“Con el chorizo, las aceitunas
y el jamón sobrevivo el resto de la semana -explicaba Yolanda Tamargo, la primera mujer sargento que salió de la Academia
de Suboficiales-. Y siempre llevo algo, para romper el hielo en las
reuniones y hacer el ambiente más distendido.” (Ramón Lobo: “Telediario
y Jamón en Sarajevo”. “El País”,
25 de Junio de 1995).
Si en algo nos hemos
caracterizado los españoles cuando nos encontrábamos desplegados en ZO ha sido
–aparte de por el buen hacer y profesionalidad- por el acercamiento a la
población civil, mucho más próximo y afable que los arrogantes colegas
franceses (apedreados multitud de veces en BiH. incluso en fechas tan recientes
como 2010), los gélidos germanos o los estadounidenses del “dispara primero
y pregunta después” –magnífica estrategia para ganar “corazones y
mentes”, como les gustaba de decir- Como muestra un botón, únicamente para
demostrar que con paciencia, buenas maneras y la bota de vino se abren más
puertas que con los métodos coercitivos usados, por ejemplo, por los británicos
en Basora, Iraq (que tantas
represalias –muchas de ellas, mortales- les ocasionó):
El 2 de Diciembre del 92, se establecía el
primer contacto con los serbios en Stolac
(en Bosnia y Hercegovina). Las relaciones periódicas se establecieron en Bileca
con el coronel Radovan Grubac, jefe
del Cuerpo de Ejército serbio en Herzegovina, que más tarde ascendería a
general, y con el coronel Novac
Milosevic, segundo jefe. El primer encuentro con los croatas se producía un
frío y lluvioso 3 de Diciembre, en una tienda de campaña en mitad de tierra de
nadie, muy cerca del T-34 destruido que daba la bienvenida al feudo croata por
antonomasia en Herzegovina: “No tengo conocimiento de su participación en
crímenes de guerra –aseguraba el coronel
Carvajal, refiriéndose tanto a Grubac como a Milosevic-; las veces que
tuvimos necesidad de contactar con ellos fueron unos contactos absolutamente
cordiales y muy serios, los dos son profesionales”.
Los croatas retiraron sus minas anticarro
situadas en la carretera y semienterradas en arena en puntos en que habían
levantado el asfalto. Luego los serbios desactivaban sus minas antipersonal.
Ambos bandos eran muy reticentes y suspicaces a la hora de retirar sus minas.
Ajustaban al máximo el tiempo de cruce pues no se fiaban. Volvían a colocarlas
inmediatamente[1].
El General Coll hablando a la tropa |
Eran las 11 de la mañana. Asistían Grubac y Milosevic, por parte serbia, y el general Petkovic y Stoic, el
ministro de Defensa bosniocroata, por este lado. Serbios frente a croatas,
separados por una mesa rectangular. La reunión, que duró dos horas y media
transcurrió en un ambiente muy tenso, lleno de mutuas acusaciones y reproches
siempre atajados por los árbitros españoles que rápidamente ponían punto y
final a las divagaciones y empecinamientos, pasando a otro punto del día:
"Se pretendió crear un clima de cordialidad y buenas relaciones sin que
por ello se dejara de actuar con firmeza cuando era necesario. Y lo fue en
alguna ocasión, pues como se puede imaginar, recibimos alguna propuesta tan
ilegal, que el argumento para quien lo propuso fue bien sencillo: "¿Qué
pensaríais de nosotros si esto que me proponéis lo hicieran vuestros rivales y
os enterarais?""[2].
Punto tras punto, la reunión avanzó sin ningún
acuerdo satisfactorio, por lo que el coronel
Zorzo decidió pasar estratégicamente al Plan "B", "typical
spanish": Acercándose al general
Coll le sugirió que era el momento idóneo para sacar el vino y las tapas
(jamón serrano, chorizo y queso[3]).
El general no estaba muy convencido, pero el coronel le insistió y, antes de
que pudiera echarse atrás, ya había ido él personalmente a por las viandas,
ayudado por Andrea, la intérprete. El aperitivo obró el milagro: Entre chato y
chato de vino, los serbios se pusieron a charlas animosamente con sus homólogos
croatas, rememorando viejos tiempos de Academia Militar (Milosevic había sido
profesor de Grubac y de Petkovic). Los españoles, los primeros sorprendidos, no
osaron interrumpir la conversación, que concluyó acordando un intercambio de
cadáveres y la predisposición para el despliegue de observadores de Naciones
Unidas. Incluso se llegó a acordar la creación de una línea caliente que
conectaría ambos frentes[4].
“Cómo no voy a recordar la satisfacción del deber cumplido y del trabajo
bien hecho, o las “salvadoras” (y a veces injustamente denostadas)
improvisación y flexibilidad hispánicas que de tantos apuros nos sacaron,
aunque suene a topicazo. (…) Nos sentíamos útiles e importantes y,
honradamente, creo que hicimos un más que digno papel”[5].
El vino español quedó de
esta manera institucionalizado en reuniones posteriores[6].
Cuando el coronel Zorzo se despidió del general Grubac en Abril, éste se quedó
sin elogios hacia los españoles, agradeciendo su esfuerzo por crear una
atmósfera cordial en las conversaciones a través del vino y las tapas. Alicientes
que les faltaron a otros contingentes de UNPROFOR:
“... Por la forma de ser
del español, que nos diferencia del resto de los países, no caigamos en el
tópico de pensar que los españoles estamos todo el día de juerga y que sólo
pensamos en ella, aunque no puedo negar que sabemos disfrutar de la vida, pero
lo que quiero remarcar es que nuestra forma de ser conecta muy bien con la
población civil, se nota que la gente le tiene simpatía a la bandera española,
y en eso nos admiran el resto de los países, como dato decir que hace dos o
tres agrupaciones, un médico americano pidió al médico español que le prestara
el “MANUAL ESPAÑOL PARA EL TRATO CON EL PERSONAL CIVIL”, y me parece que el
único manual que hay es haber nacido en España, también reseñar que en Mostar
hay una plaza con el nombre de “Plaza de España”, cosa de la que ningún país
puede presumir, no hay en toda Bosnia ninguna referencia a un país miembro de
la Fuerza Multinacional tan rotunda como ésta, y así, numerosas anécdotas que
me llevaría folios contar”[7].
“Cuando no se puede entrar por
la puerta delantera se entra por la trasera. Al principio, los españoles eran capaces de llevar ayuda
humanitaria donde nadie más llegaba, nadie pegaba un tiro, porque eras capaz de
pasar por todos los check-points musulmanes, serbios, croatas y negociar con
todos. Te hablo de pararte en un control y sacar el jamón y la bota y almorzar
con ellos y, al final, pasar. Los americanos, más cuadriculados, llevan sus
normas y las normas se cumplen pese a quien pese”[8]. Pero ni el vino ni el jamón podían evitar que
la más cruda realidad de la guerra se expresase sin tapujos día tras día.
ÔÓÒÑÐÏÎÍÔÓÒÑÐÏÎÍÔÓÒÑÐÏÎÍÔÓÒÑÐÏÎÍÔÓÒÑÐÏÎÍÔÓÒÑÐÏÎÔÓÒÑÐÏÎÍ
Otra de las misiones en las que
se pudo comprobar el acercamiento “culinario” fue durante los desagradables
intercambios de cadáveres entre los bandos. Esta vez, en Septiembre del 93, le
había correspondido a la Sección del teniente Carlos Baró, que escoltaba un camión de gitanos, a quienes se había
encargado que recogieran los cuerpos (les pagaban, pero nadie quería trabajar
con ellos, acusándoles de robar), pues "a los muertos teníamos orden de
no tocarlos. Un compañero me contó cómo durante tres días doblaba una esquina
con su blindado y se encontraba en el mismo sitio un cadáver que nadie se había
atrevido a retirar. Allí estaba bajo la lluvia y el viento y allí se quedó"[9]. Un musulmán les acompañó por su sector. Los combatientes identificaban
los lugares donde yacían los cadáveres de las personas que ellos mismos habían
matado. Los descubrían por el nauseabundo olor que desprendían, tras diez días
a la intemperie. Más de un soldado tuvo que espantar a algún que otro
hambriento perro empeñado en comer ese día... Siguiendo las indicaciones
de los "armijos" (soldados bosnio-musulmanes de la llamada Armija), localizaron otros tres
cadáveres. Una escuadra de la sección descendía de los blindados y protegía a
los gitanos mientras los recogían en una camilla y los subían al camión. Estaban
en un estado de putrefacción terrible: Los zíngaros los cogían de los brazos y
las piernas y entonces se rajaban de lado a lado. El hedor a cadaverina era
insoportable. Ya no tenían ni manos, las caras estaban grises, desfiguradas,
carcomidas por centenares de gusanos, los cuerpos hinchados. Acabada la labor,
los cuerpos eran depositados en una dependencia del cementerio de Mostar: “Dormía
con mi sección en el cementerio, montando un circulo con los BMR como los
cowboys. Me echaba a dormir y mira que disparaban de un lado y de otro, pero me
quedaba frito y no oía absolutamente nada”[10]. Pero el teniente Baró -como su colega, el teniente Quintana, cuya sección había recibido a primeros de Junio
la orden de realizar el intercambio de 12 cadáveres serbios por 23 croatas, en
Stolac[11]- tardaría varios días en quitarse el olor a muerto que se le había metido
en la piel e impregnado sus ropas.
He aquí la narración, en boca de
un Caballero Legionario que se halló
presente: “Los meses de Junio y Julio fueron bastantes duros, ya que durante
los cuales fueron causadas las mayores bajas a la Agrupación... Entrado el mes
de Junio seguíamos realizando las labores de reconocimientos en la ruta
alternativa y las vías de acceso a zona controladas por la Agrupación española.
Entonces se nos encomienda entrar en Stolac para la entrega de prisioneros,
muertos y heridos de ambos bandos, con el asesoramiento de la ONU -el cual lo
hacía a través de ACNUR- y con la inestimable colaboración del Comité
Internacional de la Cruz Roja. Llegamos a Stolac a las 08:00, ya que las
entregas empezarían a lo largo de dos días interminables, sobre todo por los
reconocimientos de los muertos por familiares -los que se podían reconocer de
alguna forma-. Se encontraban con nosotros forenses de Naciones Unidas, los
cuales ayudaban a identificar los restos por las ropas y poco más... Recuerdo
que eran cerca de las diez de la mañana, ya se habían levantado los puestos de
seguridad, las zonas restringidas, los hospitales de campaña de Cruz Roja y las
tiendas de identificación de ACNUR, a la espera de que los bandos beligerantes
empezaran a traer a todos los capturados, heridos y muertos. Los primeros en
llegar fueron los serbios, con presos croatas en un camión del Ejército
Yugoslavo, en otro los del BiH (si los hubieran traído juntos no hubiera
llegado ninguno, se hubieran matado) y en un tercero las bajas que habían
producido en su zona a los otros bandos. Los heridos -al igual que los otros-
tenían un aspecto increíblemente malo (se les había curado con lo justo, eso en
el caso de haberlo hecho). Las tiendas de cura de Cruz Roja empezaban a
llenarse y las ambulancias -una vez reconocidos- empezaban a desalojar el lugar
para los siguientes. Llegó la hora de los muertos traídos por los serbios... La
cosa podía haber sido peor, pero bueno, dentro de lo malo venían lo más tapados
posible. Ellos se negaron a bajar los cuerpos caídos de los enemigos, por lo
que tuvo que hacerlo el personal del CICR y del ACNUR (nosotros quedamos
expectantes por si... Siempre había un “por si…”). Una vez terminada toda la
distribución, empezó lo fuerte con la llegada de los croatas del HVO:
Prisioneros, pocos; heridos, de la misma -mal alimentados y curados peor que
los anteriores-. Además de insultar y proferir adjetivos a los serbios
que se encontraban a la espera de recuperar a sus hombres de la forma en que
estuvieran... Y llegó la fiesta: Dos camiones hasta las manillas de cadáveres.
Su forma de entregarlos, impresionante. En el interior de cada camión iban dos
-conductor y acompañante- con unas caras... que lo decían todo. Arriba, otros
dos, encargados de abrir trampillas traseras y empezar a bajar los cuerpos, los
cuales lo hicieron pero de una forma aberrante: Una vez abierta la trampilla -y
sin cortarse un pelo-, empiezan a empujar cuerpos. Algunos en tal estado que al
chocar con el suelo se despedazaban literalmente. El hedor era insoportable.
Esto me cogió delante, a unos 50 metros. Los dos que estábamos allí, lo primero
que hicimos fue echar hasta la última papilla que nos dio nuestras madres
(debimos de ser apoyados por varios a los que les pasó de la misma). Los
serbios no pudieron reprimir la ira y se lanzaron a por los ocupantes de los
vehículos croatas... La cosa se pudo calmar no sé cómo... Bueno, sí lo sé: A uno
de ellos lo trinqué y -en español- lo tranquilice (mi expresión y
gesticulaciones creo que lo decían todo, dándole la razón). La tranquilidad se
selló CON UN PAR DE COPAS DE TINTO ESPAÑOL DE LA BOTA QUE LLEVABA EN EL
VEHÍCULO Y UN POCO DE JAMÓN SERRANO (lógicamente comió él, a mí no me entraba
ni el aire -el vino, al menos, sí, pues te quitaba el hedor del ambiente-). La
mayoría de los cuerpos que tiraban habían sido asesinados o rematados (el 90% -dicho
por el personal de ACNUR- tenía varios disparos en la cabeza, aunque, claro, lo
negaban)... Vamos, un desastre. Terminado esto, le tocó a la Armija: Estos, los
peores pertrechados (al menos tuvieron la decencia de hacerlo con sábanas,
aunque el hedor seguía transmitiéndose), eran los que menos heridos y prisioneros
traían –lógicamente, dado que no tenían ni para subsistir ellos mismos,
imaginaos con los demás-... Sobre la seis de la tarde acaba el día, para
esperar al siguiente, el cual continuaría con la misma rutina”[12].
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Y es que, donde va el Ejército español deja huella: Siempre
se ha logrado más estrechando manos y con una sonrisa que empuñando el fusil de
asalto (aunque cuando se requería contundencia, no se dudaba en emplearla).
Puedo dar personalmente constancia de ello: En Albania, en Bosnia, en Kosovo,
en Iraq, en Afganistán, en El Líbano… El militar español no rehusaba un té ni
sentarse con un imán o con un pope o con las monjas de Nova Vila y prefería
quedarse sin comer (y entregar sus raciones de campaña) a ver cómo los niños
hurgaban en la basura en busca de alimento. Siempre se ha hablado el lenguaje
internacional del fútbol o se han dicho verdades como catedrales –“Bassir,
granuja, que sabemos que estás intentando quedarte con un porcentaje de la
ayuda humanitaria…”- mientras el aroma del café invadía el CORIMEC o el
alcalde de turno rellenaba el vaso de rakija o de arak. España ha sabido
ganarse el afecto y el respeto de unos y otros a base de paciencia y esfuerzo…
Y de jamón, tortilla y vino, no podemos negarlo. Es, el impresionante atractivo del "Efecto Paella". ¡Cómo resistirse!
“Otra de las ocupaciones, quizás la más peligrosa,
consistía en buscar rutas alternativas, ya que era frecuente que las carreteras
principales quedaran cortadas durante días o semanas debido a los combates. El
riesgo que entrañaba este tipo de misiones era que por una parte te metías en
zona de combate: No sabías quién tenía el control de esa zona -si los croatas,
los musulmanes o los serbios-, que iba un vehículo solo (por si ocurría algo poder
salir más rápidamente de allí o a las muy malas, ofrecer el mínimo número de
rehenes). En una ocasión que mis compañeros llevaban a cabo una de estas
misiones, les sorprendió ver a un vehículo de UNPROFOR detenido en el arcén de
la carretera. Al acercarse pudieron comprobar que era de nacionalidad
canadiense y si su sorpresa al verlo por allí fue grande, la de los canadienses
fue mayor. El teniente estuvo charlando con el Oficial al mando del otro
vehículo, mientras que los demás estrechaban lazos con la tropa de esa manera
que tenemos los españoles: CON VINO,
QUESO Y JAMÓN. Al cabo de un rato el teniente ordenó dar media vuelta y
regresar al destacamento”.
[1]
Meses después, en el check-point del corredor de Stolac, el HVO detuvieron a
dos VEC. Tras pedirles los papeles a la tripulación del primer vehículo de
exploración, tiraron de una cadena y retiraron una hilera de minas que estaban
atadas a ella. El blindado prosiguió su marcha. Poco tiempo después, se oyó una
explosión. Un grupo de "javeos" (soldados bosnio-croatas) que se
encontraba cerca de este VEC comenzó a carcajearse, pensando que el segundo
vehículo había saltado por los aires... Hasta que el sargento 1º jefe del
segundo VEC se adelantó para comunicarles que fuesen a recoger lo que quedaba
de su compañero (al estirar la cadena, una mina se había dado la vuelta,
estallando).
[2]
Francisco Javier Zorzo Ferrer. "AGT. Málaga: Una Experiencia
Española en Misiones de Paz". Revista "Ejército",
Nº 641 (1994). Pág. 74.
[3] “Se
puede sacar a un español de España, pero no a España de un español” (Ignacio del Valle: “El Tiempo de los Emperadores Extraños”, página 23). Con el
paso del tiempo, esta medida se sofisticó, pasando a denominarse “REUNIONES DE DOS CAFÉS”: “Nuestro principal cometido era procurar
mantenerlos sentados alrededor de la mesa y que el diálogo no se rompiera.
Todas estas reuniones comenzaban invariablemente con un café y terminaban con
otro, por ello el principal objetivo era que el segundo café no llegara antes
de que se hubiera alcanzado algún acuerdo”. “Los españoles tenemos poca
mentalidad colonial, sin embargo cumplíamos la misión. Las actuaciones
de combate han sido la mejor cualificación. Se han tenido detalles que no han
impedido la firmeza cuando ha habido que tenerla. Ellos (británicos,
estadounidenses, alemanes, italianos, franceses...) se dedican a cumplir la
misión y la gente es como si no existiera”. (F.J.R., Zapador destinado en
varias misiones en BiH. entre Agosto del 93 y Mayo del 99. Ángel García García:
“Otra Mirada Sobre
Yugoslavia: Historia de la Participación de las Fuerzas Armadas Españolas en
Bosnia-Herzegovina”, página 254). Zeljana Zovko, ex embajadora
bosnia en España y asesora del primer ministro Nermin Niksic y natural de
Mostar, explicaba a ABC la suerte que tuvo la población de su ciudad de tener
entre las fuerzas de paz a los españoles: “Rápidamente se integraron entre
la población. Se mezclaron, ayudando con sus raciones de comida cuando no había
suficiente para la población. Construyeron las pasarelas ya que el puente fue
destruido. Nos ayudaron a reencontrarnos con nuestras familias y amigos
separados en la otra mitad de la ciudad. Los españoles demostraron una especial
empatía, más de la habitual en fuerzas internacionales”.
[4] “España tiene allí una “vitola” extraordinaria. Nadie olvida que los
españoles fueron los primeros en llegar a Mostar y en separar a los
contendientes. Y, además, está nuestro carácter, que abre muchísimas puertas.
He asistido a entrevistas, reuniones o actividades que a priori eran difíciles,
porque había un ambiente hostil a lo que representa la comunidad internacional,
y en ellas mi Bandera era una base; era como llevar puesto el carné de
identidad: “Soy vuestro amigo”. Me ha ayudado mucho ser español y el esfuerzo
de tantos compatriotas que han pasado antes que yo por el área de
responsabilidad de la Brigada” (General Marín Bello Crespo, Jefe de la
Brigada Multinacional Sudeste de SFOR. Santiago Fernández del Vado: “Nuestro
Objetivo es Consolidar la Convivencia”. “Revista Española de
Defensa”, Nº 193-194 [Marzo-Abril de 2004], página 73).
[5] Teniente Coronel
(DEM.) Antonio Zahonero García: “Nos Sentíamos Útiles e Importantes”. “Revista Española de Defensa” número 248 (Enero de
2009), página 15.
[6] “Mantengo
amigos entre antiguos oficiales de la Armija”, reconocía el Comandante de
la Legión Antonio Esteban, Oficial de Enlace de la Armija con la AGT.
“Canarias”. “Los niños se arriman por curiosidad, por aprender. Aprenden
muchas palabras en español, como por ejemplo “amigo”, “agua”, y algunas otras
cosas. (...) Es propia de la idiosincrasia del personal español, no importa la
región del globo donde nos toque ir a cumplir misiones, siempre nos vamos a
acercar a la población, porque es nuestra forma de ser. No miramos etnia o
religión, miramos al ser humano, como experiencia de vida”.
[7] Teniente Médico José-Adolfo Orellana Gómez-Rico: “España es Diferente”.
Mostar, 16 de agosto de 2001. “Nos lo decían, cuando coincidíamos en el
trabajo con otras fuerzas, que teníamos una manera de ser distinta a todo el
mundo” (V.L., miembro de la EZAPAC. durante varias misiones en BiH., entre
Enero del 96 y Mayo del 99. Ángel García García: “Otra Mirada Sobre Yugoslavia: Historia de la
Participación de las Fuerzas Armadas Españolas
en Bosnia-Herzegovina”, página 254).
[8] F.J.T.,
Zapador paracaidista destinado en Bosnia en varias misiones desde Octubre del
96 a Enero de 2000. Ángel García García: “Otra Mirada Sobre Yugoslavia: Historia de la Participación de las Fuerzas
Armadas Españolas en
Bosnia-Herzegovina”, página 254.
[10] Comandante
Manuel Alcalde, Jefe del Equipo CIMIC de la SPFOR “Ciudad de Ceuta” XXVI. Declaraciones al autor. Mostar, 20
de Septiembre de 2005. El Comandante Alcalde estuvo destinado como Capitán con
la AGT “Canarias”.
[11] Es justo recordar que la ruta conocida como "El Corredor de Stolac"
lo abrieron los BMR españoles, más concretamente la columna mandada por el entonces
Capitán de Caballería Joaquín Milans del Bosch.
[12] Francisco
Javier García Cuberos, Cabo 1º del Tercio
“Duque de Alba” (II de la Legión),
perteneciente a la AGT “Málaga” y,
posteriormente a la “Canarias”: “Recuerdos de un Casco Azul” (página web, 2008).
Muchas gracias por esa nota 11 al recordarme. Yo soy el que fue capitan Joaquin Milans del Bosch en ese tiempo. Un saludo.
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