jueves, 13 de marzo de 2014

BLAS DE LEZO: El Héroe

Hay una historia, una de tantas otras, olvidada en los libros de Historia escolares, esa historia que no nos cuentan, porque en España mas que en ningún otro sitio nos creímos nuestra propia leyenda negra, esa que dice que comíamos niños en las tierras de Flandes y conquistamos ávidos de sangre. Esa misma Historia que le falta decir que teníamos colmillos, cuernos y patas de chivo.

En pleno siglo XVIII España estaba en plena decadencia. La guerra de Sucesión había dejado a España bastante tocada, cosa que aprovecharon las demás potencias para intentar arañar alguna posesión hispana. En estas andábamos a la gresca con los hijos de la Gran Bretaña cuando un navío guardacostas español (La Isabela) al mando del capitán Julio León Fandiño detiene frente a las costas de Florida a la fragata mercante británica Rebeca, que mandaba Robert Jenkins. Contaba dicha fragata con todos los permisos en regla, pero se ve que al tal Jenkins le llegó la feliz idea que pasar un poco de contrabando no podía ser malo y el dinerillo le vendría bien, por lo que el capitán Fandiño le dio un pequeño escarmiento. Le cortó la oreja y dijo "Ve y dile a tu rey que lo mismo le haré si a lo mismo se atreve".



Esto debió sentar mal a los tommies que se lo tomaron como una afrenta a su rey y usaron el pretexto de una oreja cortada para declarar la guerra a España. (Guerra del Asiento o Guerra de la Oreja de Jenkins 1739 – 1748 como se conoció).

España contaba con 9 fragatas de dos puentes y con 50 cañones cada una y 31 navíos de línea, que no todos podían considerarse como tal. Algunos eran buques mas bien parecidos a fragatas, ligeros y rápidos armados con cañones de poco calibre, pensados para la escolta de convoyes poco capaces de enfrentarse a una escuadra potente. De esos 31 navíos, uno era un tres cubiertas de 114 cañones, dos de 80 cañones, seis de 70, y doce de 64 cañones. El resto eran unidades que bailaban entre la calificación de navío ligero y fragata, penosamente armados.



Los ingleses contaban con 100 navíos de línea, quince de ellos armados con 90 a 100 cañones, dieciséis de 80, diecisiete de 70, quince de 64, once de 60, veintinueve de 48 a 54, más 40 fragatas para hostigar todo buque español que pillaran. 

Las cosas pintaban mal o muy mal y a ello se une el asunto francés que le costaba meterse en el fregado a pesar de haber firmados los pactos de familia. Los tommies pensaban que con dicha superioridad la paliza estaba servida y los enclaves españoles caerían uno tras otro.

Con la balanza claramente del lado británico, con la armada y probablemente el ejército más poderoso del momento preparada para enfrentarse a la maltrecha España. Quizá el hombre que mas representaba esa España era don Blas de Lezo y Olavarrieta (Pasajes, Guipúzcua), manco, cojo y tuerto, era apodado Medio Hombre, y él será el encargado de la defensa de Cartagena de Indias, el enclave mas importante en la América española aquel entonces.

Edward Vernon que tras saquear Portobelo (Panamá) pensaba que todo iba a ser pan comido, e inspirado por las peroratas del radical William Pitt, desafió a Blas de Lezo, a lo que éste contestó: «Si hubiera estado yo en Portobelo, no hubiera Su Merced insultado impunemente las plazas del Rey mi Señor, porque el ánimo que faltó a los de Portobelo me hubiera sobrado para contener su cobardía.»

Se hace el inglés con una flota del 186 navíos con un total de 2.000 cañones y unos 26.700 hombres, y se fija como objetivo Cartagena de Indias, cuya defensa recaía en 1.100 soldados, 400 infantes de marina, 600 marineros, 300 milicianos, 600 arqueros nativos y 6 buques de dudosísima calidad.



Pintaban bastos para los españolitos (para variar), cuando el 13 de Marzo de 1741 aparecen por el horizonte los palos de los 186 buques británicos. Al poco de llegar y sin mucha oportunidad para los sitiados, la flota británica ha silenciado las baterías de las fortalezas Chamba, San Felipe y Santiago. De inmediato comenzó el bombardeo de la fortaleza de San Luis de Bocachica. Durante 16 días de manera incesante se machaco la posición española. Ante tal potencia de fuego los 500 defensores de la fortaleza no les quedó otra que replegarse. Solo quedaba la fortaleza de Bocagrande como entrada a la bahía. Blas de Lezo hizo hundir cuatro buques en la entrada a la bahía de Bocachica y otros dos en la de Bocagrande aunque no sirvió para mucho este ultimo bloqueo. Vernon entra en la bahía mientras los defensores restantes españoles se dirigen a la ultima fortaleza, San Felipe de Barajas. Vernon que era hombre de pensar y junto a las mentes preclaras de su Alto Mando, consideran que el ataque frontal a San Felipe causaría demasiadas bajas por lo que rodear la posición parece factible. Esto seria lógico si no fuera porque había que adentrarse en una selva densa y espesa, donde bichos y serpientes, unido con problemas logísticos de dicho terreno, la humedad y el calor haría mella en la salud y moral de la tropa, sin hablar de que los tommies pillaron de todo, malaria, disentería, etc. Pero bueno, el Alto Mando no está para pensar en la comodidad de su tropa si no en la victoria, y allí que se meten con cañones y todo. El caso es que Vernon ve dicha victoria tan cerca que incluso manda un correo a Londres anunciando la gran conquista de Cartagena de Indias, se acuñan monedas para celebrar la victoria y comienzan las celebraciones en la City. 


Pero la cosa no iba a estar tan fácil: 600 paisanos quedaban vivos para defender la plaza. Vernon ordena el ataque y don Blas coloca a 300 de estos paisanos en la puerta de entrada a la fortaleza armados únicamente con arma blanca para ahorrar munición. Había que subir una estrecha rampa para llegar hasta allí, rampa que los ingleses suben a la carrera con la bayoneta calada estrellándose contra un muro de carne que les causa 1.500 muertos, más unos cuantos heridos de propina. 



Se decide un nuevo ataque para la noche del 19 al 20 de Abril,había prisa ya, los víveres escaseaban y las enfermedades hacían estragos. Se reanuda de nuevo el ataque dicha noche; los ingleses pensaron que si no podían entrar por la puerta lo harían saltando la muralla por lo que cargando de unas largas escalas corrieron hacia la muralla. Blas de Lezo que ya había contemplado la posibilidad de un asalto con escalas, ordenó pues cavar un profundo foso. Ahora sí, los españoles devuelven los disparos y se las hacen pasar canutas a los tommies para llegar a los muros. El espectáculo es dantesco, bajo un nutrido fuego, a la descarajada y rezando por no ser el siguiente, los casacas rojas y los esclavos jamaicanos que llevan para que carguen las escalas llegan al foso y para su terrible sorpresa las escalas no sirven. El foso aumenta en un par de metros la altura de la muralla respecto a la escala, aún así alguno hay que lo intenta, sin éxito. Sólo queda una opción, hacer el camino de vuelta por una tierra de nadie sembrada de muertos y heridos, y otra vez a correr bajo el nutrido fuego de los fusileros españoles.


Amanece un nuevo día y el sol ilumina una autentica carnicería en las filas británicas, pero ahí no queda la cosa. A pesar de las bajas, los ingleses siguen contando con superioridad numérica. Los sitiados intentan el mas difícil todavía, salen de la fortaleza, con el machete calado, en silencio y forman ante los atónitos británicos. Tras una descarga de mosquetes los españoles cargan al frío acero, haciendo huir a los retales de lo que fue el orgulloso ejercito de Vernon. Ya sólo queda la retirada.

Con cerca de 18.000 de sus 26.700 hombres muertos, y 7.000 heridos de distinta consideración y 1.500 cañones perdidos, Vernon se retira a los buques y ordena un bombardeo de 30 días sobre la ciudad solo de pura rabia. Después comienza un camino de vuelta a casa.

Blas de Lezo muere el 7 de Septiembre de ese mismo año por la peste contraída debido a los cadáveres insepultos durante la batalla. Vernon al enterarse de la muerte de Blas de Lezo, ronda Cartagena pero no se atreve a atacar. En Gran Bretaña después de celebrar la victoria empezaban a preguntarse cuándo volverían sus victoriosos soldados. Al final se supo la verdad y Jorge II, avergonzado, prohibió a los cronistas hablar de ello.

La batalla supuso un duro varapalo a la armada británica y aseguro el dominio español unas cuantas décadas más.  En España la batalla fue una más, simplemente lo que se esperaba de sus tropas. La victoria permitió a España y Francia el uso de la infraestructura militar española en la zona que el Teniente Coronel Bernardo de Gálvez empleó magistralmente para dar un apoyo de suma importancia para los rebeldes americanos en la Guerra de Independencia Americana. Pero esa es otra historia…

Alejandro Rodríguez Pascual



2 comentarios:

  1. Sin que sirva de precedente...
    http://hacedores.foroactivo.com/t877-carta-desde-allende-los-mares

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  2. La historia verídica y rigurosa, sin novelar, en www.labatalladecartagenadeindias.com

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