de costumbre.
Al caer Bilbao en
Junio del 37 los dos buques marcharon a Santander, en donde el ambiente no era
alentador ya que Indalecio Prieto había nombrado comandante de marina a un
antiguo capitán de fragata que era muy honrado pero era incapaz de desempeñar
el mando que se le había confiado. El comandante decía “cuando me retiré un
buen barco navegaba a 15 nudos. Ahora ustedes hablan de 35 nudos como si tal
cosa. Me encuentro totalmente despistado“. En realidad la determinación de
Prieto venía impuesta por la penuria de opciones, que se puso de relieve cuando
se le dio el mando del “José Luis Díez” a un antiguo comandante del
“Císcar”, famoso por sus borracheras, ya que aunque en el Estado Mayor se
encontraban dos oficiales del Cuerpo General con conocimientos más que
suficientes no se confiaba en ellos. Incluso se vio obligado a sustituir, con
un teniente de navío ruso, a un comandante de submarino desertor. Por cierto
que el primer día en el que salió al mar ese teniente le largó dos torpedos al
crucero Almirante Cervera que no hicieron blanco.
Díez embarrancado |
En su nueva base el “José
Luis Díez” continuaba con sus mismos hábitos. Cierta noche había zarpado de
Santander con rumbo norte en línea de fila los dos destructores, cuando
súbitamente a 3.000 metros avistaron al crucero “Almirante Cervera” con
lo que quedó en buena posición para ser torpedeado por el “José Luis Díez”,
al que no había visto, pero el destructor viró a estribor y desapareció en la
oscuridad cobardemente desaprovechando la oportunidad que se le ofrecía.
La caída de Santander
y el embotellamiento de lo que quedaba de la flota republicana en Gijón fueron
dos acontecimientos de corte agorero.
En el puerto
asturiano, desertado por los submarinos C-2 y C-4 que se habían marchado a
Francia, continuaban el submarino C-6, el torpedero nº 3 y los destructores “José
Luis Díez” y “Císcar”. La defensa antiaérea era ridícula y los
aviones bombardeaban constantemente. Un día las baterías de acumuladores del
C-6 quedaron destruidas con lo que el submarino ya no podía sumergirse. En otra
ocasión, los tripulantes del “José Luis Díez” presa del pánico se
escondieron en un refugio, siendo los hombres del “Císcar” los que
tuvieron que servir la pieza abandonada.
El Musel era una
especie de ratonera, capaz de afectar los nervios de los más templados y no
digamos de una tripulación como la del José Luis Díez, que hacía más de un año
que tenía como norma escurrir el bulto. Por eso cierta noche que los dos
destructores habían salido a alta mar echando a pique dos pesqueros enemigos de
cuyo cargamento de atún se apropiaron entre los puentes de mando se entabló
este dialogo:
-(Comandante del
“Díez” a comandante del “Císcar”): Dadas
las averías recibidas ayer y la seguridad de ser hundidos propongo irnos a
Falmouth.
-(Comandante del
“Císcar” a comandante del “Díez”): Las
órdenes son de volver a Gijón.
-En Gijón seremos
hundidos.
-Pero habremos cumplido
las órdenes recibidas.
-Me voy a Inglaterra.
-Buen viaje.
(El “Císcar”
fue hundido por la aviación alemana en el Musel).
En Falmouth
desertaron, entre otros, el comandante, el jefe de máquinas y el oficial de
derrota. El “José Luis Díez” fue trasladado por Fernando Navarso al
puerto francés de Le Havre y entregado allí a Juan Antonio Castro Izaguirre, un
guipuzcoano recién habilitado de capitán de fragata y quien por curiosa
paradoja, mandaba el “Císcar” en las dos ocasiones en que fue dejado
solo frente al crucero “Almirante Cervera”. El “José Luis Díez”
tenía varia averías, siendo la principal de ellas la que afectaba a la caldera
número 1 que con sus tubos quemados y retorcidos era necesario reentubar. Eso
suponía una seria y obligada obra, toda vez que se había perdido contacto con
la zona que controlaba la República en la zona Norte. El barco no tenía más
remedio que contornear la península y buscar el Mediterráneo a través del
estrecho de Gibraltar.
El nuevo comandante se
trasladó a Barcelona donde el Ministro de Defensa le expuso su plan: “Usted
no pasará el estrecho. Cuando se encuentre listo convoyando dos barcos que se
hallan en Burdeos y en los que habrá armas municiones y hombres se dirigirá a
Santoña, en cuyo penal hay 12.000 gudaris vascos que se levantarán en cuanto se
oigan sus cañones. Con la ayuda de su destructor les será fácil dominar la
guarnición de Santander y apoderarse de todos los vehículos disponibles y se
dirigirán a Bilbao para tomarlo. Usted navegará hasta allí y bombardeara la
ciudad si fuera necesario. En ese momento yo le enviaré la Aviación y habremos
creado de nuevo el frente norte”. En su estancia en la capital catalana
Castro recibió una carta del Almirante Moreno invitándole a pasar al otro
bando. También fue abordado por una mujer joven que Castro cree que es Natalia
Larios, esposa del duque de Montemauro, muerto a bordo del crucero “Baleares”,
pero que según otras fuentes, se trataba de la bailarina italiana Mina. Por
toda respuesta Castro exige una cantidad determinada de dinero así como
pasaporte para trasladarse a Argentina. Lo hizo no porque hubiese pensado
desertar, sino porque confiaba a sus enemigos e impedía el que éstos, mediante
el soborno tratasen de sabotear al destructor. La posibilidad del sabotaje no
era descartable, ya que la propia tripulación española se encontraba descontenta
de su situación. Por otra parte el jefe de la base de Le Havre era
profranquista.
El 20 de Agosto de
1.938, tras el intencionado simulacro de deserción del fogonero José Sánchez y
del preferente, José Seigido, que abandonaron el buque al grito de “¡No
queremos ir a Rusia!”, para hacer creer que ese era el rumbo del “José
Luis Díez” el destructor zarpó con el pretexto de hacer unas pruebas (en
las de mar, celebradas unos días antes había navegado a 35 nudos, pasando por
estribor al trasatlántico “Normandie” y doblándole por la proa). Una vez
en mar abierto se dio orden de poner rumbo Oeste.
El “José Luis Díez”
se trasformó como un destructor inglés pintándose dos bandas negras en la
chimenea trasera, mientras que en las amuras se le pinto el numeral D-19.
Fueron izados un pabellón de comodoro y el de la Cruz de San Jorge. En cuanto a
la artillería el cañón de 76 mm, fue emplazado en la torre número 3 con la
apariencia de ser uno de 120mm y se instalaron dos ametralladoras de 40mm que
habían llegado a Le Havre en el doble fondo de unos camiones Otras dos
ametralladoras de origen italiano ocuparon el puesto dejado por el cañón de
76mm y un nuevo puesto en la popa.
La navegación
transcurrió con toda normalidad aunque procuraban alejarse de los mercantes. A
primeras horas del 24 de Agosto se celebró el encuentro con el buque nodriza “Saturno”
que esperaba al destructor. No obstante por causa del tiempo las naves
continuaron hasta Cabo Cantín donde al día siguiente fondearon. Empezó el
trasvase de combustible, tarea difícil puesto que el Saturno no era un
petrolero sino un simple mercante al que se le había limpiado para la ocasión
uno de sus tanques.
El bombeo se hizo bajo
condiciones expectantes, tanto por problemas de orden técnico como por el de
ser descubiertos por el enemigo. Los temores se confirmaron cuando avistaron un
pesquero que fue a mirar que pasaba. El pesquero era el “San Fernando”
con matrícula de Vigo. El destructor se acercó a 500 metros cuando el pesquero
enarbolando la bandera bicolor fue sorprendido por el “José Luis Díez”
que cambió la bandera inglesa por la tricolor. ¡No usen la radio y prepárense
para abandonar el buque! En total 12 hombres fueron tomados a bordo y mientras
el segundo del “José Luis Díez” se hallaba en el pesquero abriendo los
grifos de fondo para hundir el pesquero apareció el pesquero Con que fue
también apresado. Los dos pesqueros fueron hundidos por el Saturno con su proa
pues tardaban mucho en hundirse. Tras este incidente continuó la navegación
para acercarse al estrecho de Gibraltar aproando hacia él. Su primer plan
consistía en bombardear la refinería de Las Palmas y aprovechar que los barcos
que custodiaban el estrecho irían a su búsqueda para tratar de franquearlo. Sin
embargo por razones técnicas tuvo que abandonar este plan.
El 26 de Agosto de
1.938 el “José Luis Díez” se acerca envuelto por las sombras al
estrecho. A las 22:35 se avista el Cabo Espartel, navegando a 27 nudos no
navegando a mes velocidad para no producir humo ya que por causa de un defecto
de todos los destructores de su serie, los ventiladores no suministraban
suficiente aire para la combustión a gran velocidad.
A las 00:45h se cruza
con un trasatlántico al que escolta un cañonero con las luces apagadas. La
unidad enemiga se sitúa a 200 metros y vira para ponerse en el mismo rumbo que
el “José Luis Díez” y le dispara seis granadas trazadoras.
A las 01:16 a cinco
millas y media de Tarifa el destructor avista al crucero “Canarias” a
4.000 metros por la amura de babor y con su mismo rumbo. Castro ordena abrir
fuego contra el crucero pero un cascote de la segunda salva incendia una jarra
de pólvora den la pieza número dos. Los 90 kgs que contenía explotan matando a
todos los sirvientes menos al cabo del cañón que es arrojado al mar por la onda
expansiva, siendo recogido por un mercante italiano. El hombre se identifica
como pescador gibraltareño asegurando que su barca fue abordada y hundida. Los
italianos le creen y lanzan una llamada de socorro en dirección a la colonia
para que envíen alguien a por él. Esta llamada es interceptada por un buque
franquista y se hace entregar al náufrago que será fusilado poco después en
Cádiz.
Apenas disipado el
fogonazo de la explosión en el puente del “José Luis Díez” se observa como un
destructor enemigo trata de alcanzarles con sus cañones de popa. Las baterías
de Ceuta disparan proyectiles iluminantes y el crucero “Canarias” sigue
lanzando salvas de cuatro piezas cada 10 segundos. La situación a bordo es
dramática. El machete de circuitos de fuego del cañón número 2 está fuera de
uso por lo que se pasa a control manual. El buque que navega a proa del “José
Luis Díez” lanza al agua un flotador luminoso y vira a estribor. El “José
Luis Díez” vira a estribor para escapar del haz luminoso pero en ese
momento encaja un proyectil de 203mm a la altura de la pieza número 1, a babor,
y casi en la línea de flotación. En pocos segundos el destructor pierde
velocidad, se hunde de proa y cae a la vez de banda, mientras que, con la barra
a estribor, describe un gran giro apuntando a Gibraltar, rumbo que prosigue
mientras que el enemigo continúa hacia el Mediterráneo y el crucero Canarias
continúa el fuego, posiblemente sobre uno de los cañoneros o minadores propios
al que -por inadvertencia- debe tomar por el “Díez”.
A bordo del destructor
hay una vía de agua en el sollado, así como una serie de heridos entre los que
figura el segundo comandante y el comisario político... A las 03:15 el
destructor gobernado con máquinas y timón pues no obedecen los mandos regulares
entra en Gibraltar atracando en el muelle del Almirantazgo. Las averías son
grandes ya que la explosión del proyectil puso en comunicación el tanque de
petróleo número 1 con el mar y como las bombas de combustible estuvieron
picando de ese tanque, a los mecheros les llegó el agua en vez de petróleo y se
apagaron. El sollado de fogoneros fue destrozado pereciendo en él los 24
pescadores prisioneros, así como su guardia y un tripulante enfermo. Hay
numerosos heridos entre ellos 17 de los 18 ocupantes del puente. Los fallecidos
son colocados en hamacas cosidas y con un proyectil en los pies son llevados
por un destructor inglés a alta mar, sepultándolos bajo las olas, cerca de
Punta Europa entre las reglamentarias descargas de fusilería.
Aunque sacar al “José
Luis Díez” de Gibraltar donde es un huésped indeseado, parece tarea más
difícil que la de atravesar el estrecho, el gobierno republicano decide
alistarlo dentro de los tiempos mínimos concedidos por la colonia. El ingeniero
Lago, que ya se ocupó del destructor durante su estancia en Le Havre, llega a
Gibraltar y se trae de Argel dos barcazas una enorme cadena de ancla y un
puñado de obreros cargados con planchas y equipos de soldadura autónoma. Las
barcazas son colocadas en los costados del destructor y luego hundidas. De esta
manera la cadena en forma de ocho es pasada por debajo de la quilla y amarrada
a las barcazas que son reflotadas, consiguiendo levantar al destructor,
permitiendo así operar sobre la brecha cerrándola.
Mientras Lago continúa
la reparación, Castro Izaguirre va a Barcelona para entrevistarse con el Jefe
de Estado Mayor de la Escuadra Republicana, decidiéndose que ésta saldrá a
recoger al destructor, al cabo de Palos cuando abandone Gibraltar. No obtiene
pese a sus ruegos que dos destructores se acerquen a Punta Europa para librarle
de los minadores que montan guardia. Así la cosas, todo va quedando a punto y
en su lugar. Incluso el combustible que los ingleses sólo autorizan el embarque
de 100Tm, cantidad insuficiente para llegar a Almería, pero que gracias a una
sonda preparada se convertirá en 320Tm.
Para el plan de
salida, Castro decide navegar pegado a tierra ya que así piensa que la batería
de Punta Carnero por miedo a hacer blanco sobre Gibraltar no abrirá fuego. Ha
confeccionado dos granadas submarinas, amarradas a un flotador para evitar que
un barco se ponga detrás atacándole con los cañones de proa. Otra precaución
consiste en traer de Londres dos estaciones portátiles de radio para el caso de
que el día que zarpe sea un día con niebla. En esa circunstancia el ingeniero
Lago se situaría en lo alto de Punta Europa e informaría al puente del “José
Luis Díez” de lo que viera.
El 30 de Diciembre a
la una en punto el “José Luis Díez” se hace a la mar con las luces
apagadas. Cuando franquea el rompeolas dos bengalas son arrojadas desde el
Peñón, más concretamente del Club de Regatas, estallando en lo alto.
El destructor en
zafarrancho de combate rebasa al buque de guerra francés “Le Basque” y
se dirige pegado a tierra a Punta Europa, según el plan establecido. Un
reflector de Punta Carnero le ilumina por completo. El José Luis Díez vira y el
reflector ilumina por error al minador “Vulcano”, al tiempo que desde el
destructor se descubre otro minador, el “Neptuno”. Castro Izagurre toma
la decisión de abrir fuego contra el “Vulcano” y abordar al “Neptuno”.
Díez tocado en Gibraltar |
Las dos piezas de proa
abren fuego a 1.000 metros de distancia impactando con dos proyectiles. La
distancia disminuye y el José Luis Díez vira a babor para pasar entre el
minador Vulcano y tierra, pero no había espacio suficiente por lo que abordó al
Vulcano por el medio del buque. Se continuaba haciendo fuego incluso con las
ametralladoras de 40mm. El destructor continúa adelante abriéndole una brecha
al “Vulcano” en el costado del ancla y arrancándole una barca
salvavidas. El destructor continúa hacia el norte para protegerse de la batería
de Punta Carnero y al virar al oeste recibe dos impactos de 88mm del minador “Neptuno”.
Un impacto destruye la ametralladora del centro matando a sus sirvientes. El
otro entró por la sala de máquinas cortando cinco tuberías de vapor. Castro
Izaguirre decide varar el buque en la Playa de los Catalanes. La varada fue tan
suave que el segundo ni se dio cuenta.
El regreso del
destructor a Gibraltar señala un endurecimiento de las autoridades británicas.
El segundo gobernador, un general de brigada, sube a bordo a las 04:00 con una
orden por escrito de arriar la bandera y ocupar el buque con una guardia
armada. Los supervivientes son trasladados como prisioneros por dos
remolcadores a la cárcel militar del Peñón, en la que se les deja sin cenar y
se les da por camas unas colchonetas extendidas sobre el suelo. Los marineros
acaban siendo repatriados, pero no sin que antes el superintendente de las
barracas de detención ponga su firma al pie de un documento en el Castor
Izaguirre declara que vuelve a España no libremente, sino como acatamiento ante
la amenaza de emplear ya fuerza, ya que su deseo es volver pero con el buque.
El 25 de Enero de
1.939 el destructor fue devuelto por los ingleses en Algeciras a la Escuadra
española de la que hace ya mucho tiempo fue dado de baja por desguace. En
cuanto a Castro Izaguirre, que al estallar la guerra estaba recién diplomado en
la Escuela Naval, huyó a Francia. Luego durante la II Guerra Mundial combatió
con una nave gaullista en el Pacífico. Por sus acciones consiguió
condecoraciones y ascensos retirándose de la Armada francesa en vísperas de su
ascenso a contralmirante ya que este empleo no lo podía alcanzar en razón de su
origen extranjero. Castro Aguirre vivió una situación paradójica desde 1.978 ya
que no se le reconocían sus derechos como militar de la República porque no ha
lugar ya que es francés.
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