sábado, 6 de julio de 2013

MUERTE EN EL LÍBANO


Temerario, oso robarle al Maestro Pérez-Reverte (y al Maestro Ferrer-Dalmau) las palabras que tras su espléndido cuadro “La Patrulla” escribió el novelista: “DURANTE SIGLOS, EN CADA UNA DE SUS HUELLAS ESTUVO ESPAÑA”[1].


Sabemos que nos pueden matar: Es parte de nuestro trabajo”, me comentaba JMP., Capitán de la Brigada Paracaidista en Mostar, el mismo que me afirmaba que cada vez que un compañero suyo caía en acto de servicio él también moría un poco... ¿Y saben qué? Yo le creo.

Los atentados –sean de la índole que sean- siempre son execrables, canallescos y cobardes… Y éste no fue una excepción.

La población chií mantenía una desconfianza evidente hacia las tropas de la UNIFIL incluso desde mucho antes de que las fuerzas españolas se unieran al contingente internacional.: Les criticaban su inmovilismo ante las repetidas acometidas que había protagonizado el Ejército israelí en la zona, cuyo mejor ejemplo fue la destructiva guerra de 34 días que lanzaron los militares de Tel Aviv el verano de 2.006, después de que Hezbollah capturara a dos de sus soldados: “Hay un gran enfado hacia Naciones Unidas por su pasividad”, reconocía en Agosto del 2.006, nada más concluir el último conflicto, Tim Goksel, analista político y ex portavoz durante 24 años de los militares foráneos instalados en el Líbano.

Sin embargo, desde el inicio de la nueva misión de UNIFIL, el máximo líder de Hezbollah -el principal partido chií-, Hasan Nasrala, afirmaba (en una entrevista con la televisión libanesa emitida el 27 de Agosto de 2.006) que sus milicianos no supondrían “problema alguno” para los uniformados internacionales, siempre y cuando “su misión no sea desarmar a la resistencia”.

El número dos de Hezbollah, Naim Qassem, reconocía por su parte que existían algunas divergencias entre la población sureña y las tropas españolas porque “han cometido algunos errores, se comportaron de manera agresiva y eso ha creado una percepción negativa, ha generado la desconfianza”, pero ratificaba que los dirigentes de su grupo político intentaban de hecho limitar ese recelo. “No hay ninguna diferencia importante con ellos. La UNIFIL está aquí con nuestra aprobación y queremos que se queden”, declaraba Qassem.

De hecho, las únicas amenazas concretas que habían enfrentado los cascos azules hasta entonces procedían de grupos sunníes radicales como los integrantes de Fatah al Islam, que luchaban en el campo de refugiados palestino de Nahr El Bared (Trípoli). En una conversación telefónica fechada el 23 de Mayo de 2.007, su portavoz, Abu Salim Taha, acusaba a la UNIFILde formar parte de un plan para proteger a los judíos”, advirtiendo que estos los cascos azules podrían convertirse en su “objetivo” si se avenían a participar en la batalla que libran con el Ejército libanés. No obstante, fuentes judiciales libanesas aseguraban que en el interrogatorio de 35 miembros de Fatah al Islam detenidos tras una refriega con las FAL., éstos reconocieron que pretendían atentar contra los integrantes de la UNIFIL. “Algunos miembros de Fatah al Islam testificaron que uno de sus principales objetivos era atacar militarmente a los miembros de la UNIFIL”, señalaba el representante jurídico.

El entonces embajador español en Beirut -Miguel Benzo- y portavoces de la UNIFIL como Milos Strugar, admitían que tal amenaza era cierta, que la “tomaban muy en serio” y que, por tanto, los militares españoles se encontraban en “estado de alerta”, en palabras del diplomático. A raíz de dicha advertencia, los soldados habían reducido en extremo sus desplazamientos al exterior de la base de Blat, en el Valle del Litani.

Y llegaba el 24 de Junio de 2.007. Eran las 17:10 horas en España (18:10 hora libanesa), cuando los cascos azules – que formaban parte del destacamento avanzado de Kfar Kila, uno de los cinco de la brigada española en la frontera con Israel - realizaban una misión rutinaria en la aldea de Sahel al Derdara, en las cercanías de Jiam (a tres kilómetros del cuartel general español). El lugar de la emboscada era una carretera que llevaban tiempo patrullando con normalidad, sin que se hubieran producido incidentes. En aquellos momentos, la patrulla se dirigía a la Base “Miguel de Cervantes (Cuartel General de las tropas españolas en el sur de Líbano) para el mantenimiento de sus vehículos…

La fuerza del estallido fue de tal magnitud que expulsó dos de los cuerpos por las ventanillas del vehículo e, inmediatamente, miembros españoles de la UNIFIL, ayudados por militares libaneses, acordonaron el lugar y no permitieron el acceso de periodistas ni fotógrafos.

La carga explosiva era de gran tamaño (50 kilos): Una bomba oculta en un coche Renault Rapid de color blanco, con matrícula falsa, que fue accionada por control remoto al paso del segundo y último blindado de la patrulla. Tan violenta fue la explosión que el BMR, de unas 15 toneladas, se desplazó casi 15 metros para caer por la cuneta opuesta. Un habitante de Jiam que no deseaba identificarse declaraba que el día anterior había observado el Renault utilizado por los terroristas dentro de la localidad circulando junto a un Mercedes, pero al poco tiempo desaparecieron[2]… Las fuentes libanesas han precisado que se encontraron trozos del vehículo bomba entre los cadáveres y los heridos afectados por la explosión.

El blindado carecía de inhibidor de frecuencias…

Desafortunadamente, esa noche se informaba de que el soldado Portas Ruiz, había fallecido en el hospital como consecuencia de las graves heridas sufridas. Con la muerte de este soldado se elevaban a seis las víctimas mortales del ataque (mientras que otros dos permanecían heridos): Tres militares de origen colombiano (Jefferson Vargas Moya, de 21 años de edad; Jeyson Alejandro Castaño Abadía, de 20 años y Yhon Edisson Posada, también de 20 años) y tres militares españoles (Jonathan Galea García, natural de Madrid y de 18 años de edad, Juan Carlos Villora Díaz, de 20 años y nacido en Ávila y Manuel David Portas Ruiz, natural de Sevilla y de 20 años). Los dos heridos eran Enrique Vázquez Matei (de 21 años y nacido en Madrid) y Juan Paz Soler (de 19 años y natural de Mallorca). Dos soldados murieron dentro del vehículo, que se incendió tras la explosión, mientras que los otros cuatro fallecieron durante el traslado o ya en los hospitales de Marjayoun, Sidón y en la base “Miguel de Cervantes”.

Antes de confirmase el fallecimiento del sexto soldado, el –por aquel entonces- ministro de Defensa, José Antonio Alonso, había anunciado en una comparecencia pública que una explosión contra un vehículo blindado BMR del Ejército español en Líbano había acabado con la vida de cinco militares, tres de ellos de origen colombiano, y había dejado heridos a los otros tres ocupantes, al tiempo que aseguraba que los primeros datos apuntaban como "causa más probable" a "un ataque premeditado" contra las tropas de la ONU. El atentado, según Alonso, había sido perpetrado con un artefacto activado a distancia, probablemente un coche bomba, aunque subrayaba que había que esperar a todos los datos que desvele la investigación de lo sucedido. Con estas víctimas, las Fuerzas Armadas españolas incrementaban a 134 las bajas sufridas desde que comenzaron a participar en misiones internacionales en 1.989…

Alonso subrayaba que los servicios de inteligencia de las Fuerzas Armadas y los expertos en explosivos investigarían los hechos para establecer  la "causa exacta" de la explosión y así poder así averiguar la autoría del ataque. Esa misma madrugada, un Boeing 707 de la Fuerza Aérea española trasladaba al ministro Alonso, a una delegación ministerial y a un equipo de la Guardia Civil hasta Beirut para dirigir el proceso de identificación y repatriación de los cuerpos de los seis fallecidos de la Segunda Bandera de la Brigada Paracaidista.

La BRIPAC ya había comunicado lo sucedido a los familiares de los fallecidos y heridos, trasladando a las familias "las más dolorosas condolencias" del Gobierno por la pérdida de cinco miembros de las Fuerzas Armadas españolas en un atentado que ha dejado "el dolor más profundo”.

Por su parte, Hezbollah condenaba el ataque perpetrado en declaraciones recogidas por la cadena de televisión propiedad de la milicia, Al Manar, calificando la masacre de "una acción sospechosa que perjudica a los habitantes del sur del Líbano y aumenta la inseguridad en la región”.

El suceso era el primer atentado contra tropas de UNIFIL desde que el contingente de Naciones Unidas había sido reforzado tras el fin de la guerra librada en el verano de 2.006 en el sur del país entre Hezbollah e Israel.

Al día siguiente, un camión góndola cargaba los restos del blindado, que aparecía abierto en canal como si fuera de hojalata: La parte delantera derecha del blindaje, que recibió el impacto de la explosión, se había volatilizado y las piezas del vehículo estaban esparcidas en un radio de 150 metros. En una caja de cartón se amontonaban los cascos y los chalecos antibala de las víctimas, tan inútiles. Una grúa rescataba de un sembrado la torreta del BMR, con su ametralladora…

El negro era –y es- el color del luto, pero también el de la alerta máxima en la que se encontraba la base “Miguel de Cervantes”: Al duelo por la muerte de seis compañeros, en el primer ataque contra los cascos azules de la ONU desde su despliegue -en Septiembre de 2.006- tras la guerra entre Israel y la milicia chií Hezbollah, se añade el estupor. "Habíamos aumentado la seguridad, pero no se nos pasaba por la cabeza que algo así pudiese ocurrir -admitía el portavoz de los 1.100 soldados españoles, el teniente coronel Carlos Ruiz de la Sierra-. No obstante, la misión se mantiene ahora, es decir, se sigue circulando en convoy, aunque con enormes dificultades porque se opera como si cualquier vehículo pudiera ser otra trampa-bomba”.

Las tropas españolas tomaban sangrienta conciencia de que eran objetivo de la soterrada guerra civil libanesa. Además de cambiar de color el semáforo de riesgo, que pasaba del naranja al negro saltándose el rojo, Alonso, anunciaba que aceleraría la instalación en los vehículos de inhibidores de frecuencia para neutralizar las bombas activadas a distancia, de los que carecía el BMR atacado… Como siempre, un poco tarde: “El Estado Mayor de la Defensa ordenó el pasado 7 de Noviembre la instalación de 90 inhibidores en los vehículos utilizados en Líbano, pero la empresa a la que se hizo el pedido no empezó a entregarlos hasta el 30 de Mayo, por lo que aún están en instalación. (…) Los informes de inteligencia advirtieron de este riesgo en Afganistán, donde en 2.007 hubo un millar de atentados de este tipo, pero no en Líbano, donde hasta el Domingo no se había producido ninguno[3]... España pagaba muy caro el primero. 

Unos 150 militares de la UNIFIL y del Ejército libanés se desplegaron en el lugar del atentado, a apenas diez kilómetros de la frontera con Israel, para recoger muestras del explosivo. Mientras, Alonso[4], que había conversado por teléfono con el primer ministro libanés, Fuad Siniora, a quien pidió la "máxima colaboración para identificar y detener" a los agresores, aseguraba que la policía dispone ya de algunas pistas: Restos del coche bomba, también su matrícula-que estaba falsificada- y el número de bastidor, de fuera de El Líbano. El ministro no especulaba sobre la autoría, pero recordaba que Hezbollah había condenado el atentado y que, según los servicios de inteligencia, no le interesaba enfrentarse a los cascos azules. En su opinión, los autores del ataque "buscan desestabilizar el sur de El Líbano y cuestionar la misión de la UNIFIL, algo que en lo que a España se refiere no lograrán, pues ésta reafirma su compromiso". Simultáneamente a estas declaraciones, el ministro libanés de Información, Ghazi Aridi, aseguraba que “Existe una clara relación entre el atentado que ha padecido el contingente español de la UNIFIL y los combates entre el Ejército libanés y los terroristas de Fatah al-Islam”.

Para un coronel que prefirió guardar el anonimato, "los atacantes sabían que atentaban contra un vehículo español, ya que estaba claramente identificado y son los únicos que patrullan habitualmente esa zona". El embajador Benzo, enmarcaba lo ocurrido en "una estrategia general de desestabilización del país", comenzada con el asesinato del ex primer ministro Rafik Hariri en Febrero de 2.005 y continuada con crímenes políticos, como el del ministro Pierre Gemayel, o con los enfrentamientos con el grupo Fatah Al Islam (próximo a Al Qaeda) en los campos de refugiados palestinos. El problema estribaba en que, tras esa estrategia desestabilizadora, las autoridades libanesas no dudaban en señalar la mano negra de Siria, mientras que el Gobierno español -que mantenía aún buenas relaciones con Damasco- prefería no precipitarse. "No vamos a dejarnos arrastrar por la lucha política libanesa, sólo vamos a fiarnos del resultado de nuestra investigación", advertía a una fuente gubernamental.

El comandante en jefe de la FINUL, el general italiano Claudio Graziano, afirmaba que “este ataque no hará más que reforzar nuestra determinación de cumplir nuestra misión conforme a la resolución 1.701 del Consejo de Seguridad de la ONU”. Pero los soldados españoles que formaban parte de la columna atacada en estaban que bramaban contra sus colegas italianos, por el comportamiento posterior a la explosión. Según contaban los dos heridos en el atentado y el resto de efectivos españoles, inmediatamente después de producirse el estallido del coche-bomba, los militares italianos que llegaron (Italia tiene el mando del contingente de la ONU del que forma parte España), en vez de ponerse a la tarea de auxiliar a los afectados, se dedicaron directamente a tomar imágenes del lugar y de la escena. Ese comportamiento provocó una gran indignación entre los soldados hispanos, que, por el contrario, destacaban la actuación de las fuerzas libanesas durante los primeros instantes tras la explosión: Ellos sí formaron parte de quienes rescataron a los muertos y heridos.

El 27 de Junio, los féretros llegaban a Madrid desde Beirut. Durante el funeral, la madre de un cabo de la Brigada Paracaidista, destinado en la base de Paracuellos del Jarama, increpaba a Zapatero y a la vicepresidenta primera, María Teresa Fernández de la Vega, por la ausencia de inhibidores de frecuencia en los blindados que utilizan los militares españoles en misiones en el exterior: "Esos muchachos no pueden ir sin protección", afirmaba a voz en grito. Al término del funeral de Estado por los seis militares fallecidos el pasado domingo en Líbano, la madre de este militar se dirigió directamente al presidente del Gobierno para quejarse por la protección de los blindados BMR. El presidente se detuvo y segundos después se acercó a él De la Vega. Subiendo paulatinamente el tono de sus quejas, la madre reiteró una y otra vez que "no hay derecho" y "no hay valor para que estos militares estén sin protección"…

El Gobierno había decidido otorgar a los seis soldados muertos en el Líbano la Cruz al Mérito Militar con distintivo amarillo, en vez del rojo que es el que corresponde por morir en acción de guerra. No es la primera vez: El PP ya había solicitado con anterioridad para la soldado fallecida en Afganistán -Idoia Rodríguez- la Cruz al Mérito Militar con distintivo rojo. Sin embargo, Defensa no se la otorgó porque el JEMAD no apreció ningún "hecho de armas que permitiese reconocer la acreditación de su valor (el de los soldados fallecidos) o la acertada dirección y empleo de fuerzas propias" (el Estado Mayor de la Defensa, que es quien propone conceder las distinciones, aplicaba al pie de la letra la norma y, en consecuencia, consideraba que la pérdida de la vida a consecuencia de un atentado terrorista, no reunía los requisitos para otorgar la condecoración con distintivo rojo[5]). En cambio, el Gobierno libanés sí concedió a los soldados muertos tres condecoraciones: la medalla de Guerra, la medalla al Valor y el Pasador de Herido.

Por desgracia, este atentado no sería el último: Seis cascos azules italianos y dos civiles libaneses resultaban heridos el 27 de Mayo de 2.011 en un atentado contra un convoy italiano de UNIFIL (entre los heridos italianos hubo dos muy graves) perpetrado a 10 kilómetros al norte de la ciudad sureña de Sidón y cerca del río Awali. Y el 9 de Diciembre de ese mismo año, cinco soldados franceses y otros dos civiles libaneses también resultarían heridos en otro atentado con coche bomba en la carretea entra Sidón y Tiro. Se rumoreaba que ambos atentados fueron un aviso de Hezbollah a la creciente presión de UNIFIL en sus requisas de armamento…


Dulce et decorum est pro patria mori[6]


[1] Arturo Pérez-Reverte: “Cuatro Hombres en un Paisaje Hostil”. “XL Semanal”, Domingo 23 de Junio de 2.013.
[2] Los atacantes debieron de huir en la dirección de la que venían los blindados, pues a menos de un kilómetro en sentido contrario hay un control del Ejército libanés.
[3] De inmediato, el jefe del Estado Mayor de la Defensa, Félix Sanz, daba instrucciones para enviar con carácter urgente a El Líbano cuatro BMR dotados con inhibidores “para dotar de mayor seguridad al contingente español”, mientras que otros tres se preparaban y un grupo técnico especialista del Ejército de Tierra se trasladaba hasta la base Miguel de Cervantes con los treinta inhibidores ya recibidos para instalarlos en los vehículos blindados que ya se encontraban allí…
[4] Al igual que había ocurrido en situaciones de crisis parecidas, el presidente del Gobierno estaba desaparecido el día del atentado… Y seguiría desaparecido durante las 24 horas siguientes… Según fuentes cercanas a Moncloa, Rodríguez Zapatero no tenía ninguna actividad oficial ni el Lunes ni el Martes en su agenda, para así “descansar” de su viaje a la cumbre europea… Sin comentarios.
[5] Los requisitos para la concesión de este tipo de condecoraciones están recogidos en el artículo 37 del Reglamento General de Recompensas Militares de 1 de Agosto de 2.003. Sin embargo, los argumentos oficiales -de llevarse al extremo- deberían implicar la supresión del distintivo rojo que reconoce las “acciones de guerra” ya que, de acuerdo con la filosofía del Ejecutivo, la ONU (por definición) no hace la guerra y los soldados españoles sólo actúan en misiones en el exterior amparados por resoluciones de Naciones Unidas. De ser así, ningún militar español, ya estuviera en Afganistán o en El Líbano, no participaba en una misión de combate…
[6] Horacio: Odas (III 2.13)

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