lunes, 29 de abril de 2013

El Capitán ARREDONDO




UN HÉROE POR PARTIDA DOBLE: EL CAPITÁN ARREDONDO.

Además del capitán Arredondo, sólo otros cuatro militares españoles han obtenido esta condecoración en dos ocasiones (los tenientes generales Miguel Primo de Rivera y Orbaneja, José Sanjurjo Sacanell y José Enrique Varela Iglesias, y el capitán Miguel Rodríguez Bescansa). Se ha discutido, sin embargo, su condición de "BILAUREADO", pues la primera de estas medallas, al ser de 1ª Clase no puede considerarse "laureada" en sentido estricto; pero en 1.920, tan sólo 5 años después de haber alcanzado Arredondo esta distinción, se cambió el reglamento de concesión para unificar las distintas clases de condecoración de la Orden Militar de San Fernando en tan sólo dos: la Gran Cruz para generales jefes del ejército, y la cruz laureada para todos los militares sin distinción de grado

Don Pablo Arredondo Acuña, conocido como “el primer Capitán de la Legión” por mandar la 1ª Compañía de la I Bandera desde el 27 de Septiembre de 1.920, cuando es destinado al recién creado Tercio de Extranjeros, una semana después de que se alistase el primer legionario, dando esta fecha lugar a la fundación de esta gloriosa unidad.

El Capitán Arredondo nació en la localidad jienense de Baeza el 8 de Enero de 1.890, hijo del Teniente Coronel de Infantería Pablo Arredondo Muñoz-Cono, natural de Torreperogil. Ingresó como cadete en la Academia de Infantería de Toledo el verano de 1.908. Su primer destino como Alférez será el Batallón de Cazadores de Barbastro Nº 4, con sede en Alcalá de Henares. Pronto sintió la llamada de África y en 1.913, ya como Teniente va destinado al Batallón de Cazadores de Arapiles Nº 9, con guarnición en el Fuerte de Serralo en Ceuta. El 11 de Junio de este año obtendrá su primera Cruz Laureada de San Fernando. Los hechos transcurren en el Combate de Laucien (Tetuán), cuando mandando una sección de la 3ª Compañía encabeza una carga a la bayoneta, en el transcurso de la cual es herido en una pierna. A pesar de ello, no abandona el frente y dirige dos ataques más, donde destaca por su liderazgo, su desprecio del peligro, su arrojo y serenidad. Por Real Orden de 14 de Enero de 1.915 publicada en el Diario Oficial del Ministerio de la Guerra número 11, de 15 de Enero de 1.915; recibe la Laureada, siendo de los pocos que la pueden disfrutar en vida.

En Mayo de 1.916 pasa destinado a las Fuerzas Regulares Indígenas de Melilla. En 1.920, de vuelta en Madrid, en el Regimiento de Wad-Ras, es cuando es requerido para la nueva unidad fundada por Millan-Astray. Primero en el Fuerte de García Aldave y más tarde en el mítico Dar Riffien, serán los años más intensos en la vida militar de nuestro héroe. Una de las jornadas más memorables fue la del 29 de Junio de 1.921, cuando en la toma de la posición de Muñoz Crespo, llegó a ser herido hasta en tres ocasiones. Estaba su posición en un lugar destacado del campo de batalla, por lo que recibía un fuego nutrido. Herido en las piernas, siguió de pie dirigiendo a sus hombres, hasta que otro balazo le dio en el nervio de una de sus piernas y le hizo caer al suelo. Para colmo, cuando era trasladado para ser atendido, el mulo que le trasladaba se despeñó.

Dos años tardó en recuperarse de estas heridas y es aquí, más aún que en el fragor de la batalla, donde Arredondo muestra su mayor ejemplo de heroicidad. No paró de pelear contra sus superiores para no pasar al Cuerpo de Inválidos Militares, ya que estaba inútil para el servicio al no poder andar con agilidad. Pero, debido a su voluntad y a un rudimentario aparato ortopédico que apenas le permitía andar; por Real Orden Nº 164 de 1.924, el 13 de Agosto es destinado de nuevo a la I Bandera, bajo el mando del Teniente Coronel Franco.

Parece que preveía que no le tardaría mucho en visitar su novia la muerte, por lo que este mismo mes hace testamento. Estuvo presente en todas las acciones de su Bandera hasta el día de su gloriosa muerte, que le valió su segunda Laureada, el 19 de Noviembre de 1.924, en el repliegue de la columna del General Serrano desde Xeruta al Zoco-Arbáa. Que mejor narración que la del Diario oficial del Ministerio del Ejército Nº 8 de 11 de Enero de 1.925, donde se le concede la gloriosa condecoración y que dice así: “Visto el expediente de juicio contradictorio instruido en la plaza de Ceuta para conocer si el capitán de Infantería (fallecido en acción de guerra) don Pablo Arredondo Acuña se hizo acreedor a ingresar en la Real y Militar Orden de San Fernando, por su heroico comportamiento al replegarse la columna del general Serrano, desde Xeruta al Zoco-Arbaa del día 19 de Noviembre de 1.924, de la que formaba parte mandando la primera Bandera de El Tercio: Resultando que el mencionado día, apenas iniciado el movimiento bajo un violento temporal de agua y viento, la columna fue atacada con gran intensidad por numerosos enemigos de las cábilas de Xeruta y otras próximas a Xauen y Dar-Acoba, y muerto el general Serrano y ocupados por los moros puestos de protección abandonados prematuramente, la columna, en uno de cuyos últimos escalones iba la citada Bandera, tuvo que continuar su marcha en condiciones muy desfavorables. Acentuado el ataque del enemigo sobre la primera compañía de la bandera que ocupaba el puesto de mayor peligro, el capitán Arredondo tomó el mando directo de esta unidad, entablando desesperada lucha en condiciones cada vez más desventajosas por las numerosas bajas sufridas y el incremento constante que el enemigo recibía, y herido el capitán, sigue alentando a su gente con notable ejemplo de espíritu y valor; y conteniendo al enemigo, pudo retirarse la compañía de ametralladoras y la segunda de la Bandera, recibiendo segunda herida que le ocasiona honrosa muerte en el campo de batalla”.

A título póstumo fue ascendido a Comandante por méritos de guerra por Real Orden Circular de 8 de Mayo. Además de una Medalla Militar Individual por los servicios prestados en Tetuán en 1.914, otras condecoraciones que recibió a lo largo de su vida militar fueron la medalla de plata de los Sitios de Zaragoza, medalla de plaza de los sitios de Gerona, la medalla individual de Marruecos con pasador de “Tetuán” y distintivo de herido, y el distintivo de permanencia en Fuerzas Regulares e Indígenas de Infantería con cuatro barras rojas. Otros homenajes que ha recibido es el de un monumento en Baeza, al cual le falta su estatua, la cual se retiró por incomprensibles motivos políticos; en 1.968 fue nombrado “Hijo Predilecto y Adoptivo” de Torreperogil, de donde era su padre y en donde pasó parte de su infancia. Por último, cabe destacar, que el comedor de gala de la Academia de Infantería lleva su nombre, con una placa en la que se destacan sus condecoraciones, sus sesenta acciones de guerra y sus diez heridas en las mismas.

Como último documento copiamos su testamento, apiadándonos de la pobre prometida que nunca pudo casarse con él:

“(…) Declaro que soy soltero, pero que tengo empeñada mi palabra de casamiento con la señorita Luisa San Teodoro Linares que habita en Madrid.

Instituyo por herederos de todos mis bienes a mi madre, doña Rosario de Acuña y Martínez Pinillos, como usufructuaria de ellos mientras viva, pasando luego con igual carácter a mi hermano D. Juan Arredondo Acuña y a su fallecimiento, pase en propiedad a su hijo D. Pablo Arredondo Garrido, ahijado mío.

Todo esto con la precisa y única condición de pasar una renta vitalicia de 150 pesetas mensuales a la señorita Luisa San Teodoro Linares. De no ser aceptada esta condición y aceptada y empezada a cumplir desde el mes siguiente a mi fallecimiento, queda entendido que renuncian a esta herencia, haciéndose cargo de ella como única heredera la señorita Luisa San Teodoro Linares.

Es mi voluntad que si muero por mi Patria, pague mi madre mensualmente a la señorita Luisa San Teodoro Linares la diferencia entre la pensión que por mi muerte cobrara y la que como viuda de teniente coronel cobra actualmente, encomendándole, además, la misión cristiana de velar por ella y dirigirla, enseñándola a ser buena creyente, pues dada su situación desgraciada, viviendo como hasta hace poco en casa de una tía que como Cenicienta la trataba, vive en la ignorancia, teniendo un alma hermosa y angelical.

Mando que lo que a mi muerte pague la Sociedad de Socorros Mutuos, a la que estoy afecto, se le entregue, por mi madre, a la citada señorita para que lo pueda emplear en lutos y pago de atrasos, entre ellos una alcoba sacada a plazos, que quedará en su propiedad.

Lego a mi hermano Juan el tapiz con el escudo heráldico que tiene en depósito en su casa Luisa.

Lego a mi ahijado Pablo la Cruz de San Fernando que lleve en mi uniforme al morir y sepa cumplir con la Patria.

Lego a mi sobrino Pablo, hijo de mi hermano Luis, mi uniforme ensangrentado con el mismo fin.

Lego, por fin, a mi madre queridísima y santa, la Cruz que me regaló la primera Brigada de Cazadores, heredándola luego mi hermano Juan y después mi ahijado Pablo, cuya Cruz está en poder de Luisa.

Encargo a mis hermanos Juan y Luis hagan un ligero resumen de mi vida militar y se la lean con frecuencia a sus hijos, para que sirviéndoles de ejemplo, sigan éste y sean hijos amantísimos de España, como yo siempre lo fui.

Declaro que no sé si algunas de estas disposiciones serán o no legales, pero son de absoluta conciencia y justas, pues sobre no necesitar mi madre, ni mis hermanos, de la insignificancia de mi capital, Luisa, faltando yo, no tendrá otros medios honrados de vida que los que yo le deje aparte de la sagrada obligación que tengo de velar por su porvenir desde que la saqué de su casa, hasta que se celebre nuestro matrimonio.

Por todo ello suplico e imploro de mi madre y hermanos que en mi memoria y por humildad y por caridad, cumplan y celen por el exacto cumplimiento de esta mi última voluntad, aunque con ella tengan algún perjuicio.

... Tal es mi última voluntad, por mí escrita y rubricada en todos los folios de estos dos pliegos de papel barba común que firmo.

Pablo Arredondo Acuña”.

Sólo los héroes saben escribir así…

viernes, 26 de abril de 2013

Loa TIGRES de BUHARRAT


Abanderado Tigres
SANDOKAN NO FUE EL PRIMER TIGRE...

Siempre se ha dicho de aquel cuyo arrojo es desmesurado que es “un tigre”. El Tercio, en este sentido, parece un zoológico, dada la inmensa cantidad de tigres que han demostrado su valor en las extraordinarias circunstancias del combate. Como muestra, un par de botones, uno colectivo y otro individual, con nombre y apellidos:

Ya hemos contado en otras ocasiones, que en sus inicios, el recién creado Tercio de Extranjeros carecía de la confianza del alto mando. Sus primeros servicios se daban lejos de la vanguardia y los primeros legionarios tuvieron que aguantar burlas de los soldados de otras unidades, sobre todo, por su característico gorrillo. Poco duró esta situación: El desastre de Annual catapultó a la Legión a la fama… Pero unos días antes, esta legendaria unidad ya empezó a demostrar de lo que estaba hecha y supo acallar las críticas y los comentarios burlones. Una de esas primeras jornadas de gloria, fue la protagonizada por la III Bandera en Buharrat, siendo conocidos sus hombres a partir de entonces como LOS TIGRES DE BUHARRAT.

Bajo el mando del Comandante Candeira, en Febrero de 1.921 la III Bandera había llegado a Tetuán para -como el resto- ser revistada por el Alto Comisario, causando una gran impresión entre el público asistente. De allí, partió a realizar servicios de seguridad y protección de caminos, hasta que en Mayo llegó a Xauen, con la misión de proteger la ciudad. En estos días, las vanguardias de las columnas que protegen el lugar traban un breve combate con el enemigo, siendo recibidos estos primeros disparos con gran júbilo por parte de los legionarios, que no ven la hora de entrar en combate. Pero los días pasan y no acaba de llegar el esperado día de demostrar de lo que son capaces en una gran batalla. Se construyen blocaos y se asegura la zona… Más parecen peones e ingenieros, que soldados de infantería. El día 24 de Junio, las tres banderas vuelven a unirse en el Zoco el Arbaa. Sus relaciones con los Regulares son cordiales, pero tendrán que llegar a las manos con otros soldados que les cantan aquello de “¿Quiénes son esos soldados, con tan bonitos sombreros? Son el Tercio de legionarios que llena sacos terreros”…

El Tercio tiene la esperanza de encontrar la acción en las futuras operaciones que se presentan sobre Beni Lait, con el objetivo de acabar con el segundo del Raisuni, el temible guerrillero Hamido es Sucan. Pero al partir el día 27 se les vuelve a encuadrar en el grueso de las columnas, la ansiada vanguardia sigue quedando lejos…

En la operación sobre Salah, por fin el Comandante Franco consigue un puesto en vanguardia para su I Bandera, pero con la condición de que no tenga ni una baja, algo prácticamente imposible en un terreno infestado de enemigos. Alcanzamos así el día 29 de Junio, un día que pasará a la historia de la Legión: El Sucan lanza un poderoso ataque sobre las fuerzas de Franco. Sus hombres reaccionan bien, pero pagan con su sangre el éxito. Uno de los heridos será el famoso Capitán Arredondo, jefe de la 1ª Cía., que quedará un año de baja por varios disparos en las piernas. Ese mismo día, al norte de Kudia Taimutz, la columna en la que está encuadrada la III Bandera, debe de entrar también en combate. Hay en la zona una larga loma, de vital importancia para dominar la situación, Buharrat. A su toma se lanzan las dos compañías de fusiles de la Bandera, la 7ª y 8ª, apoyadas por el fuego de la de ametralladoras, la 9ª. Una vez tomada la posición -desde la cual se ve la propia casa del Sucan- es cuando la 9ª se va a incorporar a las posiciones en Buharrat, que se ve envuelta por un violento contraataque de los harqueños. Los legionarios están rodeados y tienen al enemigo tan cerca que no se puede emplear el fuego de ametralladora. Los servidores deben de defenderse a tiro de pistola antes de llegar al cuerpo a cuerpo. Mientras los conductores hacen lo propio con sus mosquetones, todos ellos acompañados por el vigor de su capitán, CAMILO ALONSO VEGA. El enemigo intenta apoderarse de las ametralladoras y llega a cogerlas por el cañón, teniendo que soltarlas por su elevada temperatura y acabando por ser rechazado.

Bandera Tigres
La acción de Buharrat le cuesta a la III Bandera la muerte del teniente MANUEL TORRES MENÉNDEZ y la de once legionarios. Han quedado heridos el capitán de la 8ª -Ortiz de Zárate- y 19 legionarios. Se lamentan los caídos, pero por fin han disfrutado de su bautismo de fuego y han callado las bocas de esos que los calificaban como simples cargadores de sacos terreros.

El jefe de la Legión, el mítico Millán Astray, dará a esta Bandera su nombre de Los Tigres de Buharrat, y a partir de ahora este será su estandarte, un tigre rampante que recordará por siempre el valor y ferocidad de aquellos legionarios que empezaron a escribir la historia gloriosa de la Legión.


PRIMER MANDO LEGIONARIO CAÍDO EN ACCIÓN.

La historia del Comandante de Infantería Don CARLOS RODRÍGUEZ FONTANES es de las más tristes de las de los 10.000 hombres que dieron su vida por la Legión y por España. Padre viudo de 9 hijos, dejó a estos en la orfandad cuando el más mayor aún no había alcanzado la mayoría de edad. A esto se suma que, poco antes, su hermana, que hacía las veces de madre para los niños, también había fallecido.

El Comandante Fontanes no fue estrictamente uno de los mandos fundadores de la Legión, pero tomó el mando de la II Bandera poco después de su creación, ya que su predecesor -el Comandante Cirujeda- tuvo que abandonar el mando por enfermedad apenas seis meses después de su creación. Así, ya en Abril de 1.921 Fontanes lideraba esta histórica Bandera de la Legión, y con ella participó en la defensa de Melilla y posteriores operaciones tras el desastre de Annual.

Había nacido en 1.879 en Manzanares, provincia de Ciudad Real y con 18 años ingresó en Toledo en la Academia de Infantería. Tras sus estudios y el paso por varios regimientos peninsulares y de África es destinado al Tercio de Extranjeros, incorporándose a su Bandera en la posición de Zoco el Arbaa e iniciando las operaciones inmediatamente en la zona occidental del Protectorado. Trasladada la Bandera a la zona oriental tras los mencionados hechos de Annual, sus acciones, junto a la de las otras Banderas y resto de fuerzas españolas, fue decisiva para salvar Melilla e iniciar la reconquista del territorio perdido.

Fontanes
Sería en una de estas acciones, la toma de Amvar, en la meseta de Arkab, iniciada el 18 de Marzo de 1.922, cuando Fontanes fue herido de gravedad en el vientre, para encontrar la muerte en la madrugada del día 20. La operación de la toma de Amvar duró tres días y fue la primera vez que se utilizó el apoyo de carros de combate –Renault FT 17- para facilitar el avance de la infantería. En un principio, cubrieron el avance de los legionarios para tomar la loma, pero al llegar a un barranco tomaron la vanguardia y aunque con sus ametralladoras iban consiguiendo barrer al enemigo, la inexperiencia de combatir con estas máquinas hizo que se quedaran pronto sin combustible, por lo que quedaron inútiles y fueron rodeados por numerosos enemigos que acabaron con bastantes de sus tripulantes... Los legionarios, tras superar el barranco, ven lo que está pasando y corren a salvar a los tanquistas que huyen y además consiguen sacar de dentro de un carro a un capitán y a un soldado. Chocan de forma muy violenta contra los rifeños en esta acción y varios caen heridos. Será en ese momento cuando el propio Comandante Fontanes, en primera línea ya que ha ido a animar a un legionario herido, recibe el fatídico disparo: En un principio, el Comandante de la II Bandera no se preocupó en demasía, pues poco tiempo antes había conversado con un Capitán médico amigo suyo, Fidel Pages, gran cirujano, y éste le había dicho que las heridas del vientre no eran mortales si se trataban dentro de las primeras cuatro horas. Así que se le llamó de forma inmediata, pero el médico se hallaba muy lejos de allí y tras pasar el tiempo marcado, al atardecer, Fontanes ya sabía que iba a morir, triste sobre todo por esos nueve hijos que dejaba solos en el mundo... Además de él, hubo otros 10 muertos y 65 heridos en la acción.

El fundador y jefe de la Legión en esos momentos, el Teniente Coronel Millán-Astray, no dudó en escribir a la madre de Fontanes para decirle lo siguiente: "Fue uno de mis principales colaboradores en la organización de La Legión.... Era su vida privada la de un santo, dedicando cuanto ganaba al cuidado de sus nueve hijos y pasando él personalmente privaciones que, aunque dignamente las ocultaba, no podían pasar desapercibidas. (…) He dispuesto que su nombre en letras de oro figure en un cuadro de honor, él sólo, que adorne el despacho del Jefe de La Legión entre el retrato de SSMM y el pergamino de la ejecutoria de la Orden del Ejército en que se felicitaba a La Legión por su comportamiento en el territorio de la Circunscripción de Melilla, entre los que era figura principal su hijo, el Comandante Fontanes.... Estoy de luto como ustedes, ordené desde el campo que La Legión entera se sintiese de luto por la pérdida de aquel bravo....".

Guión de la II Bandera
Pero, quizás, el testimonio más conmovedor sea el del periodista y legionario Carlos Micó, quien -en su recientemente reeditado libro “Los Caballeros de la Legión”- apunta: "lgnoro aún los detalles de las circunstancias en que fue herido el heroico Comandante. Sólo puedo ofrecer al lector el conmovedor relato que me hizo alguien. El día antes de ser herido hablaba el Comandante con el Capitán Médico señor Pagés, que tantos cientos de vidas ha salvado en el Ejército de África:

-“Cómo se conoce que es usted soltero, mi Comandante; si no, no se batiría con tanto desenfado, con ese denuedo…”

--“¿Cómo soltero? Viudo y con nueve hijos, dos varones; el mayor de éstos, aún menor de edad, es fraile; el que le sigue se está preparando para ingresar en el Cuerpo de Correos. Las niñas son muy pequeñitas todavía. Ahora viven son su abuela, mi madre, ya ancianita. Hace un mes que murió mi hermana, que era quien las cuidaba”.

Y ante un significativo gesto de piedad y de estupor que hiciera el Capitán Pagés, el Comandante Fontanes prosiguió humildemente, como si quisiera disculparse de su temeridad, hacerse perdonar su diario heroísmo:

--“Es que no se me ocurre que me pueda pasar nada; como oye uno tantas balas y aún no me ha dado ninguna, me he acostumbrado a no concederles mucha importancia. Además, se curan tantos que hay que pensar que no todos los proyectiles traen la muerte. Lo único que me preocupa muchas veces son las heridas de vientre”.

--“Pues esas heridas no deben preocuparles más que las otras. Con tal de poder hacer la primera cura dentro de las cuatro horas que siguen al momento de producirse la herida, no hay gran peligro de muerte. A mí no se me ha muerto ningún herido en esas circunstancias”.

Y como el Capitán Pagés, que está reputado con justicia como uno de los tres mejores cirujanos del Cuerpo de Sanidad, infunde gran confianza, el pobre Fontanes no olvidó estas palabras.

Al día siguiente de haber tenido esta conversación fue cuando cayó herido de un balazo; la balita de plomo habíasele alojado en los intestinos. Cuando lo transportaban en camilla a un lugar desenfilado de los proyectiles enemigos, dijo, sacando su reloj y mirando la hora:
--“Que avisen al doctor Pagés, a ver si puede venir… ¿Dónde está?” Eran las dos de la tarde. El heliógrafo funcionó preguntando por el Capitán Pagés, que se encontraba a muchos kilómetros de distancia, no se sabía dónde.

A las cuatro sacó de nuevo su reloj:
--“¿Han avisado al doctor Pagés? -volvió a preguntar-. Parece que tarda; han pasado ya dos horas…”. A las cinco: “No va a llegar... Queda poco…". Transcurrida otra inacabable hora, volvió a consultar su reloj y dijo:
--“Son las seis; ya venga o no venga… Ya no importa… Ya es tarde... Mis pobrecitos hijos…”. No volvió a mirar más la hora. Transcurría la noche triste en medio de aquel campo, sin la augusta calma que a esas horas suele bajar de las estrellas; el fuego horrísono; la tragedia conmovía a la naturaleza. Un rayo de luna bañaba la faz del moribundo, iluminando sus últimos momentos. Ya de madrugada, dijo sus últimas palabras:
--“Mis hijitos. .. Pero es por la Patria; no importa. Decid al Teniente Coronel que muero gritando: ¡Viva La Legión!”

Y este grito, que a todos siempre nos conmueve profundamente, se le ahogó en la garganta, atropellado por el estertor de la agonía… "Los hombres que rodeaban su camilla mortuoria, esos hombres avezados, de corazón siempre enhiesto de entusiasmo y de virilidad, rompieron a llorar a raudales, acongojados".

El Comandante Fontanes pasaba a la historia como el primer jefe de la Legión caído en combate y la II Bandera “Carlos I”, -esa que tras 87 años fue disuelta por aquellos que tanto mal han hecho a España- contribuía con más sangre a la gloria de España, ya que el primer oficial muerto, el Capitán Pompilio Martínez Zaldívar, también calló bajo el guión del águila imperial.

Actualmente, los restos del Comandante, ascendido a título póstumo a Teniente Coronel, descansan en Melilla en el Panteón de los Héroes de las Campañas, en el nicho 7 de la fila 3.

jueves, 25 de abril de 2013

Dulce et decorum est pro Patria mori: EL CAPITÁN ARENAS

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La historia, breve y dramática, del Capitán Arenas, es la de una valentía, la de un soldado español que, lo mismo que otros muchos miles a lo largo de nuestra historia, no tuvo miedo a la muerte, y ésta al final le tomó la delantera, en uno de los hechos guerreros más desfavorables de nuestra historia contemporánea. Su postura fue de auténtico heroísmo, despreciando el riesgo por salvar a sus compañeros en una campaña y batalla que desde mucho antes se sabía perdida. Esa serenidad en la actuación, ese desprendimiento y generosidad, ese final y sereno enfrentamiento con la muerte, es lo que agiganta la figura del Capitán Arenas, que precisamente por su vibrante juventud supo y pudo llegar a los límites últimos del sacrificio.

La carrera de Félix Luis Arenas Gaspar había sido fulgurante. Había nacido en Puerto Rico, en 1.892, hijo del Capitán de Artillería del mismo nombre, que a la sazón se encontraba destinado en aquella isla americana. Pero muy poco después la familia regresó a España, y el joven Félix llegó a Molina de Aragón, de donde era toda su familia, viviendo allí su infancia y primera juventud, cursando los estudios en el Centro que los Padres Escolapios tenían montado en un moderno edificio, con vistas a los Adarves.

Aún muy joven, a los catorce años, en 1.906 ingresó en la Academia de Ingenieros, a la sazón en Guadalajara, y a los dieciocho de su edad ya había sido promovido a teniente. Su servicio como Teniente lo hizo en el Servicio de Aerostación y en los Talleres del Material de Ingenieros de Guadalajara, hasta Octubre de 1.913 en que fue enviado con las tropas que batallaban en el Norte de África, agregado a la compañía de Aerostación en Tetuán, a continuar librando aquella desafortunada guerra colonial en la que España puso lo mejor de sus hombres, pero sin la fe necesaria para mantener sus posiciones en un continente en el que, ideológicamente, ya nada ni nadie nos pedía continuar.

De 1.914 a 1.917 estuvo como alumno en la Escuela Superior de Guerra, de donde salió en 1.917 después de terminar sus estudios, continuando posteriormente las prácticas reglamentarias en el Regimiento de Caballería de guarnición en Valencia. Alcanzó el empleo de Capitán de Ingenieros en 1.915, siendo alumno de la Escuela.

En 1.919 es destinado a la Comandancia de Ingenieros de Melilla, al mando de la 2ª Compañía de Zapadores, con la que realizó numerosos trabajos de fortificación de Campaña. En noviembre de 1.920 toma el mando de la Compañía de Telégrafos de la Red Permanente de Melilla y su territorio. De acuerdo con su nueva responsabilidad, realizaba numerosas visitas de inspección, en algunos casos bajo fuego enemigo, de las instalaciones a su cargo en las distintas posiciones.

El año 1.921 fue en esa guerra de Marruecos el más desafortunado y triste…

Tras el desastre de Annual, las tropas indígenas marroquíes habían crecido en moral y empuje, llegando ya, en el verano de ese año, hasta las mismas costas mediterráneas. El ataque arrollador de los moros, que diezmaban sin piedad al Ejército Español, sonó como un clarín de alarma en Melilla, donde se encontraba Félix Arenas, capitán a la sazón de una Compañía de Telégrafos.

Cuando se produjo el derrumbe de la Comandancia de Melilla el 23 de julio de 1921, el capitán Arenas se encontraba en el lugar e inmediatamente marchó con el teniente coronel Ugarte en dirección a Dar Dríus. Al llegar a Batel encontraron un escuadrón del Regimiento de Cazadores Alcántara número 10, que venía en retirada e informaba a todo el que pretendía incorporarse a Dar Dríus que el camino estaba cortado por el enemigo. Arenas y Aguirre dejaron su automóvil incorporado a una columna de camiones llenos de heridos que regresaba a Melilla, y prosiguieron su camino a caballo en dirección a Monte Arruit. En el camino encontró a un sargento de Infantería herido en una pierna al que no conocía; Arenas le cedió su caballo y él se volvió a la posición de Tistutin. Allí tomó el mando de la posición y trabajó con gran actividad, no solo en la defensa de la misma, sino tratando de restablecer el enlace telegráfico con Monte Arruit.

El Viernes, 29 de Julio, el general Navarro ordenó la retirada de las tropas españolas a Monte Arruit. El capitán Arenas solicitó voluntariamente el mando del núcleo de retaguardia, formado por unos 200 hombres. Finalizada la evacuación del grueso de la columna en retirada, el capitán Arenas inicia la contención del enemigo. Arenas dirigió con serenidad las operaciones de retirada hacia el valle, siempre en el puesto de mayor peligro, y logró que la columna entrara en Monte Arruit, sosteniendo una dura lucha contra un enemigo muy numeroso y dirigiendo un fuego metódico y disciplinado contra los rifeños. La mayor parte de las tropas de la retaguardia cayeron muertos, heridos o prisioneros, pero lograron contener al enemigo hasta que el grueso de la columna se acogió en Monte Arruit. Muy cerca de esta posición, y prácticamente encima del grueso, los miembros de la retaguardia quedaron rodeados por el enemigo. El capitán Arenas se tiene que defender con su propio fusil. La lucha se generaliza, pues se combatía por los cuatro frentes. El alférez Maroto cayó herido, el capitán Aguirre se lo cargó al hombro y logró entrar en Monte Arruit con el resto de su tropa…

Detrás quedó el capitán Arenas. La batería del capitán Blanco está a punto de ser tomada por el enemigo. Blanco pretende defender los cañones, pero sus soldados le arrollan. De pronto surgió el capitán Arenas, dispuesto a defender los cañones a toda costa. El capitán los defiende desesperadamente. Los rifeños detuvieron su paso un momento, admirados por el valor del oficial, hasta que uno de ellos le puso el fusil en la cabeza y lo mató. Cuando lograron entrar en Monte Arruit, varios oficiales (tenientes Calderón y Sánchez) testigos de estos hechos pidieron a gritos la Laureada para Arenas ante el general Navarro.

La figura del Capitán Arenas, queridísima para cuantos habían sido compañeros de campaña, se agigantó tras su heroica muerte. Previos los trámites correspondientes, en 1.924 le fue concedida a título póstumo la Cruz laureada de San Fernando (desde entonces, figura en el Anuario Militar a la cabeza de los capitanes del Cuerpo de Ingenieros). Y en 1.928 se inauguró en Molina de Aragón, en un solemnísimo acto al que acudió el Rey Alfonso XIII y parte de su Gobierno, un monumento realizado en bronce por el extraordinario escultor Coullaut Valera, de quien aparece firma en la parte baja de la talla, y consta de un pedestal que sostiene un monolito de piedra, rematado en un castillete símbolo del Arma de Ingenieros, y sobre una repisa en su parte anterior, se muestra el busto en bronce del militar que, con su gran juventud -tenía 29 años al morir- supo escribir página tan gloriosa para la historia de España y poner así su nombre en el abultado número de las figuras que por uno u otro motivo han merecido asomarse a estas páginas. En el mismo monumento molinés aparece esta leyenda "EL CUERPO DE INGENIEROS Y LA CIUDAD DE MOLINA AL LAUREADO CAPITÁN D. FÉLIX ARENAS. MUERTO EN TISTOREN - AFRICA, 29 DE JULIO DE 1921. INAUGURADO POR S.M. EL REY D. ALFONSO XIII EL 5 DE JULIO DE 1.928". En ese momento, la ciudad de Molina le dedicó una calle, y en 1.956, lo hizo también la ciudad de Guadalajara, quedando su memoria eternizada en la céntrica rúa que va de San Ginés a la Plaza de Toros. Más tarde, ciudades como Barcelona o Melilla también le dedicaron una calle.

miércoles, 24 de abril de 2013

El BLOCAO "VELARDE"


Tte. Velarde
Muchas de las gestas bélicas son apenas conocidas: Anónimos militares que merecen todo el reconocimiento de un pueblo que debería estar orgulloso de todos aquellos –civiles o soldados- que entregaron su sangre para hacer de España aquello que, pese a quien le pese, fue: Una gran nación.

Y uno de estos héroes prácticamente desconocidos es D. José Velarde y Velarde, 2º teniente del batallón de Cazadores de Alfonso XII, era un jovencísimo oficial, el cual recién incorporado había salido de la Academia Militar con el empleo de 2º teniente con la última promoción el 13 de Julio de 1.909. Había llegado a Melilla, poco tiempo antes y siendo su primer destino el batallón de Cazadores ya citado., Había pasado su primera revista en su corta carrera militar el día 3 de Agosto del mismo año, es decir, tres días antes de morir en combate, defendiendo un blocao en las cercanías del barranco de Beni Ensar, próximo a Melilla, y del cual, era el jefe de la posición (su primer mando asignado). Su segundo, era el sargento del mismo batallón de Cazadores, D. Isidro Cañadas.

El periodista Rodríguez de Celis, describía la muerte en combate del teniente D. José Velarde Velarde, de la forma siguiente en el periódico “La Correspondencia de España” de fecha 5 de Agosto de 1.909, bajo el título “El Oficial Muerto”, dentro del apartado “Informaciones de Melilla”, el cual, cito textualmente: “…El Oficial muerto. Al regresar hablé con el teniente coronel del Alfonso XII. Me dijo que el oficial muerto prestaba por primera vez servicio, pues no había tomado parte en operación alguna. Una de las primeras balas que dispararon los rifeños contra sus soldados le hirió mortalmente. Seguía las referencias de los soldados, el oficial, al comenzar el ataque, inspeccionó los frentes del blocao mostrándose satisfecho. Aconsejó a su gente apuntase bien y ahorrase municiones. Después, viendo que el fuego aumentaba, salió del reducto. A los pocos momentos, caía atravesado.

El sargento trató de ocultar su muerte; pero la tropa advirtió lo que ocurría, y en vez de amilanarse se enardeció. Todos los soldados, desde entonces querían tomar parte en las salidas…”

Dentro de la misma sección titulada “Informaciones de Melilla”, se hablaba de los comportamientos del sargento D. Isidro Cañadas, el cual, al morir en acción de guerra su jefe, se puso al mando del blocao para dirigir su defensa y del resto de soldados que componían la guarnición, destacando un cabo y un corneta. El citado rotativo madrileño, “La Correspondencia de España” de fecha 5 de Agosto de 1.909, describía así los hechos (textual), bajo el título de “El Héroe”: “…El sargento que tan valerosamente se ha batido en la defensa del fortín es natural de Figueras (Gerona). Ha sido muy felicitado en el campamento de Alfonso XII, donde se halla en estos momentos. También se distinguieron mucho un cabo y un corneta, pudiendo decirse que todos los soldados se comportaron como verdaderos héroes. La mayor parte de ellos son valencianos.

El coronel de Ingenieros ha manifestado que el blocao ha quedado ya terminado por completo. Ha salido un nuevo convoy a proveer a los destacamentos avanzados. Va, como siempre, convenientemente protegido…

EL “BLOCAO VELARDE”: LOS HECHOS.
En la siguiente noticia, publicada en el rotativo madrileño “La Correspondencia de España”, de fecha 6 de Agosto de 1.909, podemos leer como se desarrollaron los hechos, la noche del 3 de Agosto en el que en una fortificación inacabada, al frente de la cual, se hallaba un jovencísimo 2º teniente, el cual apenas hacia un mes que había llegado destinado a Melilla, perdió la vida ante un ataque rifeño. ¿Inexperiencia? ¿Mala suerte? No se sabe ya que en ningún momento dicho oficial se echó atrás, incluso según se deduce, recibió dos heridas de bala, primera en el costado que le dejó maltrecho, la segunda, mortal de necesidad, en la cabeza, la cuestión y según se deriva de la información recibida por la prensa de la época, todo y a pesar de hallarse herido la primera vez, volvió al frente de sus soldados y murió luchando. Un joven que entregó su vida -la cual, había decidido consagrar a la milicia, “religión de hombres honrados”, tal y como la definió D. Pedro Calderón de La Barca-. El teniente de Infantería D. José Velarde y Velarde, murió en combate, cumpliendo con su deber, al igual que los dos soldados del batallón de Cazadores de Alfonso XII y que formaban parte de ese destacamento del cual, el segundo teniente Valero era jefe:

“(Por correo) El Último combate –El “Júpiter” y los moros-. Llevábamos unas cuantas noches en calma, tranquila… Hay que advertir que nosotros consideramos ya como días y noches tranquilas y en calma aquellos en que oímos solamente cincuenta cañonazos por la mañana, a la hora en que los convoyes salen de la plaza para nuestras posiciones avanzadas, y otros cincuenta o sesenta por la tarde, cuando regresa la expedición de aprovisionamiento , sin contar algunos tiros de fusil seguidos de descargas, además de la natural zozobra de los que nos encontramos dentro de la plaza sentimos por la suerte que correrán los que marchan protegiendo los convoyes, y de la inquietud que a todas horas nos inspiran las fuerzas que ocupan las avanzadas.

Pero anoche, noche de luna espléndida, clarísima, que iluminaba a través del diáfano ambiente las laderas del Gurugú, envolviendo todo el campo en haces de luz tibia y dulce, anoche, la calma de fuera contrastaba con la ansiedad que sentíamos muy adentro.

Por la tarde, cuando el bizarro coronel del regimiento de África, D. Ignacio Axó, regresó a la plaza al frente de la columna que había protegido el convoy, rebosaba de júbilo. –Nos han tirado a menos de 200 metros, y no hemos tenido ni un contuso- decía el valeroso jefe- En cambio les hemos hecho a los moros más de diez bajas, vistas por nosotros-.

Y todos los que conocemos, por verlo a diario, el terrible fuego que nuestros enemigos envían a los convoyes, participamos de la alegría de Axó… Pero… ¡Duró tan poco nuestra tranquilidad y nuestro contento!

Los ingenieros militares, protegidos por fuerzas de cazadores y de artillería, habían construido un blocao -fortín de hierro y madera empotrado en tierra hasta la mitad de su altura- entre la primera y segunda caseta, próximo a la posición de Sidi-Musa. Una alambrada rodeaba el blocao que, aunque quedó en disposición de cumplir el objeto para que había sido construido, no estaba terminado.

Cuando regresó la columna que protegía los trabajos, quedó en el fortín un destacamento de Alfonso XII, al mando del segundo teniente D. José Velarde y Velarde, un muchacho jovencito recién salido de la Academia, incorporado el día 13 del pasado mes de julio a filas, y para quien la revista de anteayer había sido lo primera de su vida militar.

Cayeron las sombras de la noche sobre las traidoras gargantas del Gurugú. En el destacamento del blocao se montó el servicio, y la hermosura de la noche y la calma relativa de los últimos días prometía a los valientes soldados y a su joven jefe, sino horas de sueño, por lo menos momentos de reposo.

Primero se oyó una detonación, que pareció producirse a 400 metros del fortín; luego otra más cerca; más tarde tres o cuatro más; después de un intervalo de unos minutos una descarga… El enemigo atacaba la fortificación, siguiendo la misma infame táctica de siempre, emboscado, oculto entre breñas, piedras y chumberas, sin que se advirtiera ni remotamente de donde partía la agresión, hasta que el fogonazo lo denunciaba.

A las doce en punto de la noche los rifeños en número superior a las fuerzas que ocupaban el fortín, decidieron atacarle.

El bravo oficial animaba a su gente, cuando una bala le hirió en la cabeza arrancando a su garganta el último suspiro. Los momentos eran de angustia, la gravedad de la situación, extraordinaria. Se pidió auxilio a la plaza por medio de heliógrafo; pero una bala del enemigo destruyó el heliógrafo, cuando la comunicación terminaba. Un minuto antes habían cruzado tres balas por encima y a los lados del aparato; pero Dios permitió que el parte de socorro llegase a Melilla, que envió a los valientes defensores el blocao, dos batallones y parte de la brigada disciplinaria.

Un sargento había tomado el mando de la fuerza destacada, que se defendía valerosamente, queriendo vengar “in continenti”, en el mismo instante de lo ocurrido, el infame asesinato del joven oficial.

En la empeñada lucha dos infelices soldados perdieron la vida, siendo heridos 15, de los cuales 11 lo están levemente. A las cuatro de la mañana terminaba el fuego…

El general Tovar acudió al Hipódromo desde los primeros momentos; el batallón de Talavera, que en auxilio de los defensores del fortín, bajaba a las dos de la madrugada a paso ligero la loma de Las Cabrerizas Altas, marchaba animoso, entonando el himno del batallón…

Las emociones de la noche parecían ser anuncio de un día de lucha sangrienta y terrible como las de los días 23 y 27; pero hasta las doce de la mañana no se han oído otros disparos que los de las baterías de Camellos y del Hipódromo, que protegían la marcha del convoy que salió a las once y media.

Sobre la tumba del joven oficial, que en los primeros días de su vida de soldado sucumbe frente al enemigo delante de sus fuerzas, caerán como tributo de admiración y de gratitud las oraciones de los buenos españoles.

¡Cuánta tristeza lleva al corazón ver destruida y rota en un instante la cadena en la que los eslabones son otras tantas esperanzas juveniles! Descanse en paz, y unido a su recuerdo irá siempre el de los dos soldados, que sin otro estímulo que el sacrificarse por la Patria, ofrecieron y dieron su vida al lado de su jefe…”

En ayuda de esta posición, acudió la columna del coronel D. Miguel Primo de Rivera y Orbaneja, ahuyentando a los moros los cuales, amenazaban con tomarla, siendo después, reforzada y abastecida”.

Sobre este ataque y la ayuda que llegó de Melilla en socorro del blocao “Velarde”, otro rotativo de la época, en este caso “La Ilustración Artística”, con dos fotografías de M. Asenjo, daba de la siguiente forma, la reseña de los hechos: “El único combate de relativa importancia que se ha librado en estos últimos días ha sido el motivado por el ataque de los moros al blocao en construcción, cerca de la segunda caseta, en la noche del 2 al 3 de los corrientes (Agosto). Los sesenta hombres del batallón Alfonso XII al mando del segundo teniente Velarde que guarnecían el blocao hubieron de luchar por espacio de tres horas con 600 moros a los que contuvieron batiéndose heroicamente hasta que la llegada de dos columnas puso en fuga a los rifeños. En la defensa murieron el teniente Velarde y resultaron cinco soldados heridos graves y nueve leves. La conducta del sargento que se hizo cargo de aquella reducida fuerza al morir el oficial, ha merecido los mayores elogios del comandante en jefe del ejército de operaciones. Fuera de esto, sólo se han registrado los acostumbrados tiroteos diarios contra el convoy que lleva provisiones a las avanzadas…

El 8 de Agosto de 1.909, los ingenieros militares volaron con dinamita, una casa situada a unos 200 metros de dicho blocao y de donde al parecer, pudieron partir los tiros rifeños que costaron la vida al 2º teniente Velarde.

CÓMO CAYÓ EL TENIENTE VELARDE (SEGÚN EXPLICACIONES DEL SARGENTO CAÑADAS).
En “La Vanguardia” del 9 de Agosto, la muerte del teniente Velarde en combate, quedó recogida así, según palabras del sargento del batallón de Cazadores de Alfonso XII, el cual, asumió el mando una vez muerto el oficial (textual): “…Madrid 8, 11’40 n. De una crónica de Melilla telefoneamos el relato del ataque del blocao donde murió el oficial señor Velarde.

El heroico sargento Isidro Cañadas, natural de Figueras, dice que cuando salieron hasta la alambrada, los moros estaban encima parapetados en las trincheras de la vía férrea y fue luego un grupo y se aproximó aullando, tirando piedras y agitando palos.

El teniente había municionado y había ido mirando donde estaba cada cual. Le pareció todo bien. Nos recomendó que no se malgastase un tiro. A poco salió al reducto y empezó el más espeso fuego (debió de ser el “impass” entre las primeras detonaciones y la descarga, descrito ya anteriormente en la noticia publicada en “La Correspondencia de España del 6 de agosto).

Repentinamente mi teniente se llevó las manos al costado y cayó. Fue hacia él su asistente y sólo se le oyó decir-¡Ay padres míos! Y ¡A mí…!-(Cabe la posibilidad de que fuera herido en dos ocasiones, siendo la última vez, la que le costó la vida).

A mí me entró una cosa que ahora no sé explicar; así como ganas de poder disparar muchos tiros y a la vez morder. Le dije al asistente: -Baja a tu amo y chitón-. Luego me puse en el reducto y exclamé: -El teniente está mal herido, con que vamos a ver los hombres. Hay que salir a la alambrada y hacerles polvo. ¡Cuidado al apuntar!-. Y nada más: que nos pusimos ¡pim! ¡pam! Y nadie volvió la cabeza ni para mirar al que caía…”

El sargento D. Isidro Cañadas, al llegar al campamento base del batallón de Cazadores de Alfonso XII, fue muy felicitado por su comportamiento”.

ALGUNOS DE LOS DEFENSORES DE ESTA POSICIÓN:
Según se preguntó al sargento D. Isidro Cañadas (de ahí los nombres de algunos de los defensores del fortín), era sobre los hombres que se portaron con mayor valor y su respuesta fue, empezando por el cabo (Nota: el teniente y el sargento, son añadidos del firmante).
2º Teniente D. José Velarde Velarde. Fallecido en combate.
Sargento D. Isidro Cañadas, natural de Figueras (Gerona).
Cabo D. José Ballester, natural de Valencia.
Corneta D. Luís Ballester, natural de Valencia.
Soldado D. Nicasio Judes Bonaza, natural de Ateca (Zaragoza).
Soldado D. Santiago Alonso Hernández, natural de Ariza (Zaragoza).
Soldado D. Marcos Mateo Aparicio, natural de Torralba de Ribota (Zaragoza).
Soldado D. Camilo Melendo Pérez, natural de Calatayud (Zaragoza).
Soldado D. Manuel Travare Bensedí, natural de Vilmellas (Zaragoza).
Soldado D. Antonio Lagoimen Miranda, natural de Huesca.
Soldado D. Raimundo Bertibal García, natural de de Moros (Zaragoza).
Soldado D. Pedro Franco Abad, natural de Cimbaya (Zaragoza).
Soldado D. Mariano Gimeno Buenafé, natural de Santa Cruz del Río (Zaragoza).
Soldado D. José Valnead Benavent, natural de Cabañal (Valencia).
Soldado D. José Surián Sanfeliu, natural de Valencia.
Soldado D. Cristóbal Parés Blanco, natural de Valencia.
Soldado D. Miguel Cervera, natural de Villamarchanto (Valencia).
Soldado D. Francisco Zarzo Val, natural de Beneguacil (Valencia).
Soldado D. Juan Estopiña Ferrere, natural de Morella (Castellón de la Plana).
Soldado D. Manuel Fabregat Solé, natural de Morella (Castellón de la Plana).
Soldado D. Perfecto Comas Capdevila, natural de Villafamé (Castellón de la Plana).
Soldado D. Manuel Berenguer Casanovas, natural de Villafamé (Castellón de la Plana).

Todos ellos, pertenecían al batallón de Cazadores de Alfonso XII, hallándose bajo las órdenes del 2º teniente jefe del destacamento de blocao “Velarde”, la noche del 3 de Agosto de 1.909. La baja del teniente Velarde, en el batallón de Cazadores de Alfonso XII, fue publicada según el rotativo madrileño “La Época” de fecha 17 de Septiembre de 1.909, el Diario Oficial del Ministerio de la Guerra de ese día, datando su finamiento, el 3 de Agosto anterior.

Como recompensa, el 2º teniente D. José Velarde y Velarde, fue ascendido a Primer Teniente en fecha 3 de Agosto de 1.909, según publicaba el Diario Oficial del Ministerio de La Guerra y este empleo, fue concedido por S.M. El Rey D. Alfonso XIII.

martes, 23 de abril de 2013

Los Caballos de Acero: El inicio del ARMA BLINDADA española


El interés del Ejército español en el tanque empezó al final de la I Guerra Mundial, cuando el 18 de Octubre de 1.918 se hizo una petición formal de un tanque ligero Renault FT-17 al Gobierno francés. La petición, no obstante, no fue procesada hasta el 15 de Enero de 1.919. La Comisión de Experiencias, Proyectos y Comprobación del Material de Guerra emitió una petición formal para adquirir un FT-17 armado con un cañón de 37 mm y días después amplió la solicitud para incluir tres tanques armados con cañones y otro FT-17 equipado con ametralladora.

El 5 de Marzo, la petición fue autorizada y posteriormente ampliada para incluir dos unidades más del FT-17, armados con un cañón de 37 mm. El 20 de Marzo, el Gobierno francés declaró que no podía proceder la venta y el 12 de abril el proceso para la adquisición de estos vehículos comenzó de nuevo. En Mayo de 1.919, los franceses acceden a la venta de un único blindado ligero M-17 al Ejército español, cuya entrega se realizó el mes siguiente. Este FT-17 en particular estaba armado con una ametralladora Hotchkiss de 8 milímetros, y posteriormente rearmado con una ametralladora española de 7 mm. Tras una inspección por el gobierno español, se decidió la adquisición de otros diez vehículos; ocho armados con ametralladoras y dos con cañones. El gobierno francés declaró no disponer de estos vehículos para la venta, y luego agregó que bajo ninguna circunstancia se permitiría a España rearmarlos con las ametralladoras españolas de 7 milímetros, y en consecuencia denegó la venta. Como resultado, España comenzó a acercarse a otros Gobiernos, entre ellos el de Gran Bretaña y el de Estados Unidos, pero sin éxito.

Renault FT-17
Después de la derrota colonial de España en la Batalla de Annual, el 22 de Julio de 1.921, otro emisario militar fue enviado a Francia para solicitar más tanques. Esta vez, el Gobierno francés aceptó y accedió a la venta de diez M-17 armados con ametralladoras y un tanque de mando único. El tanque de mando consistía en el chasis de un FT-17, con la torreta reemplazada por una superestructura, que incorporaba solamente comunicaciones de radio. Estos fueron presentados a la tercera sección de la Escuela Central de Tiro el 12 de Enero de 1.922, y se organizan en una compañía de doce tanques ligeros. En Septiembre de 1.921, el gobierno español adquiere seis tanques Schneider CA1 siendo desplegados estos en Marruecos el 28 de Febrero de 1.922. El 13 de Marzo de 1.922, seis FT-17 fueron descargados, también, en Melilla.

Diagrama FT-17
El 18 de Marzo de 1.922 la compañía de tanques ligeros FT-17 participó en su primera operación de combate durante la Guerra del Rif. La orden fue de operar junto con la fuerza de la Legión Española con la misión de capturar la ciudad de Tunguntz, en el norte de Marruecos. Sorprendiendo a los defensores con su aparición, la compañía de blindados, con los legionarios detrás de ella, capturaron la ciudad de Anvar. Continuando su avance hacia Tunguntz, los tanques comenzaron a llegar bajo un intenso fuego, ya que, debido a la velocidad de su avance, se habían aislado de los legionarios. Como resultado, los tanques se vieron obligados a retirarse a Anvar buscando la protección de la infantería. Dos FT-17 fueron abandonados por su tripulación debido a problemas mecánicos, siendo destruidos por los defensores marroquíes con dinamita. Un análisis posterior a la operación de las acciones concluyó que los malos resultados de la compañía de tanques fue consecuencia de la escasa cooperación con la infantería, la falta de fiabilidad de las ametralladoras de los tanques y la falta de formación previa antes de ser enviados al frente de operaciones. A partir de entonces, la compañía de blindados de España es utilizada de manera casi continua en operaciones de pequeña escala entre finales de 1.922 y Septiembre de 1.925. El 8 de Septiembre de 1.925, las fuerzas blindadas de España tomarán parte en el primer desembarco anfibio con tanques de la historia.

Después de haber sido reequipada con nuevas unidades de FT-17 para reemplazar las pérdidas sufridas durante los tres años de operaciones en Marruecos, la compañía de tanques fue trasladada a Ceuta para preparar las operaciones anfibias planeadas en los alrededores de la bahía de Alhucemas. En los días previos al desembarco de Alhucemas, la compañía motorizada tomó parte en numerosos ejercicios de entrenamiento, mientras las 4 naves de desembarco tipo K eran modificadas para permitir llevar tres tanques cada una.[22] No obstante, el día del desembarco las naves de desembarco entraron en un bajío a unos 50 m de la costa, con la consecuencia de que los tanques no pudieron desembarcar hasta el día siguiente, 9 de Septiembre de 1.925. Tras el desembarco, los vehículos fueron usados para apoyar el flanco izquierdo del ataque español y ayudaron a capturar las posiciones elevadas que rodeaban la playa y controlaban los puntos de salida hacia el resto de la isla.

Schneider
La Guerra del Rif acabó en Mayo de 1.926 y la compañía motorizada fue trasladada a la península en Julio de ese año.